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Inicio / Cuenteros Locales / keilin / El Secuestrador capitulo VII

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Las espadas iluminaron un pequeño orificio al pie de la montaña. Lo examinamos. Metimos primero a Nicolás y solo se escuchó como gritaba mientras su voz bajaba de intensidad. Martín y yo nos quedamos mirándonos sin saber que decir. Seguí yo; me metí al túnel, primeramente la cabeza. El principio fue plano, pero estaba muy oscuro, de pronto mis manos resbalaron y caí, era una especie de tobogán, pero era de piedra y muy resbalosa, como si tuviera de ese musgo viscoso, solo que no había tal cosa. Caí al suelo y di como cinco vueltas; Nicolás me recibió; yo, mareado, me paré, nos pusimos al final del tobogán, luego reaccionamos ya que nos acordamos de Martín y nos quitamos de un brinco. Martín llegó más lejos que yo. Lo paramos todo mareado.

- ¡Oouuuch! – dijo Martín sobándose la cabeza – Apa viajecito ¿no? -.
- Y que lo digas – respondí -.
- ¿Dónde estamos? – dijo Martín – Ya me deshubiqué -.
- En una cueva – respondió Nicolás – Sigamos por allá – señaló un túnel – Es el único lugar que tenemos para salir -.
- Pues vamos – dije - ¿Han visto mis espadas? – los miré -.
- No – respondieron los dos –
- Las has de haber dejado allá afuera – dijo Martín – acuérdate que las clavaste en la tierra para que te alumbraran -.
- ¿Y las quitaste?- negó con la cabeza – Que bestia – me reí – espérenme -.

Cerré mis ojos y mis guantes brillaron. Enseguida vinieron mis espadas y se pusieron en mis manos. Los miré diciéndoles “¡eeeehhh!”. Me pegaron un zape y nos encaminamos por el túnel.

Caminamos cautelosamente, ya que el túnel se iba estrechando cada vez más hasta que tuvimos que caminar a gatas. Yo por el frente ya que iba alumbrando el camino e iba tumbando parte de la pared por que Martín ya se había atorado una vez. De pronto terminó el túnel y se abrió a un muy extenso claro, caminé un poco hacia delante seguido de Nicolás y después de Martín. Nos asombramos al ver ese paraje cavernoso, que a pesar de ser algo tan malvado, despedía tanta belleza. Estaba iluminado por un tragaluz natural, se veían las estalagmitas que colgaban del techo cual pendientes de mujer, brillaban las gotas de agua que aún se filtraban. Por nuestras mentes pasó toda aquella belleza que as palabras no alcanzan a describir. De repente, nuestra vista nos llevó al suelo y vimos un laberinto que no acababa nunca, sino que seguía por una cueva, más adentro. Vimos nuestros pies y estabamos en la orilla de una pendiente. Nos deslizamos sobre ella. Nicolás se encontró un hoyo y rodó cuesta abajo y llegó más rápido que nosotros.

Una vez abajo, nos encontramos frente a la entrada del gran laberinto que era como una cara; los postes de soporte eran dos grandes colmillos; en el suelo y en la parte de arriba parecían dientes, grandes y filosos; arriba de los “dientes” había dos enormes piedras en forma de paralelogramo que en cuanto las vimos se encendieron de fuego y una risa siniestra se dejó escuchar por todas las paredes de la cueva. Entramos poco a poco y un poco temerosos de que aquellas fauces se cerraran, escuchamos unos ruidos extraños y cuando terminamos de pasar aquella extraña entrada esta pareció comernos por que los colmillos de piedra crecieron de pronto bloqueando la entrada en cuanto pasamos.

- ¿Viste eso? – me preguntó Martín -.
- ¿Que si lo vi? – respondí – lo sentí, moreno -.
- No hay tiempo para asustarse – dijo Nicolás - Sigamos -.
- Pero… ¿por dónde? – preguntó Martín – Por si no lo has notado, esto es un LABERINTO -.
- Ya lo sé – respondió después de un momento de pensar un momento – Graham nos ayudará a encontrar el camino -.
- ¿Yo? ¿Cómo? - pregunté extrañado - ¿De qué hablas, Willis? -.
- Mira, como el “secuestrador” supongo que tuvo que pasar por aquí, así que si Martín y yo pensamos en Karina y Gisela y
tú en Rocío, amplificado por tus poderes, podrás sentir el aura de ellas y así seguir el camino. ¿Comprendes? -.
- Muy bien – respondí – formemos un triángulo por ser la figura más enigmática -.
- ¿Por qué? – dijo Martín -.
- ¿No has oído hablar del “Triángulo de las Bermudas”? – Asintió – Bien, pues formémoslo – lo hicimos – Ahora
concéntrense en ellas – respiré hondo – Si llegan a sentir un cosquilleo, no se preocupen, supongo debe ser normal -.

Nos concentramos en las chicas. Mi cuerpo comenzó a expandirse, tal parecía que me estaba llenando de sus pensamientos y su energía, los sentía en mi cabeza y en mi cuerpo. No pudiendo más, rompí el triángulo y salieron chispas doradas de las manos y me caí. Nicolás y Martín se asustaron y me levantaron; reaccioné y veía todo en negro y rojo, pero en medio del laberinto alcanzaba a ver una especie de bruma escasamente anaranjada que trazaba una ruta por el laberinto y sus paredes.

- ¡La veo! ¡La veo! – dije emocionado - ¡Es por allá! – señalé a la derecha – Vamos antes de que se me quite esta visión -.
- Ve a la cabeza, Graham, para que sea más rápido – dijo Martín – tenemos que llegar ya, nos ha de quedar poco tiempo -.
- Bien, vamos – respondí y corrimos – doblemos aquí a la derecha, sigamos de frente. ¡Oh no! – exclamé no puede ser -.
- ¿Qué pasa? – dijo Nicolás - ¿Qué te sucede? -.
- El aura esta desapareciendo de mis ojos – respondí – Vamos a la izquierda y a la derecha en el segundo pasillo, alcancé a ver hasta allí antes de que desapareciera el rastro por completo. Es todo lo que tenemos. Vamos -.
- ¡Cuidado! – Gritó Nicolás – Esperen -.
- ¿Qué onda, flaquito? – pregunté - ¿Por qué tan alarmado? -.
- Está muy oscuro y callado. ¿No es algo extraño? – respondió -.
- Si - dije – Huelo el agua -.
- Ay no m… me inventes – dijo Martín – aquí no debe haber ag… - se escuchó como una ballena saltando -.
- ¿Qué pasó, moreno? – ¿Se te mojo el pañal? -.
- Ja, ja, chistoso – se salió del agua – Miren – nos fijamos en él – conforme voy saliendo del agua me voy secando -.
- ¡Es cierto! – dijimos a coro -.
- Vaya que son especiales los trajes – dije -.
- Pues que esperabas – Me dijo Nicolás – Martín es soluble en agua y el traje no se puede quedar sin él ¿No crees? -.
- ¿Qué haremos? – dijo Martín – Este charco esta muy grande y parece haber lodo en el fondo, lo sentí cuando estuve ahí -.
- ¿Por qué no saltamos? – comenté – Así será más fácil -.
- No creo – dijo Nicolás – Esto está muy tranquilo -.
- ¿Qué? ¿Crees que haya una lagartija marina? – dijo Martín -.
- Tal vez – dijo Nicolás – pero lo comprobaremos – tomó una tabla y puso rocas en ella – ahora la haremos pasar al otro lado -.

La aventó y flotó despacio y sin problemas pro el agua. Cuando llegó al centro del río, el agua comenzó a burbujear y algo salió de ella, como no había luz y aun no nos acostumbrábamos alo oscuro, solo vimos una sombra como de un calcetín que saltó y hundió la tabla junto con él. Hicimos un nuevo intento, Nicolás tomo otra tabla del viejo y podrido cajón que había allí y lo lanzó por el aire… nuevamente saltó aquella extraña sombra y la interceptó en su vuelo.

- Creo que es inútil – dijo Nicolás - Parece que no podremos pasar -.
- Caro que sí – dijo Martín – déjenmelo solo cinco minutos – dijo golpeando sus puños – a ese pescadito me lo voy a freír -.
- ¿Quieres ver algo Martín? – asintió – ven – le dije mientras nos acercabamos al agua -.

Alboroté el agua de la orilla del río, Martín se hincó junto a mí y quedo anonadado. Algo nos saltó a la cara, con un movimiento tan rápido como el del animal. Tomé mi espada y lo corté en dos pedazos, una parte cayó al agua y la parte de la cabeza y la mitad del cuerpo cayeron fuera del agua junto a nosotros. Parecía un pez, pero en vez de aletas tenía pequeños brazos que terminaban en una diminuta mano con cuatro pequeños dedos, sus dientes eran como los de una piraña, capaces de desgarrar lo que se les pusiera en el frente además de unas terribles púas en el cuerpo que al parecer lo protegían de otros depredadores, pero por otra cosa, era un pez común y corriente.

- A eso nos enfrentamos – le dije a Martín - ¿Quieres filete o sopa de pescado “secuestrado” a la laberinto? – pinché el pez con la espada y se lo puse a Martín cerca de la cara -.
- Mejor piensa en algo, Nico – dijo Martín mirando el pescado -.
- Pues no se como – nos respondió – pero por el momento no se me ocurre nada -.
- Será verdad, será mentira, será la vieja del otro día - dijo Martín burlándose de Nicolás – muchachos: a veces la fuerza sirve, y en casos como éste que no tenemos razón… propongo que usemos nuestras habilidades para ir saltando por encima del agua e ir golpeando a cuanto pez se nos atraviese en el camino. ¿Qué piensan? -.
- ¡Que por fin se te prendió el foco! – respondimos a coro -.
- Está bien – dije- manos a la obra -.

Respiramos hondo y nos dispusimos a cruzar el inmenso río que más bien parecía un lago. Di el primer paso y mi pie se hundió un poco en el agua, pero luego se puso al mismo nivel, era como si caminara en un terreno de lodo, me siguieron Nicolás y Martín, con un poco de inseguridad se posaron en el agua, y una vez los tres en el agua, comenzamos a trotar, luego a correr; comenzó el ataque de aquellos peces extraños, corrimos más aprisa, pero nos interceptaron. Estábamos a mitad del lago y nos pusimos a combatir al enemigo con golpes y patadas, Martín paso por en medio de nosotros dos, y ya iba a llegar ala otra orilla cuando un puño lo golpeó y lo lanzó contra el techo, marcando su figura en la piedra y cayendo al agua de nuevo. Se incorporó y nuevamente quedó al nivel del agua

Contaba con la fuerza mágica del “Secuestrador”. Martín se lanzó contra el monstruo, no notaba que sus brazos brillaban con una luz blanca-azul; le descargó un tremendo golpe sobre el abdomen y el demonio voló a la otra orilla del lago. El demonio se lanzó también sobre el pequeño Martín y le lanzaba golpes de fuerza descomunal, Martín anteponía sus escudos entre su agresor y él, los golpes lo deslizaban cobre el agua, cuando podía, Martín contestaba los golpes con patadas y puñetazos, y mientras lo golpeaba, pensaba en Karina, eso aumentaba su fuerza espiritual y sus ganas de ganar.

- Mira a Martín, Nicolás – le grité mientras luchaba -.
- ¿Qué es eso? – me preguntó -.
- No sé, pero es muy grande – le respondí – Hay que ir a ayudarlo -.
- Pero primero hay que deshacernos de estos bichos – me gritó -.

Martín continuaba luchando, el demonio le decía a Martín de cómo su carne y su sangre iban a ser para él y que no llegaríamos a tiempo para salvar a las chicas, lo cual hacía a Martín esforzarse mas a cada instante, Martín ponía mas coraje en sus golpes y no ponía atención a que el demonio lo estaba estudiando. En un descuido de Martín, el demonio juntó sus manos y descargó una energía térmica sobre Martín, quien voló muy lejos sobre el agua, pero se levantó sobre el agua y corrió hacia el monstruo a continuar su lucha. Recibió un par de descargas mas y sentía que el aire le faltaba, se estaba cansando y al fin uno de los golpes hizo que su cabeza se desbloqueara y comenzó a usar el cerebro.

- Cada vez que intento golpearlo es cuando junta sus brazos y entonces sale esa terrible descarga que siento que me quema hasta lo más hondo de mi ser – pensaba Martín – Ahora tengo un plan, si funciona ya la hice, si no... jamás volveré a ver a Karina – se preparo -.

Martín comenzó a correr nuevamente hacia el monstruo. Cuando él pensaba en golpearlo, el demonio juntaba sus brazos y brillaron y dejo al descubierto su deforme cuerpo, Martín saltó para golpearlo en la cabeza; el monstruo junto sus manos para terminar de una vez con Martín, peor este esquivo la descarga y nos pegó a Nicolás y a mí y de paso exterminó a los peces salvajes. Nicolás y yo quedamos inconscientes a causa del golpe tan repentino que nos tomo por sorpresa. Martín vio como la energía que lanzó el monstruo nos incrustó contra la pared y eso encendió de nuevo su furia. Saltó nuevamente , entrelazó sus dedos y golpeó la cabeza del monstruo con una fuerza que hubiera abierto una grieta en la Tierra hasta partirla en pedazos, la cabeza del demonio tronó como nuez. Ya caído el monstruo, muerto, Martín dejo ir su coraje sobre el cuerpo inerte de la criatura hasta casi destrozarlo por completo. Cuando sintió que había acabado completamente con él, recorrió el cuerpo son sus ojos, estudiando aquella monstruosidad, y como si algo lo impulsara a hacerlo, luego nos miró e iba a comenzar a correr hacia donde estábamos, pero algo llamó su atención: un brillo extraño dentro del cuerpo del monstruo. Se acercó y lo too entre sus manos, brillaba conforme lo acercaba a su cara, era un enorme diamante. De pronto, el diamante levitó y se elevó, el traje que traía puesto lo abandonó y después el diamante se fusionó con el traje. Bajó y, levitando, se podó frente a Martín.

- Gracias, Martín... gracias – dijo la voz dentro del traje -.
- ¿Tú... tú sabes mi nombre? – dijo Martín asombrado - ¿Cómo? -.
- Yo sé muchas cosas. Alguna vez yo porté este traje como tú lo haces ahora – respondió la voz- Yo soy Títaro, hijo de Júpiter. Una vez pensé que la fuerza podía vencerlo y hacerlo todo, pero me equivoqué. Cuando Zathmat llegó a este planeta, los dioses nos mandaron a Salvor, hijo de Venus, Norbet, hijo de Marte y a mí a acabar con el demonio que azotaba a la humanidad nueva en el planeta -.
- Un momento – interrumpió Martín - ¿Quién demonios es el tal... zastre... zacatas... ¡Zathmat! ese que dices? ¿Eh? -.
- Es el demonio que ustedes conocen como “El Secuestrador” – le respondió – pero nos derrotó, por que cuando venimos por segunda ocasión, nos sorprendió con un ejercito de demonios como éste, pude aplastar a muchos, fue una lucha encarnizada, pero me derrotaron y quedé atrapado en el cuerpo de este demonio, Morset, que acabas de matar -.
- ¿Cómo? ¿Al hijo de Júpiter lo derrotaron? – dijo sorprendido e incrédulo – entonces ¿Qué se puede esperar de simples humanos como nosotros? -.
- Más de lo que te imaginas – respondió – Ustedes tienen algo que los dioses no tenemos: poder triunfar aun cuando todo parece estar en contra, una causa: el amor – se fue elevando – ahora, Martín, cumple tu misión y recuerda: “la fuerza no lo es todo, pero sirve mucho – desapareció en el techo infinito de la cueva -.

El traje volvió a Martín quien aun no podía creer lo que había pasado ni en lo que acababa de escuchar, peor reaccionó y entonces supo que su misión era verdadera. Por un momento se olvidó de nosotros, pero algún chispazo en sus neuronas lo obligó a ir con nosotros y auxiliarnos. Nos despertó.

- ¿Qué pasó moreno? – le dije con todo mi cuerpo dolido -.
- Nada, nada, pero hay que irnos ya – respondió -.
- Ay – se quejo mientras despertaba Nicolás - ¿Qué me golpeó? -.
- Levántate y anda – le dijo Martín – hay poco tiempo -.
- Es cierto – dije levantándome – aun no sabemos cuanto falta. Vámonos -.

Ayudamos a levantarse a Nicolás, luego pasamos el lago corriendo. Seguimos el camino del aura y llegamos a un túnel, era la parte que se veía más allá de la roca cuando vimos por primera vez el laberinto. Le seguimos la pista a ciegas por el túnel. Llegamos a 2 túneles mas, no sabíamos por donde ir y yo estaba muy agotado para tratar de ver nuevamente el aura de las chavas. Nos quedamos pensando, cuando unas risas agudas nos separaron de nuestros pensamientos: era un ejército de pequeños demonios que nos estaban rodeando. Nos pusimos en guardia con nuestras espaldas juntas.

- Son demonios – les dije -.
- Si no nos dices ni cuenta nos damos – dijo Martín sarcásticamente -.
- Con lo que quieran ahora es damos su merecido – dijo Nicolás envalentado al ver su tamaño -.
- Hay que hacerlo rápido – dije – No hay mucho tiempo -.
- Tenemos que escoger el túnel – dijo Martín -.
- Yo se cuál es – dijo Nicolás -.
- ¿Cuál? – preguntó Martín – Vámonos -.
- Es la que están cubriendo los demonios – le grité a Martín -.
- No... – dijo Nicolás y cayó -.
- ¿Qué le pasó a Nico? – dije -.parece que lo golpeó un demonio – dijo Martín mirándolo de reojo -.
- Pues hay que protegerlo – lo rodeamos -.

Comenzamos a luchar, los demonios saltaban hacia nosotros; nosotros golpeábamos sus verdes y escamosas pieles, ellos salían disparados en el aire, los que no morían se arrojaban de nuevo sobre nosotros, arrastrándose, lisiados, etc., yo intenté cortarlos con mis espadas, pero cuando los cortaba se duplicaban, así que desistí de usar mis espadas y comencé a usar mis puños. La pelea no parecía acabar, con cada parpadeo parecía que venían más y más.

No sé cómo sucedió, peor parece que al tocar yo a Martín, los pensamientos que en esos momentos nos invadían los entrelazamos, entonces le comuniqué que usáramos nuestra energía interna. Martín junto sus manos a su pecho y concentró su fuerza en sus puños, éstos brillaron con una luz blanqui-azul; yo puse mis manos en extendidas en el hombro opuesto, cruzando los brazos y concentrando mi energía en ellas, brillaban con una luz verde-blanca. Dos gritos enormes se dejaron escucha en la cueva: eran los gritos de dos guerreros, el de Martín y el mío que salieron cuando extendimos nuestros brazos, nuestros ojos brillaron y una luz del mismo color de nuestra energía salió del espacio de nuestros ojos y del espacio entre nuestros brazos pegando de lleno en los demonios de toda la cueva, los que se hacia a un lado acababan rostizados por el calor inmenso de aquella energía del aura que lanzamos hacia el frente. Un enorme rayo de luz ilumino y llenó el espacio de toda la cueva y hubo un enorme silencio, después de que pasó el rayo de luz vimos los cuerpos quemados de los demonios, aún derritiéndose en el piso y en las paredes de la cueva. Caímos de rodillas al suelo , estábamos agotados por el tremendo esfuerzo. Nos miramos y, dentro del traje que no nos permitía vernos físicamente, sabíamos que el otro estaba sonriendo al verse realizada una difícil victoria. Gateamos hacia Nicolás y lo tratamos de despertar. Luego de unos golpecitos en la cabeza, las piernas, las costillas y el abdomen logró abrir sus ojos que no veíamos por el casco.

- ¿Qué pasó compañeros? – nos dijo y lo abrazamos - ¡Órale! Aquí no -.
- Ya levántate – le dije jadeante – aún queda camino por seguir -.
- Sí. Qué túnel debemos tomar “cerebro” – dijo Martín -.
- El de la izquierda – respondió Nicolás levantándose - Ése es el buenas -.
- Pero los demonios cubrían el otro – le dije - ¿Nos crees que sea ése?¿Qué por ahí deberíamos continuar? -.
- No. Eso es lo que querían que pensáramos – dijo Nicolás de pie – Ahora Vámonos -.
- ¿Y si nos equivocamos? – dijo Martín – nos puede costar muy caro el error, Nico -.
- Yo lo sé ¿O que crees que no amo lo suficiente a Gisela como para equivocarme en estos momentos? – se le enfrentó a Martín -.
- Por nuestro bien y el de las chavas, espero que estés en lo correcto, amigo – le puse mi mano en el hombro – Yo confío en ti -.
- Yo también – dijo Martín – Vámonos, hay que apurarse -.
- Si, Vámonos – respondimos a coro -.

Nos metimos en el escabroso y estrecho túnel circular. Yo iba adelante, proporcionando luz con mis espadas. Nos fuimos gateando ya que el túnel no reunía las medidas para ir de pie, caminando. Luego de un largo rato de andar esquivando estalactitas y estalagmitas, vimos el túnel que estaba cerrado por las mimas como una gran dentadura que te tiene prisionero.

- ¿Ya ves? – dijo Martín – Te lo dije, baboso -.
- No te enojes, Martín, al menos ahora sabemos que este no era el camino – le dije tratando de conservar la calma y disculpando a Nicolás – Claro, eso no le quita lo baboso a Nicolás, verdad -.
- Ya déjense de chismes – dijo Nicolás algo enfadado – Claro que es por aquí, fíjense bien en las rocas, par de comadres, tienen distinto color a las que están aquí atrás ¿Ven? -.
- ¿Y con eso qué, quesadilla de seso? – le dijo Martín disgustado -.
- Pues – respondió Nicolás – que al no tener la misma pigmentación que las demás, eso quiere decir que o no tienen tanto tiempo, son una imitación o algo las lijó o desgastó y por eso parecen un poco más nuevas -.
- Y eso quiere decir que... – dijo Martín adivinando algo que no sabía -.
- Que son... mo-vi-bles – completo Nicolás poco a poco -.
- Muy bien – interrumpí – voy a cortarlas – preparé mis espadas -.

De un solo tajo conseguí que las formaciones rocosas se destruyeran y dejaran libre el paso. Gateé hasta adelante ya que aún continuaba obscuro. Mi mano no tocó mas suelo y casi caigo hacia lo desconocido, no veía nada y parecía que algo se comía la luz. Formamos una escalera humana para ver si había suelo un poco más abajo, yo sostenía a Nicolás y Martín a los dos, Martín por mas que se estiraba y nosotros también no pudimos conseguir ni un ápice de suelo; bajé con mis espadas y disparé luz con ellas hacia abajo, pero nada aparecía, así que subimos.

- Nos encontramos en un gran dilema – dije un poco resignado -.
- Parece que si me equivoqué – dijo Nicolás triste - ¿Y ahora? -.
- No se den por vencidos, muchachos – dijo Martín volviéndonos a dar ánimo – debe haber una forma de cruzar y la encontraremos, después de todo esto lo haría cualquiera si fuera así de fácil -.
- Tienes razón, moreno – le dije, pero ¿A qué horas encontraremos ese paso? -.
- No puedo creer que te arrepientas y te resignes así como así, Graham – me dijo Martín -.
- Sí – se metió Nicolás – Tú nos enseñaste que el camino es muy largo para quedarse a la mitad – me miró – Ahora eres la cabeza de este grupo y además recuerda que ya tienes tu destino pintado... ¡No lo dejes! -.
- Me volvió el color, muchachos, gracias – respondí – Ahora verán que si hay una salida – sentí su felicidad por que es una parte del amor... mi poder – Atrás -.

Tomé una estalagmita y la arrojé al frente; mis oídos alcanzaron a captar varios roces más con el viento, también escuche como la estalagmita se estrello con algo sólido al otro lado de lo que parecía ser un abismo, pero me quedó la duda de aquellos extraños y cortos zumbidos agudos que también escuché en el aire. Ideé un plan.

- ¿Oyeron? – les pregunté -.
- ¿Qué? – me preguntaron -.
- La estalagmita se incrustó en algo sólido mas adelante – les dije – pero hubo otros pequeños zumbidos que al parecer vinieron de abajo -.
- ¿Qué piensas hacer, Graham? – me preguntó Nicolás -.
- Ja, mira quien pregunta ahora – dije – Bueno, este es el plan - se acercaron – Martín, tu te acostarás en la orilla del túnel y nos aventarás al frente ¿Entendido? – asintió Martín -.
- Peor primero aventarás otra estalagmita para saber que fueron esos zumbidos ¿O.K.? -.

Martín tomó su posición y arrojó al estalagmita al frente y con mis espadas iluminaba su trayecto y fue cuando vi unas pequeñas cosas que parecían ser puntas de lanza, le pedí a Martín que repitiera la operación una vez más y una vez mas las vi, pero esta vez iluminé hacia abajo y vi que no pasaban por una gran línea recta y siguiéndola se llegaba a otro túnel, les avisé a mis amigos. Martín nos iba a lanzar cerca del otro agujero, encima de la línea por la que no corríamos peligro, a pesar de que teníamos los trajes, no sabíamos si eran impenetrables o nos podrían ayudar en eso y como tampoco sabíamos si volaban o algo así. A mí me arrojó primero ; iba con mis espadas al frente para no quedar inconsciente si llegaba a chocar con pared, así que mi espada amortiguaría mi viaje, le préstela otra a Nicolás. Martín nos lanzó y tuvimos éxito en la misión Nicolás y yo, pero Martín tenía sus dudas. Le dijimos que controlara su peso, que él era capaz de hacerlo y se sostuviera de las espadas incrustadas en la roca, así lo hizo y en un momento se nos unió. Seguimos por el túnel.

Mientras gateábamos por el otro túnel , le contábamos a Nicolás como extrañamente nos comunicamos Martín y yo con solo tocarnos y como disparamos esos extraños rayos de luz que derrotaron a los demonios, rostizándolos. De pronto sentí que el suelo se ponía resbaloso, les avisé a Nicolás y Martín que tuvieran cuidado. Cuando comencé a avanzar nuevamente sentí como me resbalé y comencé a caer en una gran resbaladilla, llegamos a un punto bajo y se siguió al mismo nivel y en esta parte de esa resbaladilla entramos a una cámara enorme por la cual pasaba agua y había una gran cascada, enorme al igual que la cueva donde se encontraba, el río se perdía en la penumbra, luego al entrar a otro túnel continué bajando y sentía calor como si estuviésemos en un volcán. Vi una luz después de varias vueltas y desniveles, pensé que estaríamos en el suelo, pero mi sorpresa fue mayor al encontrarme a una altura como de 20 metros del suelo más próximo. Caí sobre mi espalda y al voltear a ver a los chavos, vi como Martín y Nicolás salían disparados como balas de un cañón y eso era por que lo tomaron como un tobogán y por eso tomaron mayor velocidad que yo. Ellos cayeron delante de mí sobre su abdomen.

Revisamos el lugar, parecían ser dos paredes de una gran abismo, y nosotros en el fondo, pero no había forma de salir de allí, por lo que decidimos separarnos y buscar alguna salida para continuar nuestra misión. Martín vino conmigo a la derecha de donde caímos y Nicolás se fue a la izquierda. Martín rompió el silencio que nos envolvía.

- ¿Sabes quién es Zathmat? -.
- “El Secuestrador” ¿no? – respondí – ¿por qué la pregunta? -.
- ¿A poco ya sabías? – me dijo extrañado – ¿Quién te lo dijo? -.
- Me lo dijo Salvor, el hijo de Venus. ¿Recuerdas al primer demonio al que derrotamos? – dijo que no con la cabeza – el de los dardos, del que me salvaste y estrenaste tus escudos – Asintió Martín – bueno, dentro de él, cuando lo vencí había un gran, pero gran diamante, ése era Salvor, me contó la historia de Zathmat y de cómo Títaro y Norbet lo vencieron y fueron vencidos... ¿Ya conoces la historia? – lo miré -.
- Sí – respondió – el demonio de los peces esos raros también tenía un diamantote dentro de él, ése era Títaro y también me contó la misma historia que a ti. ¿Crees que conozcamos al otro cuate, este... Norberto ¡no! ¡Norte!... no... ¡Norbet! -.
- Tal vez – le dije – pero no lo creo. Pero ese le correspondería a Nicolás, ya ves que se pusieron nuestros trajes -.
- Es cierto. Mira – señaló - ¡Un hoyo! Y no te presto nada -.
- De veras. Vamos – corrimos al agujero aquél -.

Nos introdujimos al agujero que era una pequeña cueva en la roca, caminamos unos minutos y llegaos a una cámara que estaba iluminada por unas antorchas en la cuál se encontraban reunidas una pequeñas criaturitas como monstruitos alrededor de una gran caldero que hervía. Creímos que estábamos en la pista correcta, así que íbamos a ir por Nicolás, pero alcancé a oír algo de lo que los demonios decían no sé por qué le entendía, simplemente sabía lo que decían.

- Escucha, moreno – le dije a Martín deteniéndolo -.
- ¿Qué? – susurró -.
- Acércate – lo pase de mi lado -.

- Muy bien, compañeros – decía un demonio de color oscuro – la sangre de las víctimas podrá sostener al maestro otros seis o siete años más – todos estaban celebrando -.
- ¿Cómo sabremos que los hijos de los dioses no llegarán? – preguntó un demonio con cuernos -.
- Fácil – respondió el demonio oscuro – destruyendo el único mapa que existe de éste lugar antes de que lleguen a descubrirnos – sacó de una extraña tela platinada un papel amarillento – Éste -.
- ¡Zazú lo hará! – se acercó un demonio sin un brazo – Dádmelo -.
- Todo a su tiempo – dijo el demonio oscuro – primero hay que celebrar. Con los demonios que mandé, ahora han de estar corrigiendo su error -.
- ¡Siiiii! – gritan todos - ¡A celebrar! -.

En extraños recipientes que introducían al caldero, tomaban un extraño líquido que olía a excremento de rata, pero que parecía encantarles.

Todo en esa pequeña cueva parecía una fiesta como ninguna otra. Martín y yo ideamos un pan para arrebatarles el mapa que dejaron en un cojín púrpura al lado del caldero, estaba cubierto por una jaula de ramas de árbol.

Lancé una de mis espadas al caldero y lo tiré, mientras los demonios no sabían que había pasado y hacían lo imposible por que se derramara todo, Martín se adentró a un rincón cerca del demonio oscuro; lancé mi otra espada y rompí la jaula que contenía el mapa, todos voltearon a verla y yo llamé a mis espadas, todos los pequeños demonios voltearon a verme y, mientras se lanzaban sobre mi, Martín tomó el mapa y golpeó al demonio oscuro, cuando lo hizo, junté mis espadas y deslumbré a los demonios, Martín se puso junto a mi y yo me despedí de los demonios y no vi acercarse a uno por detrás, un demonio con alas que me tiró; Martín se regresó a ayudarme y le desgarraron el mapa, pero salimos corriendo. Una vez en la entrada de la cueva, tiramos las rocas de encima y dejamos a los demonios atrapados en su guarida.

- Buen trabajo, moreno – le dije – salimos con el mapa -.
- Con medio mapa, torpe – me lo enseñó – de no estar haciendo tus payasadas de despedirte, ese demonio tuerto no habría roto el mapa -.
- Bueno, bueno, perdón – le dije disculpándome – solo esperemos que no se hayan llevado la parte que nos falta de recorrer – miramos el mapa – mira, ésta es la entrada al laberinto, así que aquí debemos estar. El camino correcto es del otro lado, pero creo que siempre si se llevaron la mejor parte del mapa, solo aparece una gran cámara y algo así como una casita… ¿Qué hacemos, moreno? -.
- Pues por lo mientras, ir con nico, a lo mejor ya encontró el camino – corrimos -.

Nicolás había llegado al otro lado de la cueva y vio dos entradas, una a la izquierda y otra a la derecha, se metió a la izquierda. Luego de caminar sigilosa y cuidadosamente, llegó a una gran cámara redonda. Vio en la pared tres huellas de manos encerradas en un círculo cada una y con unos extraños jeroglíficos arriba de cada una. Gracias a su poder del saber, casi nada el era desconocido y entendió esa extraña escritura, pero eran palabras desconocidas para él, las palabras eran: NORBET, SALVOR, TÍTARO; se quedó extrañado al no comprenderlas, pero como no vio camino a donde seguir, intentó regresarse, pero algo le impidió el paso…

Un enorme demonio de pelaje blanco y brilloso le tapó la entrada. Nicolás lo recorrió de pies a cabeza, era un demonio de piernas cilíndricas que parecía no tener rodillas, pero donde terminaban las piernas, un cuerpo similar al primer demonio surgía de ahí, los brazos eran parecidos a las piernas, parecía no tener codos; sus manos parecían ser dos garras de tigre, pero armadas con enormes uñas que hacían surcos en la roca; así mismo, los antebrazos tenían unos huesos afilados que se exponían como espadas también de color blanco; su cabeza parecía un cráneo humano, sólo que éste tenia ojos rojos como la sangre y enormes que parecían desorbitarse para salir a atacar. Nicolás saltó hacia atrás y le habló.

- ¿Quién eres tú? ¡Responde! -.
- ¿No me reconoces? – respondió el demonio con una voz grave y gutural – No importa, de todas formas acabarás muerto… Hijo de Marte, ahora serás un hijo de la MUERTE – echó a reír -.
- Eso lo veremos – se puso en guardia -.

Comenzó la lucha, volaban patadas y puñetazos, algunos de Nicolás y otros mas del demonio blanco que hacían volar a Nicolás. Luego de unos momentos de lucha, el demonio vio a Nicolás sin aliento y le habló, tenia un plan para derrotarlo…

- Dime una cosa, muchachito – lo señaló - ¿Por qué estás en esta lucha con tus amigos? Los he observado, yo fui quien le dijo al amo de su existencia en sus territorios. He visto que el más grande encontró su destino y por él lucha, al gordo, por que acaba de obtener lo que nunca había tenido: el amor verdadero, pero tu… tu… ¿Qué? – corrió hacia él y lo levantó por el cuello – dime tu ¿por qué luchas? Puedes tener el amor con solo tronar los dedos, puedes dar tu amistad a quien quieras, no eres mas que un estorbo en esta lucha decidida a favor del amo – lo azotó en la pared -.
- Es cierto – pensaba Nicolás - no sé que hago aquí, con todo el poder que se me ha dado no puedo resolver el dilema. Lo mejor será que yo muera. Gisela se merece algo mejor, yo sé que lo puede encontrar. No me resistiré más a sus ataques -.
- Estás convencido ¿No? – dijo el demonio – Sabes que lo que digo es verdad. Ahora morirás – comenzó a golpearlo sin piedad -.

Martín y yo llegamos al otro extremo, pero no vimos a Nicolás, vimos los dos agujeros y decidimos investigar.

- ¿A dónde se habrá metido el flaquito? – dije – Hay que encontrarlo -.
- Pero ¿Por done empezamos a buscar? – dijo Martín - ¿Nos separaremos? -.
- No – conteste – hay que buscar sus huellas, aun estoy débil para sentirlo. Busca, moreno – nos agachamos – mira… éstas son sus huellas, van a la derecha, pero terminan antes de la entrada. como me gustaría ver mejor esto – como obedeciéndome, los lestes protectores acercaron las huellas - ¡Veo! – me puse de pie -.
- ¿Estabas ciego? – dijo Martín -.
- No, parece que los lentes protectores se pueden convertir en una especie de lupa – me agaché otra vez – Mira, aquí se ve barrida la tierra, parece que no entró aquí, vamos a la otra entrada -.

Nos metimos y estaba todo oscuro, así que pedimos ver mejor y nuevamente los protectores nos hicieron ver tan claro como el día. Comenzamos a recorrer el túnel y llegamos a uno donde se dividía. Le dije a Martín que se siguiera de frente, que al parecer Nicolás no lo había visto y se siguió de frente, yo tomé el túnel que se iba hacia arriba por que se que al flaquito le gusta lo difícil.

Recorrí algunos metros verticalmente y luego todo se hizo horizontal, vi una luz adelantes. Martín siguió de frente, pero su camino fue muy plano, él también vio una luz al frente y corrió hacia ella y cuando llego, vio como el demonio estaba golpeando a Nicolás y corrió a defenderlo, le metió un golpe con el hombro y estrelló al demonio contra la pared, luego se puso enfrente de Nicolás para servirle de escudo. El demonio corrió hacia Martín para matarlo también, pero veía que sus escudos eran impenetrables.

Yo llegué a la luz y estaba en una parte muy alta desde donde se veía al demonio y a Martín luchar. Me lancé sobre el demonio desde arriba y lo pateé en la base de la cabeza que por cierto era de una dureza increíble, así lo descontrolé solo un poco que casi se cae encima de Martín, pero éste reaccionó y lo golpeó hacia el otro extremo de la cámara. Me uní a Martín y me pidió que viera a Nicolás que estaba muy mal, no se movía. Lo toqué y vi. Todo lo que había pasado en su mente y le comencé a hablar.

- Despierta, Nico, despierta, levántate – le decía yo – te necesitamos, amigo, aunque creas que no es cierto, tal vez hubieras tenido otros amigos, pero… ¿hubieras vivido con ellos lo que con nosotros? No puedes cambiarlo, recuerda que has avanzado en tu ego, has aceptado tus errores y has visto que mejoraste en muchas cosas en las que ya eras bueno – Martín no me escuchaba por los chasquidos de las garras del demonio en sus escudos -.
- Ya, Graham – me gritó – luego te le declaras, ahora ayúdame que no puedo solo con esta cosa -.
- Piensa, amigo – le dije a Nicolás mientras me levantaba – piensa si llamarías amigos a otros tantos a los que conocieses, recuerda tus lágrimas cuando salimos de la roca después de obtener los trajes – me fui con Martín -.

Comencé a ayudar a Martín atacando por todos lados al demonio, pero era increíblemente rápido y fuerte. Martín también trataba de golpearlo mientras lo distraía yo, pero el demonio era muy inteligente.

Por la mente de Nicolás pasaban muchas cosas, entre ellas mis palabras…

- Es cierto – pensaba Nicolás - ¿A quién mas podría llamar “amigo”? ni en las otras escuelas pude llamar a alguien así y se lo he dicho a Graham, pero él y Martín son mis AMIGOS, y lo pienso con mayúsculas, ¡No podría cambiar nada ni a ninguno pr alguna cosa, son únicos y nuestro grupo también! Tal vez pueda obtener el amor y tener amigos tan rápido como quiera, pero nunca lo que vivimos – trató de incorporarse – Ahora sé que es lo que tengo que hacer, por que tengo a alguien que se preocupa por mí y alguien por quien preocuparme: mis verdaderos AMIGOS – se paró con vigor y fuerza -.
- Mira, ya se paró Nicolás – le grité a Martín -.
- Órale, flaco, ayúdanos – dijo Martín -.
- Ahora si, demonio – dijo Nicolás amenazándolo – creíste que no tenía un motivo para seguir, pero te diré que tenías razón, no tengo uno, si no dos: mis AMIGOS – le gritó - ¡Ahora el que morirá serás tú! Y además bailaré sobre tus tripas –comenzó a luchar a nuestro lado -.

La lucha se hizo cada vez más feroz y al demonio le comenzaban a entra nuestros golpes, ayudados pro nuestra fuerza y motivos cada uno, nos llenábamos de energía positiva.

En un descuido mío, el monstruo aceptó golpes de Martín y, cuando estuvo al otro lado, nos arrojó rayos de sus manos, rojos como la sangre misma, tratamos de esquivarlos, pero a mi me pegó en una pierna, no me dolió ni sentí nada, pero al querer incorporarme no me respondía esa pierna, vi. Que se había hecho roca. Miré a Martín y vi. Que se quejaba de su brazo también de roca. Como el demonio solo tenía dos brazos, Nicolás se salvó, pero vio con espanto como Martín y yo nos volvíamos de piedra. Cuando estuvimos completamente cubiertos por la roca, yo no me podía mover y no podía juntar mis brazos para sacar mi poder de luz; Martín, a pesar de su gran fuerza, tampoco pudo quebrar su cascarón. Nicolás quedó solo en la lucha.

- Pronto terminaras igual que tus amigos – lo amenazó el demonio -.
- Tal vez – respondió Nicolás – pero aún estoy moviéndome… chispiento -.
- No por mucho tiempo, enano – disparaba contra Nicolás -.
- No podrás tocarme, soy muy ligero y mi habilidad esta muy crecida por los anteriores combates y éste traje – sonrió Nicolás por dentro de su máscara -.
- ¡Maldito! - Se lanzó sobre Nicolás – Te mataré con mis propias garras -.

La lucha comenzó otra vez; Nicolás recordó como le contamos que derrotamos al ejército de pequeños demonios, así que lo intentó hacer. Juntó sus manos, pero algo lo impulsó a no hacerlo sobre su pecho si no sobre su cabeza, cuando se concentró en toda su energía, lanzó un grito enorme y extendió los brazos y sus manos como dos lanzas; de su pecho salió una luz naranja-blanca que dio de lleno sobre el monstruo, luego corrió hacia él y le incrustó sus dos manos en el pecho y lo destrozó desde dentro, quedó hecho gelatina el demonio aquél, parecía fuego el rayo de luz que arrojó Nicolás.

Cayó de rodillas en el suelo, jadeante y muy cansado por el esfuerzo y por gastar su energía haciendo ese rayo. Nicolás vio un gran diamante que brillaba con luz propia y que flotaba en un espeso líquido que surgía del cuerpo del monstruo. Lo tomó y brilló aún más, luego, el gran diamante se elevó y el traje abandonó a Nicolás y el diamante se vio envuelto por el traje sagrado. Comenzó a descender hasta ponerse a la altura de Nicolás. Surgió una voz de tono medio, pero con un toque de elegancia.

- Estoy agradecido de que me hayas liberado – dijo la voz – Gracias -.
- ¿Quién eres tú? – preguntó Nicolás ya sereno -.
- Soy Norbet, hijo de Marte y dueño original de este traje que ahora has estado usando – puso su mano en el hombro de Nicolás -.
- ¿Hijo de Marte? – preguntó Nicolás incrédulo - ¿Cómo? -.
- Hace mucho tiempo surgió de las entrañas de la Tierra misma un malvado demonio llamado Zathmat. Los dioses fabricaron estos trajes, que ahora están usando tu y tus amigos, para que pudiéramos acabar con él. Nos mandaron a la Tierra a vencerlo y así fue… mucho tiempo después, volvió a renacer, pero en esa ocasión encontró a los humanos y vio que su energía le daba más poder. Nuevamente venimos mis amigos: Salvor, Hijo de Venus, Títaro, Hijo de Júpiter y yo a acabar con él; los dioses no lo sabían y el malvado Zathmat nos sorprendió con un ejército de demonios y nos derrotaron. Quedamos prisioneros dentro de estas piedras en los cuerpos demoníacos. El demonios conocía tus trucos y movimientos ya que tenía mis conocimientos dentro de el. Yarset absorbió todo lo que le servía de mí, pero encontraste algo que yo no… un verdadero motivo -.
- Ahora explícame quién es el tal Zathmat y el Yarset ese – dijo Nicolás -.
- Zathmat es lo que conocen como “El Secuestrador”; Yarset es el demonio que acabas de derrotar – respondió Norbet -.
- Si tú eres el guerrero de la sabiduría – dijo Nicolás - ¿Cómo puedo salvar a mis amigos de su prisión de roca? -.
- Deberás usar tu más poderoso rayo a su más mínima intensidad – respondió Norbet – sólo que eso te toca descubrirlo a ti -.

El traje comenzó a elevarse, una bola de luz naranja salió del traje y se fue. El traje volvió a Nicolás.

No sabía que hacer, así que volvió la mirada a la pared donde estaban talladas las manos y puso la suya donde estaba el nombre de Norbet; un diamante surgió. No sabía que hacer con él, así que lo puso en su cinturón donde había un hueco donde encajaba bien. Se sintió invadido por una gran energía, se convulsionaba, brincaba, agitaba los brazos y gritaba, pero cuando sintió la energía controlada, vio que sus manos brillaban. Las dirigió a nosotros y concentró lo menos de energía que pudo. Lanzó un rayo naranja-blanco con el cuál pudo ir derritiendo la roca poco a poco.

Una vez liberados, le contamos a Nicolás del mapa y Nicolás nos contó lo de los diamantes y fuimos por el nuestro. Una vez colocados, nos reunimos a revisar el mapa. Cuando estábamos juntos, nos empezó a doler la cintura, nos separamos y nos tiramos al suelo, nos dolieron intensamente las manos, la contraparte de las palmas vimos como surgían grandes joyas que sentíamos que salían de nuestra piel, eran casi del tamaño de nuestras manos. Una vez pasado el dolor, movimos nuestras manos y muñecas, pero no había dolor ni anomalías.

- Miren. Muchachos – les dije – una brilla naranja y otra azul. ¿Qué chistoso no? – los miré -.
- Las mías brillan verde y naranja – dijo Martín - ¿Y tú, Nico? -.
- Verde y azul – respondió - ¿A qué se deberá? -.
- Bueno – dije anteponiéndome a todos – Noté que el rayo que lanzó Martín era azul-blancuzco y el mío verde-blancuzco, quizá el de Nicolás sea naranja-blancuzco y por eso tenemos el color de los otros. Tal vez sea para saber de los otros, como una especia de comunicador -.
- Buena observación - dijo Nicolás – Ahora vayámonos y esperemos no usarlo -.

Tomamos el mapa y nos dirigimos al otro túnel, seguimos el mapa hasta donde lo teníamos desgarrado por el garrazo del demonio. Subimos, bajamos, volamos por rampas como anteriormente lo habíamos hecho antes de llegar ahí.

Nos encontramos en otra cámara en la cuál había que decidir por cual meternos. Teníamos cuatro distintas puertas para escoger. El mapa robado mostraba una puerta y una línea junto a ella, la puerta estaba vacía y llegaba la línea a la parte rota del mapa. Supusimos que se trataba de la segunda puerta de izquierda a derecha, de ahí tratamos de ver lo más que pudimos en el mapa, pero era inútil. Me iba a meter primero cuando en eso, una enorme pitón saltó sobre mi, la esquivé, pero se me prendió del brazo, no podía quitar mela y cada vez apretaba más y más. Martín se quedó parado sin reaccionar hasta que me ayudó, para él fue como quitar el hilo de una costura, ya que los cristales en nuestros cinturones habían multiplicado aún más nuestros ya fantásticos poderes.

Entramos en la cueva

Texto agregado el 23-11-2007, y leído por 70 visitantes. (0 votos)


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