Yo, sentada sobre el suelo, apenas noto ya su frialdad... salgo de mi abstracción y me levanto casi sin fuerzas... de fondo parece oírse una melodía, lenta, muy lenta y triste... o al menos así la subjetiviza mi mente de manera inconsciente... ¿Apocalyptica?... No sé, miro a través del cristal de la ventana y veo mi reflejo allá afuera, entre los muros del resto de edificaciones que rodean mi pequeño paraíso en el centro de las llamas.
Antes me gustaba mirar hacia el cielo y deleitarme con su inmutable serenidad, con esos pequeños brilantes que iluminaban las noches más oscuras y parecían conferirle un carácter maternal... Ahora el cielo nocturno me angustia, su carencia de vida, ese profundo vació que en su inmensidad hiere. Ya no hay luceros que me devuelvan la mirada y contesten mis dudas. Las grises e inquieras nubes son dueñas de su cielo y marcharon al exilio. La luna ya no me muestra su cara oculta y oculta su triste rostro tras la nube reina, ahora es su esclava. Presa en la noche la luna, presos en la luna mis ojos; en la inmensidad de su celda, en la bruma de sus barrotes, en la fuerza de sus carceleras... Me pierdo en el vacío.
Salgo al balcón y ofrezco mi cuerpo a la brisa para que lo acaricie... su frío aliento me hiela mientras trato de vislumbrar esperanza en la inescrutable oscuridad del cielo nocturno. Nda. Las estrellas siguen refugiadas en algún lugar remoto y hoy no permiten visitas a la luna. Nada. NI siquiera las nubes soberanas pasean por su reino... ¿me habré equivocado de cielo? Es como mirarme al espejo... ¿es acaso un cristal con mi reflejo? ¡Soledad maldita!
Y sólo el viento irrumpe con su presencia en la escena, tengo miedo de su prepotencia, de ese alarde de fuerza. Parece querer demostrar ser el rey de la periferia, arrasar con los árboles y los pequeños murciélagos que uelan a baja altura. Te arrebataron el título de noble de los cielos, las nubes son demasiado fuertes para tí y arremetes contra las hojitas muertas que son veladas en el suelo por insectos insomnes.
Hay ida en la noche, pero no estais aquí para compartir conmigo esas pequeñas maravillas, esos secretos que disfrutábamos como niñas que juegan con sus muñecas en un mundo imaginado, este mundo sólo nuestro, ahora mío... me aterra sin tu sonrisa luna, se queda vacío y apenas oigo a los grillos tocar nestra canción. ¿La escuchas tú allá donde te encuentres? ¿la recordarán las estrellas y se la cantarán a otras niñas tristes para acallar su desconsolado llanto? Afortunados aquellos que disfruten de la conversación de las miradas. Yo ya no os veo. Hace mucho que dejásteis de frecuentar mi ventana, pero aún os necesito.
Mi memoria guarda piezas de puzzle que me conforman, surge una imagen. Noches de verano dormida, envuelta en vuestro abrazo, con la calidez de vuestra silenciosa compañía, de esa mágica comprensión... Las estrellas, la luna y yo en la noche.
Hoy he vuelto a salir a esperaros. Regresareis alguna noche, lo sé, aún no me habeis olvidado, sois mis amigas, las más fieles, siempre ahí fuera esperando mi llegada para besarme con vuestro brillo... Me siento en el banquito que tengo especialmente para nuestras conversaciones mudas y me apoyo contra la pared mientras observo el cielo negro azabache, quieto, silencioso... vacío... llueve en mis ojos que se cierran. La respiración se acompasa... estais pensando en mí... ¡os veo! Estais ahí, como siempre, en mis sueños. Abandonásteis el cielo y os asentásteis en mi carcáreo corazón.
...Solas la noche y yo...
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