Guidopach, el pingüino mapuche y Marisab, la anémona marina, bailaban cueca en la bella Valparaíso, en los primeros días otoñales, cuando ya las playas eran abandonadas por los miles de turistas con resaca de verano.
A lo lejos, el disco de los Hermanos Silva, con el ritmo pegajoso de “Dos puntas”, servía de fondo a esta pareja singular que se divertía en el ocaso del sol.
Estaban dispuestos a escurrirse entre las aguas de Pacik- el mar, ante cualquier peligro originado por Hombre-Tur el turista, ensuciador de aguas y contaminador de ambientes.
Cerca de ellos, dentro de Pacik, el mar, nadaba, vigilante, Esqualyos, el temible Tiburón Blanco, esperando el momento en que algún Hombre-Tur entrara a las aguas...
La música marcaba sus compases y el espectacular Guidopach, el pingüino mapuche, ahora despojado de su traje de etiqueta y humita, el cual había sustituido por botas de cuero, chaleco, pañuelo colorado y sombrero, daba vueltas y vueltas siguiendo el ritmo, y como queriendo acompañar los dulces vaivenes de la no-menos dulce Marisab, la anémona marina.
Una pléyade de almejas, mejillones, chirlas y burgaos, se golpeaban unos contra otros, cual castañuelas marinas y le daban un deje de nostalgia a la cueca. Neco, la nécora, movía sus ojos de un lado a otro, como queriendo seguirle los movimientos de Guidopach, el pingüino mapuche, y de Marisab la anémona marina.
De pronto, en medio de tan alegre fiesta, una manada de Hombres-tur, los turistas, venían corriendo por la playa, con un gran radio en los brazos de uno de ellos, oyendo Rap: Tum, que te tumb, rac rac rac, un besugo moribundo a la escuela partirá... rac, rac, tumb, tumb. Con esto, la música de cueca se fue perdiendo en la distancia... latas de cerveza, vasos de refrescos y mil cosas más empezaron a caer en la limpia arena.
El primer Hombre-tur en tirarse al agua, con una lata en la mano y cantando Rap, se encontró de frente, con la gran boca de Esqualyos, el Gran Tiburón Blanco. Dio media vuelta con la velocidad de un rayo. Sus gritos se oían a un kilómetro... ¡Tiburón... tiburón!... La playa, en menos de un segundo, quedó completamente vacía. A lo lejos se volvió a oír la cueca. Un gran vozarrón vino de Pacik, el mar: ¡Que siga la cueca, que siga la fiesta, yo Esqualyos, el Tiburón Blanco, cuido la playa! ¡Viva la chicha y el vino... viva la cueca y la samba!. !
Guidopach, el pingüino mapuche, Marisab la anémona marina y anemonita, su cría, al compás de almejas, chirlas, mejillones y cangrejos, siguieron la fiesta hasta la madrugada...
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