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Inicio / Cuenteros Locales / keilin / El Secuestrador capitulo VIII

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Adentro estaba amplio, había dibujos y extrañas escrituras sobre las paredes. De pronto, todo el camino se iluminó con antorchas, pudimos ver todo un corredor. Avanzamos corriendo. No íbamos tan aprisa como para no notar la belleza del lugar, parecía que todos los arcos que había como en una mina, eran de marfil negro, había incrustaciones de piedras preciosas en los muros y arcos, el pedestal de las antorchas parecían de oro y plata; para ser una criatura tan malvada, a nosotros nos hubiera gustado vivir en un palacio tan exquisito como esa guarida. Nicolás rompió el silencio de toda aquella belleza de piso de mármol.

- Muchachos, ¿No saben por casualidad que hora es? -.
- No – respondí – ¿Por que? -.
- Bueno – respondió – más o menos he estado tanteando el tiempo y deben ser las tres o tres y media de la mañana – dijo Nicolás -.
- Entonces no hay mucho tiempo – dijo Martín – corran o los empujo -.
- Miren – señalé a la izquierda – Un mapa estelar -.
- Eso es mi querido Watson – dijo Nicolás – pero… ¿Para qué aquí? -.
- Tal vez para leer la hora – dijo Martín -.
- ¿Por qué no? – dije – A ver – Vi un extraño aparato parecido a un compás – está exacto… veamos… si no me equivoco, estos son los reportes de este día, por lo que veo están por horas… desde que se puso el sol hasta la última. Veamos… si la estrella polar estaba aquí a las siete que se puso el sol, medimos la distancia que había antes a la última, deberían ser las tres de la mañana, ahora que viendo que la hora aquí es imprecisa, debe ser seguro que sean las… eh… tres… treinta y cinco -.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro? – dijo Nicolás -.
- Es que aquí hay un reloj de arena y lleva casi la mitad – respondí -.
- Entonces lo deben voltear cada hora y checar el mapa – dijo Martín -.
- Bien, vámonos – dije – no hay tiempo que perder -.

Llegamos a una puerta donde el túnel se hacía cueva, era tan enorme de alto que le calculé unos 30 o 40 metros de alto; había un camino marcado por el cual vimos huellas, sabíamos que estábamos sobre la pista correcta. Caminamos con cautela, no sabíamos si habíamos llegado a la guarida del “Secuestrador”. Veíamos con miedo y respeto toda la belleza de la caverna, pero al mismo tiempo nos llegaban brisas de calor intenso. Veíamos como los murciélagos se paseaban por el techo de la cueva, revoloteando sus alas y mandando sus agudos chillidos para encontrar su camino.

Algo llamó mi atención, vi unas luces rojas, como las había visto antes de caer en el sueño y perder a las chicas en el monte. Detuve a mis amigos y les pedí silencio. Saqué mi espada y me lancé sobre las luces, éstas se apagaron. Me quedé allí, jadeante y muy asustado…

- ¿Qué pasó, Graham? – me dijo Nicolás - ¿Un ratón? -.
- Ojalá – respondí - ¿recuerdan cuando caímos por un extraño olor, antes de perder a las chavas? – asintieron – pues no sé si vieron algo, pero yo sí. Vi unas luces rojas como las que aquí estaban, me supongo que era “El Secuestrador”… maldito… creo que ya podemos salvar a las chavas -.
- Ojala – dijo Martín – pero recuerden que el campesino nos dijo que había una puerta donde estaba nuestro enemigo más fuerte y que después de eso estaba “El Secuestrador” -.
- Es cierto – dije - ¿pero y si nos vino a visitar? -.
- Nadie te vino a visitar – dijo una voz ronca y con eco -.
- ¿Qué fue eso? – dijo Martín asustado y mirando para todos lados -.
- Espero que un lindo gatito – respondí -.
- ¿Eres tú, Zathmat? – gritó Nicolás – Sal y pelea -.
- ¿Conociste a Norbet? – pregunté y asintió -.
- Entonces… ¿quién eres y que demonios quieres? – insistió Nicolás -.
- Soy el guardián que vigila la última puerta – respondió la voz – no los dejaré pasar aunque el Amo me lo ordenara – tembló la tierra bajo nuestros pies – No se asusten, pequeños, les daré la mano para saludarlos… -.

La tierra temblaba y cada vez nos era mas difícil conservar el equilibrio, retrocedíamos y brincábamos y veíamos como de la tierra salía algo que parecía ser la punta de un volcán a punto de hacer erupción. La tierra del suelo se torno roja.

De pronto comenzó a salir una gran mano que parecía humana, pero en su mayoría cubierta de espeso pelaje rojo y corto, luego surgió la mano izquierda y se apoyaron en unos gigantescos antebrazos, la cabeza nació literalmente de la tierra misma y cuando llego al cuello, levanto la vista y parecía la cara de un hombre desollado y el pelaje rojo que la cubría acentuaba mas esta característica. Salio el cuerpo y las piernas con los músculos iguales al de los humanos, todo el ser que nos acosaba estaba cubierto del pelaje rojo. Salió y casi alcanzó el techo de la cueva.

Cuando estuvo afuera, soltó una enorme carcajada y nos comenzó a buscar con la vista lentamente, repasando el lugar. Cuando nos localizo quiso aplastarnos con sus manos, pero escapamos gracias a nuestra rapidez incrementada.

- Jamás llegaran a tiempo – nos gritó el demonio – mejor dense por vencidos y unan sus huesos con los demás – señaló la pared de su derecha (izquierda nuestra) – Ahí yo los cuidaré y nada les pasará por el resto de la eternidad ¡Ríndanse o… mueran! -.
- Si hemos de morir – respondí – será con honor – me le enfrenté -.
- Bien dicho, Graham – me dijo Nicolás – aunque pocos seamos los que aún tenemos honor, no loo perdonaremos y moriremos con él – se puso a mi lado -.
- Jamás podría ver otra vez a mi Karina , así que si ella muere en manos de ese maldito (ojalá y no) yo me iré a su lado – se colocó a nuestro lado – Pelea y el que morirá serás tú -.

Comenzó la lucha una vez más. Me lancé sobre el pecho del demonio, éste me dio un puñetazo, Nicolás se saltó y se apoyo en ese brazo y saltó hacia su cara, pero el demonio e hizo para atrás y Nicolás pasó de largo, cayó de pié, pero al fondo de la caverna donde vio un túnel y un espectro de luz, tocó el diamante verde y supe lo que pasaba y luego hizo lo mismo con el azul.

Inspirados pro ver la última puerta al fin, peleamos más ferozmente. Nicolás atacó por detrás aprovechando que estaba ahí. Martín trató de romperle una pierna con un gran golpe y casi lo logra pero dado al tamaño y fuerza del demonio, sólo le provocó una herida con la cuál el demonio se quejó con un espantoso gruñido, aprovechando su queja, salté para darle dos tajadas en el pecho con mis espadas, Nicolás subió a su espalda y le dio unas patadas en la nuca que lo tiraron al suelo. El demonio cayó con la cara al piso. Los tres quedamos frente a él convencidos de nuestra victoria.

Nos vimos los tres y saltamos su brazo para llegar al túnel, cuando imprevistamente, el demonio alzó su cabeza y de sus ojos negros como su alma lanzó un rayo rojo, volamos por el impacto e hicimos surcos en la tierra cuando caímos… ¡El demonio estaba vivo aún! Se incorporó pesadamente y nos vio.

- Vaya – exclamó – No pensé que fueran tan hábiles, pero de nada les servirá su trabajo de equipo. Ustedes ya están muy cansados y yo apenas comienzo -.
- Es cierto – me susurró Nicolás – yo ya estoy jalando aire -.
- Creo que mi fuerza se acaba – dijo Martín también en voz baja - ¿Y ahora? -.
- No se preocupen, amigos – les dije serio – recuerdo bien todas las palabras de Salvor. Cuando les dé la señal todos pasamos al demonio éste rumbo a la puerta, de ahí en adelante será pan comido -.
- Si – dijo Martín – no hay peor lucha que la que no se hace, pero en estos momentos no estamos para hacerla -.
- Así como no hay peor lucha que la que no se hace – dije – no hay peor enemigo que nuestro propio miedo… ¡vamos, muchachos!¡Matémoslo sin misericordia alguna! – nos lanzamos a la lucha -.

Me lancé de nuevo al pecho y el demonio me quiso golpear, le encaje mis espadas como un torero al toro en los puños y las saqué, caí en su abdomen y lo doblé, Martín saltó a su cara y le dio tremendo puñetazo en la quijada, el demonio cayó de espaldas, sorprendido de la acción; Nicolás saltó a su cabeza y le cayó en un ojo, hundiéndoselo, el demonio gruñía de dolor por esto.

Le dije a Martín que le rompiera la otra pierna y asintió, saltó lo más que sus piernas podían y se dejó de caer de cabeza sobre la pierna del demonio que estaba caído en ese momento, tronando así el hueso de la extremidad. El demonio se sentó y nos lanzó un rayo con su único ojo bueno, nos dispersamos y les di la señal a mis amigos, éstos corrieron al túnel tan rápido como las liebres.

Yo iba detrás de ellos y cuando vi. Que cruzaron la línea de sombra que tenía el túnel, me atrapó el demonio con una mano, Nicolás sintió el apretón que me dio el demonio por que éste toco el diamante naranja de mi mano y trataron de regresar. Me vieron en las garras del demonio y trataron de ir a ayudarme.

- ¡Váyanse! – les grité en lo alto -¡Váyanse! Los alcanzaré en un momento -.
- Pe… pero ¿Y si sigue el laberinto? Te perderás – gritó Martín -.
- Claro que no – respondí - ¡Ahora váyanse antes de que los atrape a ustedes también – se comenzaron a dar a vuelta para irse -.
- ¡Ahora morirás! Me dijo el demonio -.
- Eso es lo que tú crees – respondí- ahora sé que es lo que debo hacer y lo haré – le dije enojado -.
- ¿Sacrificarte? – dijo el demonio con tono burlón – Esos héroes ya no existen -.
- No voy a sacrificarme – le respondí – si no a matarte usando todo el poder que me queda – me esforcé por soltarme de su mano hasta que lo logré – Ahora verás de lo que somos capaces -.

Saqué mis espadas y arrojé una al piso, clavándola entre sus piernas, y como no las podía mover, era seguro que ahí se quedaría para llevar a cabo mi plan; enseguida me enfilé contra su pecho y lancé mi espada hacia arriba despidiendo un rayo de luz dorada desde el mango de la empuñadura, el demonio no alcanzaba a comprender que es lo que estaba haciendo yo, pero sintió la determinación con lo que lo estaba haciendo y el poder que se estaba acumulando y trató de hacerse hacia atrás.

- Fallaste y la clavaste en el techo -.
- Eso es lo que tú crees – le dije – tenía que clavarla en el techo paralelamente a la otra espada… -.
- ¿Y para que te ibas a quedar sin armas? – preguntó en el mismo tono burlón de desprecio – sin ellas no eres nada -.
- Ahora verás – lo amenacé – Formé con esto el eje de un cilindro de poder que será tu tumba… es el Ojo del Huracán – alcé los brazos y una energía verde-blncuzca me envolvió - ¡MUERE! -.

Despidiendo de mí toda mi energía, tracé los dos círculos, las rocas en el techo comenzaron a caer con fuerza como si la gravedad las reclamara inmediatamente a su presencia, yo caí rendido y sin fuerza, el esfuerzo fue mas de lo que yo había calculado, pero observé como el demonio sangraba donde recibía los golpes de las rocas al caer. Me tomó del suelo, yo sin fuerza.

- Si voy a morir no me iré solo… ¡Tú irás conmigo! -.
- Debí haberme hecho mas hacia atrás – pensaba yo mientras me golpeaban las rocas – ahora es muy tarde y no me puedo mover -.

En el túnel, Nicolás y Martín se preocupaban por mi. Habían llegado al frente de una enorme puerta dorada con relieves de, al parecer, todas las culturas del mundo. Veían preocupados el diamante de color verde de sus puños. De repente, el diamante verde dejo de emitir esa luz intermitente… había dejado de latir, iban a correr a ver que es lo que había pasado, pero Nicolás se detuvo y Martín con él. Nicolás se sentó en posición de flor de loto y se concentró… recorrió en su mente todo el túnel que habían recorrido él y Martín hasta donde habíamos enfrentado al demonio y vio solo montones de rocas apiladas y mis espadas sobre ellas, se asustó y siguió recorriendo la cámara en busca de algún rastro mío, pero no observó nada… despertó de su trance y lloró. Martín no sabía por que se veía tan exaltado Nicolás y lo tocó, se concentró y vio en su mente las imágenes que Nicolás había visto y también lloró en silencio…

- Graham… ha… ha… ¡NOOOO! – Dijo Nicolás enojado - ¡No puede ser! Seguramente se quitó el traje y… y… y por eso es que la piedra que nos comunica con él no brilla… Si, eso, eso debe ser lo que pasó -.
- No, Nicolás, no – se acercó Martín – él se sacrificó por todos nosotros y ahora debemos seguir – vio la puerta – no dejemos que su esfuerzo haya sido en vano… sé que suena muy duro, pero no tenemos tiempo para llorar por él. Luego pensaremos como decírselo a Rocío. Ahora debemos estar concentrado cine por ciento en la misión y en lo que sigue… ¿Quién sabe qué nos espere más adelante? y debemos estar en nuestros cinco sentidos. ¿No crees, amigo? – lo abrazó -.
- Por primera vez usaste el cerebro… amigo – respondió – y sé que tienes razón – lo abrazó -.
- No p4ensemos en lo que vimos. Apenas comienzas a usar tus poderes y pudo haberse cruzado con tu imaginación. Mejor pensemos en que venía hacia acá y se perdió, ya sabes que es medio bestia para eso. Vamos – lo levantó -.
- Vamos, pues – respondió serio Nicolás – Pero ese maldito del “Secuestrador” no se salvará de mi venganza – cerró sus puños -.
- Sigamos. Guarda esa fuerza y coraje para cuando lleguemos -.

Abrieron la puerta de piedra con mucho esfuerzo. Cuando hubo una abertura lo suficientemente grande para que pasaran, los dos se introdujeron en el gran salón que resguardaba aquella puerta. Nicolás y Martín se quedaron sorprendidos con lo que vieron: parecía el interior de una tumba egipcia, había jarrones y escritos y jeroglíficos por todos lados. Siguieron caminando admirando todo lo que había ahí hasta que algo llamó su atención mas adelante:

- ¡Ayúdenme! ¡Ayúdenme! – se oía una sombra al final del pasillo -.
- ¿Qué es eso? – preguntó Martín -.
- Debe ser alguien… alguna víctima del “Secuestrador” -.
- Entonces… ¡pueden ser las chicas! – Asintió Nicolás con un rayo de esperanza en el rostro – Y ¿qué hacemos aquí paradotes? Vamos – echó a correr Martín -.
- ¡Espera! – Lo detuvo Nicolás – no sabemos si es una trampa o no ¿Qué tal si se trata solo de una ilusión -.
- Si al menos estuviera Graham – suspiró Martín – Podría saber si hubo algún perfume de ellas, yo no puedo reconocer el olor de un camión mal afinado de un perfume -.
- Tienes razón – respondió Nicolás – tiene olfato de perro. Mientras, tendremos que arriesgarnos. Vamos con mucho cuidado -.
- Por la memoria de Graham – dijo Martín – Juro que ese maldito del “Secuestrador” no se me escapará – caminaron decididos -.

Caminaron sigilosamente por todo el pasillo hasta que se acabó. Doblaron hacia la izquierda y vieron una escalera como de cinco mil escalones. La subieron corriendo; su condición física era excelente gracias a los nuevos poderes de los que eran dueños ahora. Llegaron al final de las escaleras y vieron con desilusión que había una pared de negra pintura. Caminaron cansados hasta la pared. Pensaron en regresar, pero cuando estaban tomando el camino de regreso a la escalera para bajar, vieron como una puerta de pesada piedra y extrañas escrituras les cerró el paso. Martín trató de abrirla desde abajo.

- Ni lo intentes Martín – le dijo Nicolás y Martín obedeció – no sé como vamos a salir de aquí, pero ya pensaré en algo. No gastes tus fuerzas inútilmente -.
- ¡Maldición! – gritó Martín - ¡Estamos atrapados en un lugar que quien sabe dónde demonios está y sin poder hacer nada! – golpeó la pared como un signo de su frustración -.
- Podría ser peor – dijo Nicolás – podríamos estar en la escuela -.
- ¡Es peor! – dijo Martín y lo miró - ¡Estoy con alguien que quiere ser filósofo! -.
- Ay, no te azotes que tiembla – se defendió Nicolás – descansa un poco. Aun hay tiempo y ya casi llegamos -.
- ¿Pero como puedes pensar en descansar? – dijo asombrado Martín -.
- Por que relajado pienso mejor – dijo Martín -.

Martín se recargó en el muro y éste comenzó a hace r ruidos extraños. Martín se retiró y vio luz por debajo del muro. Llamó a Nicolás para que viera que era lo que había descubierto. Entre los dos abrieron el muro como cortina de tienda y vieron estupefactos lo que había del otro lado del muro.

- ¿Es lo que creo que es, Nico? – preguntó Martín -.
- Pues creo que sí – le dijo Nicolás – No lo puedo creer, y eso que lo estoy viendo. ¿Cómo vino a parar todo esto aquí? -.
- Nico – lo llamó Martín – podríamos hacer todo lo que siempre hemos deseado con solo tomar un poco de este tesoro ¿no crees? -.
- Claro – respondió – pero luego regresaremos por él. Primero lo primero y eso e rescatar a las chavas -.
- Mira, Nico – señaló Martín al otro lado del cuarto - ¡Una puerta! -.
- ¡Vamos! – respondió emocionado – pero cuidado al bajar -.

Bajaron y se apoyaron en el piso cubierto de pepitas de oro. Se hundían un poco cuando pisaban. De pronto algo los sorprendió. Sin saber como, se encontraron hasta la cintura de oro, no podían moverse, se iban hundiendo poco a poco, como en arenas movedizas. Por mas esfuerzo que trataban de hacer no podían detener el proceso de hundimiento. Poco después se hundieron totalmente y lo único que se le s ocurrió hacer fue cerrar los ojos. Cayeron sobre una superficie dura. Habían caído en dos cuartos distintos, separados.

Martín cayó en un cuarto oscuro, con dibujos que no entendía. Comenzó a buscar una salida pero no la pudo encontrar. Miró al techo del cuarto y vio ocho cuadros formando la “Rosa de los Vientos” de ocho picos, se fueron abriendo poco a poco como la flor a la que representaban y comenzó a caer un polvo, fino y dorado, luego, de las paredes comenzó a entrar un lodo espeso y oscuro que comenzó a inundar el cuarto. Martín se comenzó a desesperar y golpeaba las paredes y corría por todo el cuarto buscando una salida. Cada segundo que pasaba se desesperaba más y más, pues parecía que iba a ser enterrado vivo. No podía pensar claramente ya que la histeria lo había hecho presa de su juego.

Nicolás cayó en un cuarto anaranjado, también adornado con extraños símbolos y dibujos que mostraban humanos muriendo en la desesperación y a pesar de pensar en lo terrible del dibujo, no le decía nada de cómo salir. Buscó una salida pro todos los rincones del cuarto sin éxito alguno. Se sentó recargado en la pared para poder pensar con claridad cuando sintió que el suelo se movía, arrastrándolo hacia el centro del cuarto como si lo fuera a devorar, se paró y el muro chocó contra él, lo estaba empujando hacia el otro extremo del cuarto tratando de aplastarlo. Nicolás trató de resistirse empujando el muro con todas sus fuerzas, pero era inútil: los muros se acercaban cada vez más.

- Debo pensar en algo rápido – pensaba para sí Nicolás – No puedo morir así. No me puedo llevar las últimas palabras de Graham y que nadie se lleve las mías… ¡Eso es!... ¡Las últimas palabras de Graham! “¡No hay peor enemigo que nuestro propio MIEDO!” – se emocionó – solo debo intentarlo, si no, de todos modos moriré -.

Por su parte, Martín estaba hasta el cuello de lodo negro espeso y maloliente. No se podía agarrar de ningún lado. Ya se estaba resignando a morir cuando por su mente pasó lo que habíamos vivido; desde que nos conocimos hasta que comenzó a enterrarlo el lodo. Pensaba tranquilamente.

- Si sólo estuvieran aquí mis amigos – pensaba – podrían a ayudarme o morir conmigo. Ahora estaré con Graham. ¡¡¿¿Cómo no está aquí mi amigo??!! El sabría decirme algo para calmarme… pero lo último que dijo fue que nos fuésemos… y… ¡y lo hicimos! ¡Lo dejamos morir solo! ¿Por qué? ¿Por qué? – Comenzó a llorar – traté de alentarlo con eso de “no hay peor lucha que la que no se hace” – se burló de sí mismo – pero lo único que hice fue alentarlo a suicidarse… ¡Por nosotros! Pero el me respondió con: “¡No hay peor enemigo que nuestro propio MIEDO!” – se quedó callado, como si tardíamente estuviera razonando las palabras - Por fin, ¡Eso es!... ¡Eso es!... enemigo, miedo-miedo, enemigo. Parece como si él ya supiera esto. ¿Pero como haré para salir de este lugar? Le tengo pánico a ser enterrado vivo… ahora sí me enterrarán vivo… podría salir en un abrir y cerrar de ojos si fuera tierra… pero ¿lodo?... ¡Ya sé! – puso manos a la obra -.

Nicolás ya estaba retrasando los muros con sus piernas recargadas en el muro y su espalda en el otro, luego, teniendo confianza en sí mismo, en lo que lo había convertido en un héroe, en lo que lo hacia llevado hasta allí, en las palabras de Norbet y el sacrificio de su amigo, todo le dio fuerza y confianza. Perdió el respeto por el miedo y entonces su traje brilló y fue separando los muros poco a poco. Una vez ya liberado, levantó sus brazos con las manos abiertas hacia los muros y los fue separando hasta devolverlos a su posición original. Termino cansado y se arrodilló. Ante sus ojos se materializó una puerta de marco plateado. Nicolás se olvidó de su cansancio y se incorporó, cruzó el portal y éste desapareció del cuarto. Cuando Nicolás cruzó el portal, miró hacia atrás y vio la puerta al otro lado del cuarto del tesoro, la que había querido alcanzar junto con Martín. Miró a su alrededor esperando ver a Martín sin éxito. Se sentó a esperarlo, confiaba en que hallaría la respuesta como él lo hizo.

En el otro cuarto, Martín se sumergió en el lodo y tocó una de las paredes por donde estaba saliendo. De un puñetazo hizo un agujero en la pared y comenzó a drenar el lodo. Luego salió a donde aún había aire.

- La mejor manera de escapar a ser enterrado vivo – pensó - ¡Es haciendo un bújero grande por donde quepas! – sonrió -.

Una vez drenada la mayor parte del lodo, vio que el fino polvo dorado aún caía sobre sui cabeza. Lo vio y dijo en voz alta:

- Ah, tantito polvo no importa… ¡pero sí molesta! -.

Tomó parte del lodo del piso, que aún no se había ido y lo arrojó al techo, luego le sopló y con eso lo secó y creó un tapón muy efectivo contra l polvillo aquél. Martín estaba dispuesto a hacer un agujero más grande para poder salir de ahí cuando vio un resplandor a su espalda. Se volteó y vio el marco de una puerta de plata. Lo cruzó. En un instante como un parpadeo, se encontró al lado de Nicolás. Se abrazaron.

- Pensé que ya no salías, moreno. Le dijo Nicolás – intenté comunicarme contigo, pero no pude -.
- No importa, flaquito – respondió Martín – me agarró la desesperación, pero gracias al consejo de un amigo pude salir adelante… Vámonos -.

Se enfilaron por el corredor que aún parecía de una antigüa pirámide egipcia. Al igual que en la entrada había muchos jarrones y mesitas de madera, al igual que extrañas escrituras en los muros. Doblaron a la izquierda y siguieron el pasillo.

Texto agregado el 23-11-2007, y leído por 89 visitantes. (0 votos)


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