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Inicio / Cuenteros Locales / keilin / El Secuestrador capitulo VI

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- ¡Miren! - dijo Martín señalando mis espadas - ¡Están brillando tus espadas, Graham! -.
- No sé por qué - las desenvainé - ¿Alguien sabe manejar su traje o para qué sirve, o si tenemos poderes? -.
- No - dijo Nicolás - pero por alguna extraña razón se me hace que debes juntar tus espadas; tal vez nos quieran decir algo o guiarnos -.
- Tal vez - respondí mientras me encogía de hombros -.

Junté las espadas formando una "X" y de ellas salió un rayo dorado hacia un árbol. Fuimos corriendo, y al llegar allí, sentí como las espadas vibraban en mis manos, así que las junté nuevamente y señalaron otro punto en la distancia. Así seguimos una señal tras otra hasta llegar a un bosque oscuro y tenebroso... parecía que el otoño nunca se iría de aquel lugar.

Entramos al bosque, los árboles estaban muy juntos y el pasto muy crecido; seguimos avanzando. De pronto me detuve y detuve a Nicolás y a Martín también.

- ¡Cuidado! - los detuve con los brazos -.
- ¡¿Qué?! - dijo Martín - ¿Por qué nos detuviste? -.
- ¿No ven, par de babosos? - señalé al suelo - Hay un precipicio aquí, sólo que por la hierba tan crecida y los árboles tan juntos no se alcanza a ver a primera vista -.
- Y... ¿Qué haremos? - dijo Martín - no podemos saltar tan lejos (creo) -.
- Pásanos, Martín - dije muy seriamente -.
- ¿Yo? - respondió - ¿Cómo? -.
- Tu traje armoniza con Júpiter - le dije - puedo sentirlo -.
- Si tú armonizas con Júpiter - dijo Nicolás - entonces debes tener su fuerza, ya que como Júpiter es el planeta más grande y con mayor fuerza de gravedad -.
- Bueno... lo intentaré - respondió -.
- Con amor, por favor - le supliqué - no me vayas a alborotar mi melena ¿sí? -.
- Ay no m... -.

Me tomó como en las caricaturas, me hizo "avioncito" y me soltó; caí como a diez metros después de la otra orilla; a Nicolás lo lanzó más alto y fuerte que a mí y quedé encima de un árbol; Martín se hizo para atrás para tomar vuelo y saltó, pero cuando lo hizo, sus piernas brillaron ligeramente y cayó cerca de mí, dejando un cráter de un metro de profundidad.

- Órale - dijo Martín sorprendido de lo que hizo - con ese resorte gano las olimpiadas y a los de basquet de los Estamos Sumidos en la Miseria me la........-.
- Ya cállate y vámonos, moreno - le dije - además ellos no usan un traje como el tuyo y eso hay que reconocerlo -.
- Ni tienen amigos como los míos - dijo Martín -.
- Eso lo puedes jurar - dijo Nicolás -.
- Continuemos pues, par de mugrosos - todavía falta mucho -.
- Y no hay tiempo - dijo Nicolás -.
- ¿Cómo sabes? - dijo Martín - No tenemos relojes, y aunque los tuviéramos, los trajes no nos los dejarían ver -.
- Pues sí se puede saber la hora que es - dije seguro -.
- Pues....!!¿Qué hora es?!! - dijo desesperado Martín -.
- Primero hay que localizar la constelación de Casiopea y con eso les diré cómo saber la hora -.
- Bien - buscó Nicolás en el cielo - mmhh... veamos... si, allí está Casiopea -.
- Muy bien - dije - ahora, orientándose hacia el norte con una pequeña desviación hacia el oeste, buscamos la hora con la estrella Polar (Polaris) como centro y a Caph como manecilla horario (hora). Veamos... si Caph se adelanta 4 minutos diarios del 23 de Septiembre a media noche......-.
- ¿Por qué de esa fecha tomas referencia? - preguntó Martín -.
- Bueno - contesté - porque ese día Casiopea marca la hora correcta a media noche y el día estelar es más corto que el día terrestre. Ahora no me interrumpas. Veamos... es el 10 de Julio, y Caph marca las 3; de Septiembre a la fecha han transcurrido 9 meses y 17 días; esto nos da un adelanto de.....18 horas por los 9 meses, una hora por los 15 días y 8 minutos por los dos días restantes, así que en total tenemos 19 horas y 8 minutos. Ahora a calcular: a la manecilla horario se le multiplica por 2, y como marca las tres, entonces 3x2 = 6 horas = 06:00 + 19:08 son... 25:08 horas; cómo el resultado es mayor a 24, restamos 48, así que entonces 25:08 - 48:00 son....... ¡¡22:52!! - dije muy alarmado - ¡¡Son las 10:52 de la noche!! -.
- Pues entonces hay que apurarse - dijo Martín - Así que ya dejen de preguntar la hora o se pondrán niervosos - nos miró inseguro -.

Corrimos hasta llegar a un extremo del bosque. Las espadas señalaban más allá, pero nos detuvimos por que vimos una manada de lobos que dormitaban. Tratamos de pasar sin despertarlos, pero a los pocos pasos vimos que había un nido de víboras atrás de ellos, así que se nos ocurrió la ruta aérea, pero al subir a los árboles, Nicolás notó que había unos escorpiones tremendos, no sabíamos cómo pasar; hubiésemos rodeado a los animales de no haber sido por que estábamos enmedio de un abismo y la distancia era mucho mayor que la del primer cañón.

- ¿Y ahora qué? - dijo Martín - ¿Cómo pasaremos? -.
- Parece que hasta aquí llegamos y sin haber podido hacer nada por las chicas - me resigné -.
- Bueno - dijo Martín - al menos tenemos trajes nuevos - y en cuanto dijo eso lo agarramos a mazapanazos - Ooh, bueno, pues, sólo era una pequeña broma -.
- Si obtuvimos los trajes... podemos vencer al "Secuestrador" ese - dijo Nicolás - y ésta búsqueda de la guarida es mucho menos pesada, al menos para mí -.
- Tienes razón - dije - Idea alguna forma de pasar: señor "sabelotodo" -dije burlonamente -.
- Pues sí - respondió Nicolás - al parecer se me ha otorgado el poder de la inteligencia, y por alguna rara razón, mi mente trabaja a su máxima capacidad y ya ideó un plan -.
- Pues esperemos que tus cinco neuronas sirvan hoy. Vamos, desembucha flaco - dije golpeándole el casco - recuerda que hay poco tiempo -.
- Bueno - respondió - tú, Martín, vas por un tronco lo suficientemente grande para "barrer" las copas de los árboles de los escorpiones, ya que estos caigan, picarán a los lobos y a las serpientes; éstos huirán y los escorpiones ahuyentarán a los lobos y a las serpientes y se armará un lío bien padre -.
- ¿Pero cómo evitaremos que los animales vengan hacia nosotros, Nico? - le pregunté -.
- Vamos a hacer unas fogatas - respondió - Tú las harás y cortarás estos dos troncos para usarlos de barricada -.
- ¿Y el fuego? - preguntó Martín? -.
- Lo haremos frotando una madera suave sobre otra madera ligeramente más dura - le dije -.
- Pues manos a la obra - dijo Martín y se fue -.
- Se ve entusiasmado - me dijo Nicolás - ¿Tú crees que pueda con el árbol -.
- Si lo aguanta se va a herniar - le respondí -.

Martín arrancó de raíz un árbol como de metro y medio de diámetro y muy alto; Nicolás y yo formamos las fogatas; Nicolás las prendió, llegó Martín con el tronco ya sin ramas; nos esperamos a que prendieran bien las fogatas y comenzamos el ataque a la voz de Nicolás.

Cuando Nicolás dio luz verde, corté los troncos de los árboles tirando algunos escorpiones y cerrando el paso a los lobos; Nicolás y yo gritamos y lanzamos unos cuantos palos encendidos. Martín saltó tan alto como los árboles y lanzó el tronco hacia adelante, rasurando la copa de los árboles tirando a los escorpiones que empezaron a picar a los lobos y a las serpientes que engullían a algunos y mordiendo a los lobos que lograban destrozar a algunas serpientes. Después de unos minutos de estar en el alboroto total y de que muchos animales cayeran al abismo, todo quedó desierto, en silencio.

Corrimos nuevamente siguiendo la pista luminosa de las espadas, hasta que llegamos a la otra orilla del bosque y vimos un gran claro en el cual se alcanzaba a ver un enorme peñasco de roca anaranjada. Salí al claro.

- Vamos, muchachos - dije caminando hacia el peñasco -.
- ¡Cuidado! - dijo Martín protegiéndome rápidamente con sus escudos - ¿Qué acaso no lo viste? -.
- ¿Ver qué? - le respondí - ¿Qué es eso? - vi que en su escudo había una especie de dardo - ¡Vámonos! - le dije y buscamos la protección del bosque -.
- Parece un dardo - dijo Nicolás observándolo - ¿De dónde salió esta cosa? -.
- Ay, joven, no sé, no sé - respondí - Pero me imagino que fué de aquel peñasco. Ha de haber demonios que acechan el camino a la guarida, ¿no creen? -.
- Es lo más probable - dijo Nicolás - aunque los demonios no son muy lógicos, pero con esto que nos pasa yo creo que sí lo podrían ser -.
- Entonces ¿Qué demonios vamos a hacer? - dijo Martín -.
- Chale, hijo - le dije - ya saca otra pregunta ¿no?. Siempre dices lo mismo cuando estamos en apuros -.
- Pero si no lo hago yo... ¿Quién? - respondió Martín -.
- Bueno, eso sí - dije - Pero dejemos las respuestas para el "cerebro" del equipo, ¿no?. Nico, es toda tuya -.
- ¿Se han puesto a pensar que yo soy el que piensa? - nos afirmó - Dadas estas circunstancias, debo asumir el poder de la sabiduría, desde que vestí el traje mi cerebro comenzó a trabajar como nunca -.
- Es difícil de creer - dijo Martín -
- ¿Qué? - dijo Nicolás vanidoso - ¿El poder? -.
- ¡No! - dijo Martín - ¡Que tengas cerebro! - palmeó el casco de Nicolás - Pero de ser así, creo que tengo el poder de la fuerza - asintió muy seguro -.
- Pues yo creo que Martín esta en lo correcto - les dije a los dos - ya que él posee la fuerza del mismísimo Júpiter, ya que su traje armoniza con ese planeta, pero el tuyo Nico, armoniza con Marte, y Marte no era un genio que digamos, sin embargo era el dios de la guerra y a lo mejor eso te dio el don de poder idear planes de ataque y/o defensa, no es que sea la sabiduría, si no más bien la estrategia para defender la verdad -
- Pues deberías de meterte de abogado - dijo Martín .
- Nel - dijo Nicolás - Sin embargo creo que tienes razón, Graham. Pero a todo esto, ¿cuál crees que sea tu poder? -.
- No sé - respondí - el de las armas no creo, así que no sé cuál podría ser... ¡esperen! - los toqué - El guardián me dijo que tenía el poder más grande de los tres, además me preguntó si era el hijo de Venus. ¿Qué crees tú, cerebro? -.
- Veamos - dijo Nicolás - Venus era... una diosa griega del.... ¡amor! - dijo emocionado - ¡Graham!, Hermano, tienes el poder del amor. El Guardián te dijo la verdad, tienes el poder más fuerte de todos - me abrazó -.
- Disculpen si interrumpo su amor imposible par de puñales, pero varias sombras se han movido encima del peñasco, las espadas apuntan para allá y no tenemos demasiado tiempo -.
- Martín tiene razón - dije -.
- ¿Qué? ¿Lo de los puñales? - preguntó haciéndose para atrás -.
- No mano, tú - le dije riéndome un poco - lo del tiempo -.
- ¡¡Aaaahh!! - dijo - ya me había asustado - ¿Nico? -.
- Pues lo único que se me ocurre es derribar el peñasco - nos respondió - vamos todos corriendo y golpeamos ¿va? -.
- Pues órale - respondimos -.
- A las tres - me miró - ya saben ¿no? Tengan cuidado por si lanzan más dardos. ¿Listos? asintimos - 1...2...¡3! -.

Saltamos por encima de los arbustos dando vueltas hacia el frente, caímos de pie y comenzamos a correr hacia el gigantesco peñasco que, conforme nos acercábamos se hacía más grande; esquivando dardos que nos lanzaban desde la enorme masa rocosa, hacia los lados, sólo alcanzaba a ver rayas de colores a causa de la gran velocidad que adquirimos; unos pocos metros antes de llegar al peñasco, preparamos los puños y, desde atrás, pusimos toda nuestra fuerza en el magno golpe, cuando hundimos los puños en la roca, dimos un grito de coraje y guerra. Fuimos rebotados por el enorme poder de la colisión causada por nosotros y caímos a unos veinte metros de distancia.

De los huecos de nuestros puños en la roca, el peñasco se comenzó a agrietar y a caer en enormes pedazos. Aturdidos, pero conscientes, vimos como saltaban sombras por encima de las piedras y escuchábamos terribles gritos de terror.

Una vez todo en calma y en silencio, exceptuando al viento, la tierra levantó una nube que disminuía la capacidad visual primaria de todos; nos incorporamos y caminamos muy lentamente hacia los escombros, el polvo comenzaba a amainar y distinguimos una sombra humanoide, grande y exageradamente musculosa que nos llamó.

- ¿Quiénes son ustedes? - nos dijo con una voz grave y cavernosa - ¿Acaso son los hijos de los dioses que vienen a impedir nuestro renacimiento? ¡Ja, ja!, ¡No podrán! -.
- No somos hijos de los dioses, pero te derrotaremos junto con la maldad que hay en ti - dije retante -.
- No me digas - respondió burlón - A juzgar por tu traje tú debes ser el hijo de Venus, pero te derroté una vez y lo haré de nuevo y hasta que me harte -.
- Nunca me has tocado - le dije extrañado - Ahora quítate y te prometo no hacerte daño -.
- Tú - dijo señalándome - si no pudiste derrotarme hace mil años, menos lo harás ahora que soy más poderoso que antes, ¡flacucho! -.
- ¿Mil años? - dijo Martín - Yo me sentía viejo con mis 17 -.
- ¡Cállate! - le dijo Nicolás en voz baja - eso es un demonio y nos podría matar en un momento -.

Nos lanzamos sobre él. El primero fui yo, pues sabíamos que no había mucho tiempo; saqué mis espadas y lo ataqué, pero movió su brazo como sabiendo lo que haría, y con sus garras botó mis espadas lejos de mí y me tiró al suelo; Nicolás y Martín siguieron el ataque, sólo que a ellos el demonio los lanzó más lejos de mí y enseguida levantó sus manos con las palmas hacia arriba, haciendo que unos enormes tallos de planta, increíblemente fuertes, crecieran entre mis amigos, yo y mis espadas, separándonos; me paré y comencé a golpearlos al igual que mis amigos al otro lado, sin éxito, sólo se ondeaban; Nicolás tomó una espada y cortó los tallos, pero éstos crecieron rápidamente al nivel de los demás.

- Sin tus espadas no eres nada, hijo de Venus - me gritó el demonio al tiempo que me golpeaba -.
- Ya te dije que no soy el hijo de Venus ¡¡¿¿Qué no entiendes el castellano??!! - lo golpeé alejándolo de mí - ¡Y aún sin espadas te mataré! - grité más enojado -.
- ¿Y qué demonios me harás? - preguntó burlón - ¿Me darás un beso y un abrazo? Para mí el amor no existe! - me rugió fuertemente - y tú estás lleno de él y será la causa de tu muerte. ¿Entiendes? - me golpeaba más fuerte -.

Comenzamos a luchar ferozmente; yo usaba toda mi fuerza, pero no era suficiente, así que por eso hay que saber donde golpear. Gracias a que tenía el traje, mis habilidades y fuerza eran muy superiores y podía detener algunos golpes y herir al demonio, pero él se movía como si estuviese leyendo mi mente, como si ya hubiésemos peleado antes. La lucha se hizo más feroz y yo volaba por los aires, dando vueltas en el aire y cayendo de pié o en mi espalda o costado, pero ya había conseguido sangrarle. Del otro lado, Martín y Nicolás preparaban un plan.

- Martín - lo levantó Nicolás - Tengo un plan -.
- Pues desembucha, flaco, o vana a matar a Graham - respondió -.
- Bueno - dijo Nicolás - Correremos hasta los tallos, tú los golpearas y estos se ondearan fuertemente, yo en vez de golpearlos, saltaré y por la onda, espero poder pasar, luego corto unos tallos del otro lado y tu debes estar almeja, por que no tendrás mucho tiempo para pasar, ¿Entendido y anotado? -
- Muy bien -. Y lo saludó como militar - vamos -,

Se encarreraron y velozmente fueron contra el muro sobrenatural. Nicolás dejó que martín se adelantara un poco. Al momento del impacto, Nicolás saltó tan fuerte como pudo. Los tallos crecieron rápidamente, pero gracias al golpe de martín, los ondeo dejando el espacio suficiente para que Nicolás pasara, aunque fue alcanzado a los tobillos, lo cual le hizo perder el equilibrio y caer hacia tierra sin control en su caída. Cayó sobre su espalda de un tremendo costalazo. Un poco adolorido, tomó mi espada y cortó limpiamente tres tallos. Yo seguía luchando con el demonio sin golpearlo una sola vez ya. Martín saltó, pero los tallos crecieron demasiado aprisa y lo subieron, pero se logró zafar y le paso lo mismo que a Nicolás. Me separé de la lucha con el demonio.

- Ahora no soy solo yo - lo señalé - Ahora somos todos los poderes... atrévete a retarnos... -.
- Sentiste ñañaras ¿no? - le dijo Martín al demonio -.
- Si - dijo Nicolás - de seguro le va a llamar a "papi Secuestrador" -.
- ¡Bah! Ustedes son como insectos para mí - respondió el demonio - y los aplastaré como tales - se puso en lo que parecía ser una posición de ataque -.

Nos lanzamos sobre él, dio la media vuelta y se agachó; de su espalda, se levantaron algunas escamas y arrojó los dardos que ya habíamos visto, pero por suerte saltamos y los pudimos esquivar. El demonio nos vio y saltamos hacia atrás, pero ya sabíamos cual era su movimiento, así que nuevamente corrimos hacia él , a lo que volvió a tratar de lanzarnos sus mortíferas armas. Martín y Nicolás saltaron, pero yo apenas alcancé a ver que la inclinación de su espalda apuntaba hacia arriba, así que me fui resbalando por la hierba como jugador de futbol, cuando vi que los dardos les pegaron en los tobillos a Martín y a Nicolás, clavé mis botas en el pasto incorporándome y saltando; vi al monstruo de espaldas, así que lo pateé y lo saqué de equilibrio, lo arrojé hacia los escombros del peñasco y se estrelló en ellos, cuando lo rebotó su misma masa, y lo arrojaba hacia mí, sentí un ligero calor en mis manos, cuando las vi, estaban brillando ligeramente, corrí hacia el demonio para golpearlo, pero conforme me acercaba, sentía que brillaba más, así que las junté y las puse de frente al monstruo y se las enterré en el pecho y se iban hundiendo más y más, pero antes de que se hundieran todas, cerré los puños y abrí los brazos y despedacé al monstruo con todo el coraje del mundo. Quedé bañado en un espero líquido verde que su puse era su sangre.

Volteé la vista a mis amigos y me di cuanta de que se estaban convulsionando, sus manos hacia gestos desesperados por ayuda, pero no podían decir palabra alguna, parecía que su garganta se hubieran agigantado, como primera impresión, tuve que voltear la mirada, pero me topé con el cuerpo destrozado del demonio y vi un pequeño brillo el cual llamo mi atención. Se trataba de un diamante casi del tamaño de mi puño, conforme lo acercaba a mi cara brillaba más intensamente, casi hasta cegarme, sentí como quemaba mi guante y veía humo salir de él, pero no quemaba mi piel, quemaba la sangre del demonio, sentía como me llenaba de fuerzas, me limpiaba y daba calor, sentí que todos mis sentidos se afinaban mientras más lo sostenía. En eso, la piedra dejó mi mano y levitó con un movimiento hacia arriba, quedo enfrente de Venus y brilló como faro de avión, sentí que mi traje me abandonaba, como si todo fuera hecho de oro liquido, se desprendió de mi y formo su figura encerrando al diamante y la luz se apagó lentamente y comenzó a bajar hasta mi. Parecía que había alguien dentro, y cuando estuvo frente a mi, sentí una poderosa mirada que penetraba hasta mi cerebro. Y aunque el protector no me dejaba ver nada, sabía que había alguien ahí. Me hablo.

- Gracias - se escuchó una voz suave y varonil - Muchas gracias -.
- De... nada - respondí sin terminar mi asombro - ¿quién... quién... quién... quién eres? -.
- Soy Salvor, el hijo primero de Venus. Grestul, el demonio que mataste me tenía aprisionado en su cuerpo y fue así por mil años hasta hoy -.
- Pe... pero... ¿cómo? - dije ya un poco más tranquilo - ¿Al hijo de Venus? -.
- Verás. Hace muchos milenios que existe Zathmat, lo que conocen como "El Secuestrador". Otros dioses, el hijo de Júpiter, Títaro, y el hijo de Marte, Norbet y yo venimos a la Tierra para detenerlo, había causado muchos desastres entre los humanos y por eso nos mandaron los dioses, logramos detenerlo, pero creo que el odio que exhala la raza humana lo volvió a la vida. Intentamos una vez más detenerlo, pero esta vez íbamos a hacerlo para siempre, pero nos sorprendió con un ejército de demonios y fuimos vencidos... mis compañeros deben estar en el cuerpo de algún otro demonio. Grestul sabía lo que podías hacer, pero hay algo en ti que no poseo, por eso lo venciste -.
- Pues todavía no puedo creerlo - se escucharon los gritos agonizantes de mis amigos -.
- ¿Son tus amigos? - me preguntó mirándolos -.
- ¿Puedes salvarlos? - le dije un tanto suplicante -.
- Mi misión en la Tierra ha terminado desde que el traje de Zeus has aceptado a otro héroe, pero te diré algo, Graham - me volvió el ánimo -.
- Dímelo pronto - dije casi protestándoselo - antes de que sea tarde -.
- El traje, al igual que las espadas, desarrollarán su poder si tú, sólo tú, lo deseas de todo corazón. Si recuerdas que el poder que tienes es el del amor, entonces serás capaz de ayudar a tus amigos - me dijo tranquilo y comenzó a elevarse- Ahora ve con ellos y sálvalos. Aún tienen camino que recorrer... cuidado con el laberinto -.
- Así lo haremos - el traje brilló nuevamente y como una lluvia de oro volvió a mí - Gracias por todo Salvor, no te defraudaré, ya que nos han legado su poder es por que podemos con él - me acerqué a Nicolás y a Martín - Y ahora a seguir mi corazón - tomé sus cabezas con mis manos - vamos, corazón, ahora es cuando debes decir lo que sientes - mi traje volvió a brillar, pero tenuemente mientras me concentraba - Así, corazón mío, así - pensé y recé - Corazón mío, con todo el amor que tienes, transforma el odio que has generado alguna vez en buenos sentimientos para ayudar a tus amigos, haz que la sangre que haces circular por mi cuerpo, sane sus heridas, que mi alma se encargará de sanarlos por dentro y sólo así podremos salvarlos... escúchame corazón mío, haz ayudado a mantener esta amistad mucho tiempo y no creo que quieras perderla ahora. Alma mía que sabes ver más allá de la apariencia, haz que mis palabras lleguen a sus oídos para que ellos mismos me ayuden a sanarlos... -.

Mi brillo comenzó a rodearlos conforme rezaba. Les quité los cascos de sus cabezas y vi como poco a poco fueron abriendo sus ojos. Me cansé mucho, como si hubiesen absorbido mi energía y eso los hubiera recuperado. Se fueron levantando pesadamente y como viejitos con reumas.

Cuando los tres nos paramos, formando un triángulo, nos vimos, sentimos un raro cosquilleo en nuestros interiores y de nuestros ojos comenzaron a salir abundantes lágrimas, sin saber cómo, impulsados por una extraña fuerza, nos abrazamos. Después de un momento de sentirnos más unidos que nunca, el helado viento y las estrellas sobre nosotros, Martín se alejó un poco, rompiendo el triángulo y el preciado silencio que nos envolvió en esos momentos.

- ¿Alguien tiene una idea de por qué pasó esto? -.
- Nadie lo sabe ni sabrá - dijo Nicolás - pero la respuesta existe -.
- Dejémoslo tan solo como la culminación de nuestra amistad - dije - Ahora hemos dejado de ser amigos, hemos llegado hasta el punto más alto de una amistad, algo más allá que el amor que une a los padres y sus hijos -.
- Ay, no m... me inventes cosas - dijo Martín - Aunque debo aceptar que tu definición me asombra y la acepto como verdadera -.
- Cierto - dijo Nicolás - es más, vengan - y abrió sus brazos -.

Nuevamente nos abrazamos, pero esta vez era distinto, sabíamos la verdad... nuestra verdad, y eso nos hacía sentir más vivos que nunca, sabíamos los pensamientos del otro, parecía que no había más secretos.

- Bueno - dijo Martín mientras se separaba - ya se acabó la parte sentimental de la historia y ahora debemos irnos, que aún hay mucho camino que recorrer y no hay tiempo que perder -.
- Tienes razón - dije - me dijeron que tuviéramos cuidado con el laberinto - me miró Nicolás extrañado -.Es otra historia - respondí - luego les cuento -.
- Sigamos - dijo Nicolás - ¿A dónde ahora? -.
- Por allá - señalé- vámonos -.

Comenzamos a correr nuevamente, nos perdíamos entre al niebla densa que apareció como por arte de magia, nos tomamos de los hombros y nos fuimos trotando. Con las espadas por delante llegamos a un sitio cerrado por arboles que bordeaban el perimetro.

Texto agregado el 23-11-2007, y leído por 72 visitantes. (0 votos)


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