Caminas dos pasos y nada,
doblas la esquina y sientes el miedo:
Terror del encuentro.
Respiración entrecortada.
Susurro sobre mi piel envolviéndome de nuevo.
El acto de sumisión me otorga la condena,
huir y jurar a la vida en un acto de compasión.
Capricho de ser ilusiones tardías.
Robar sueños.
Sentirte de espalda.
Acariciar un espejo vacío.
Una luz que se apaga…
Ojos que lloran.

Creencias absurdas de una esperanza confusa;
tres palabras hostiles, carecer de significado.
Kilómetros de distancia haciendo palpar la lejanía.
Un adiós continuo y un roce satírico,
el mismo deseo intangible.
Juegos en busca de la verdad que se esconde.
La culpa es de las palabras.


Dios salve la lejanía
y escupa en la frente a la poesía vanagloriosa.
Rugen mis ojos exigiendo respuesta.
Llorar para callar las preguntas.
Golpear el rostro del amor
para poder sujetarnos cómodamente.
La luz del rostro indivisible,
lo inesperado reconforta…
Confusión de los besos.