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Inicio / Cuenteros Locales / sacanueces / T200 LA CARTA (cuento tonto)

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En el universo, 2004 de la humanidad.




Niña:
Los pájaros peguntan, no puedo responder.
Ellos saben, saben de vos, yo solo lo que sentí y lo que siento es.
A ti te sentí, te leí más allá del bien o del mal.

Que extraño, lo que te sentí y es y lo sé. Tu no lo sabes. No te sabes, te desconoces. Eres, pareces, un objeto humano manejable, manejado. Una marioneta sin hilos manipulada. Y sí, quizás, por tu edad. O no.

Suena a crítica, no es la intención, hablo por tristeza. Los pájaros preguntan, la magia aparece, tu en ella. En ti pienso y me pone triste. Claro a ti no te importa. Si no te importa de vos menos puede importarte un desconocido, loco, que habla de pájaros y magia. Y peor aún, que habla con ellos.

Te comprendo, tiene que ser así como que ha de ser. Pero algo extraño te puede pasar y es que intentes verte. Que intentes sentirte, porque en algo te supones. Y esto te lo digo porque te arrimas , o procuras hacerlo, a una persona mágica que ambos conocemos, quien también se está descubriendo y te impregna a vos. Y en ella tu te reflejas y como dije, te supones.

Al intentar sentirte, el tratar de saberte, has de sumergirte en la miel de la tristeza. Pues verás el enorme vacío en que te mantienen. Te verás “Marioneta hija, marioneta hermana, amiga, novia”: Esta última es una de las peores, donde talla la carne, donde el cuerpo (templo mágico y sagrado) se corrompe, donde lo acceden con palabras estipuladas, de sentimientos estipulados, de formas sociales predeterminadas. Y es donde te convierten en trofeo de estatus, pedazo de carne utilizable, y que se saca a pasear por la plaza del pueblo. Ah!, la palabra amor se vende en los quioscos y con ese nombre, el de esa palabra, te han de manejar indiscriminadamente.

De la miel de la tristeza conocerás, si es que ya no lo conoces, su sabor amargo, ese que en soledad te quita el aliento y torna escarchas las sonrisas y las tira a las cloacas. Ahí comprendes o comprenderás que estás sola, sola de ellos, pero sola de vos. No te puedes ver, no puedes sentirte.

Quizás, también, se te pueda cruzar la idea de querer saber que era lo que los pájaros que saben, le preguntaron al fulano, y por inercia y por vacío, reírte de las pavadas de los extraños. Y por curiosidad le preguntes a tu mágica amiga si puede averiguar en el hombre de los pájaros, algo que concierna a ti. Quizás nuestra amiga lo haga o no.

Voy a contarte un cuento. ¿Querés? :
“ Hace mucho tiempo, en una montaña, vivía el hombre de los pájaros. Lo llamaban así por que podía hablar con ellos. Si bien, lo hacía con todos los animales, en los pájaros había descubierto que podía ver y hablar con los pájaros invisibles de la noche. Esos pájaros, pocos saben, que son los guardianes y los guías de las almas ÚNICAS. Lo que también pocos saben es esto, lo de estas almas. Si bien todas las almas son distintas, lo que haría que sean también únicas; estas, son ÚNICAS de únicas. Son las que pueden, las exentas del mal o del bien. Carecen de moral y de ética, son la moral y la ética. Son el dolor completo, el más crudo, el más profundo y cruel. Y son lo más grande del éxtasis, la mayor y grande felicidad. Son las que son cuerpo, son carne. Por eso lo de ÚNICAS. Cuerpo y alma una sola cosa. Quién toca un cuerpo, toca un alma, quién hiere, hiere a los dos. Y aman con cuerpo y alma, ÚNICAS.

Como te decía, el hombre de los pájaros, hombre único de alma ÚNICA, vivía en la montaña, donde el aire lo abrazaba. La noche y la muerte paseaban con el.

Al pie de la montaña, como es en los cuentos, también en este, había un pueblo. Un pueblo común, con su plaza al centro, con su centro y su área peatonal, un semáforo en la avenida, una avenida y en ella un cine. La iglesia frente a la plaza en medio de la cuadra y casi en cruz, en la esquina la confitería. Un hotelucho en las afueras, un barrio residencial y otro obrero, de plan, y una villa. Una villa no podía faltar, solo dos casas, pero villa al fin.

En el pueblo de él se hablaba en voz baja, casi todos creían que los podía escuchar. Más que respeto miedo le tenían. Por ahí se hablaba de él como si fuera un brujo, otras veces un santo,y otras más un adivino. La empresa de turismo local, que también había, solía hacer excursiones para ver al sanador. Cosa que a él mucho le fastidiaba (agua con azúcar les daba por medicina a la sarta hipocondríacos que lo visitaban. Nada curaba, todos estaban sanos, enfermas eran sus mentes).

En el pueblo, como en todos los pueblos de cuentos, vivía una niña. Una mujercita de unos veinte años, Ophix (nadie sabía el origen de su nombre, ya que el pueblo era uno común y corriente, tampoco les preocupaba mucho). Ella era más alta, con un cuerpo bien formado, como los cuerpos de los cuentos. Con un rostro raro, de una belleza rara también, diría sobrenatural. Sus padres, gentes de buen pasar, gentes de pueblo.

Ophix, buena niña, buena hija, buena alumna. Había crecido en el ambiente familiar y empastado que caracteriza los pueblos (por lo menos a los pueblos de los cuentos y de este cuento). Al terminar sus estudios, como todo hija buena, pidió ir a la gran ciudad, a la gran escuela. Cosa que se le consintió por lo antes contado.

La ciudad era el paso. Ahí se crecía, se aprendía los nuevas formas. Era participar del mundo, ser como en las novelas que en las siestas atrapaba al pueblo. Y titularse en la Gran Escuela, era un regreso victorioso trayendo el “LA”, el de “LA” doctora, “LA”farmacéutica, “LA” abogada, o el de “LA”maestra especial. Ese “LA” en el pueblo se convertía en estatus, en el proyecto y de seguro en casorio promisorio con algún potentado de la zona o pueblo vecino. Hombre que ya habría arrastrado el ala, por cuestiones familiares. Los padres buenos, desde que las hijas prometen, seleccionan futuros futuros, es decir maridos adinerados, buenos y brutos. Así la niña ha de estar bien cuidada y cerca de la casa. Cosa que rara vez falla, son esos clásicos matrimonios ya arreglados que terminan con olor a huevos fritos y costeletas de chanchos, donde la mujer engorda criando tracaladas de chicos propios y ajenos, con los ruleros paseando por la casa mientras el famoso título se pudre en un cajón. El marido, lunes y jueves, en camiseta con las locas en el burdel.

Ophix, en la ciudad descubre sin saberlo quien es. Se descubre, se siente pero no se da cuenta. Convive con ella misma y ese estado la lleva a que todo se le cruce, que todo le salga mal. Algo natural, pues quien hace las cosas es quien no es. Es la que le inventaron. Ella quiere pero no puede, siente que algo le está pasando y lo que es peor comienza a recordar que siempre le pasó, no comprende, no se imagina.

En el pueblo con todo mal es bien recibida. Y ya se la ennovia (-no sea cosa, porque sea media bruta se quede sin futuro- piensan por allá). Como buena hija, Ophix, obedece. Pero intenta insistir un año más en la ciudad, ahora viajando. –Año perdido, perdido está- decía.

En silencio por las noches llora y se promete que este año lo hará mejor -¡Ya verán!...¡Que sabrán de ella..!¡Que será “LA” licenciada...(de bronca e impotencia piensa en quizás nunca volver)!- Su realidad es : noche, incomprensión, dolor y llanto.

Una noche donde la desesperación hacía de su llanto un mar, sintió que algo suavemente le apretaba la muñeca. Lágrima tras lágrima sentía que algo en su muñeca latía, era la pulsera de cuero y plumas. La que aquella mujer que conoció y casi se hicieron amigas, le regaló: ARIHUA. Y la recordó. ARIHUA, la mujer aire, viento, pluma, la mujer pies ligeros. La bióloga que estudiaba el alma de la naturaleza. Recordó cuando se la regaló y aquellas palabras curiosas que le dijo y en su momento no entendió: -“Cuando esta pulsera te hable, búscame”-. Al recordarla una paz inmensa calló sus lágrimas y se durmió. Y la soñó.

La soñó y se soñó. Por primera vez se soñó. Así fue el sueño:
“ ARIHUA Y Ophix caminan por una montaña, el aire está fresco, el cielo despejado, los verdes se han ido perdiendo en las profundidades del bajo. Solo hay rocas, enormes rocas, grises huesos salientes de la tierra. Van subiendo, el silencio se agranda, aparecen los primeros pájaros. Arriba ya se lo divisa, es a él al que van a buscar.”

Es la primer vez que él se le aparece en un sueño.

“Disfruta con mucho placer esta caminata, el aire, la montaña, las rocas y los pájaros. Y tiene la sensación de seguridad al ir con ARIHUA.”

Se da vuelta y sigue soñando:
“Al llegar casi a la cima muy cerca de donde está él, se percata que el aire se ha entibiado y que a su alrededor, donde debía haber nubes e inmensidad solo había un enorme y casi oscuro bosque. Al ver semejante grandiosidad se estremeció apretando la mano de ARIHUA, la de una ARIHUA que no estaba. Comprendió la sensación de soledad, la misma que tanto tiempo la había acompañado.”

“El bosque: Bosque de sueños, con su contraluz impregnado de vapores, con sus azules y verdes, con esa oscuridad que no es tal, con sus millones de columnas que sostienen ese macizo cielo de hojas, cielo oscuro perforado por rectos ases de luz, los que dan la penumbra y el misterio.”

“Bosque que impresiona, Ophix esta impresionada. Del claro oscuro, entre suave neblinas y contraluces, aparece él. Él y sus pájaros. Un poco más atrás la ve venir a ARIHUA, esto le trae el alma al cuerpo (es su impresión, aunque así no sea). ARIHUA le sonríe y él le hace seña indicándole que los siga.”

“Después de andar un rato por el bosque , todos sin decir palabra, él se detiene ante una gigantesca muralla de roca. Ahí, él le habla por primera vez: - Estás aquí no por azar, así lo hemos querido, aquí en este sueño.- Ella con timidez y asombro pregunta: -¿Acaso eres de quien se habla en mi pueblo?- A lo que él no responde y sigue diciendo: -Tu eres dentro de esta humanidad, otra de las elegidas, otro de los ÚNICOS seres. Y estás acá para saberlo, para saberte.- Acto seguido con un movimiento de la mano, la gran muralla se desdibujo como un telón de utilería. Una imagen de grandes dimensiones quedaba al descubierto como una gran pantalla de cine.”

“Ophix, atónita, llena de preguntas no se atrevía a hablar. Solo dijo: -¿Yo qué?.- En la gran pantalla pasaban antiguas imágenes del pueblo, cuando nació Ophix, su niñez, adolescencia, ahora cuando se había dormido, el ascenso, todo hasta la misma imagen que en instante se sucedía. Mostrándose infinidad de veces repetidas, con ellos iguales de veces mirándolas.”

“ Constantemente él fue hablándole en voz baja y penetrante, mostrándole el porque y en que se manifestaba su calidad de ÜNICA. En todas las imágenes las personas aprecian como rodeadas de un aura casi trasparente, con mayor o menor brillo y o luminosidad. A excepción de ella, que era ella entera la que brillaba y lo hacía con intensidad inigualable. Carecía de aura. Él hizo hincapié en esa particularidad, que era la misma que en imágenes se los veía a ARIHUA y a el. Le explico que lo que se veía como un aura era la imagen del alma, que las había de mejor o peor calidad y los cuerpos solo carne, conectados por las sensaciones a ellas. En cambio en ellos era todo una sola cosa, alma y carne eran lo mismo.”

“Él le relato los orígenes de estos seres, los que son alma y carne una sola cosa, que se remontaba antes de los dioses de la mitología y es cuando en los orígenes de la humanidad, el HACEDOR DEL TODO hizo los primeros dioses, y fueron estos. ESTOS, LOS HECHOS SOBRE EL MODELO HUMANO. Le contó que en un principio Ellos, estos dioses, tenían todos los poderes del universo, pero que poco a poco y con el transcurrir de los siglos, fueron quedándose con los más importantes, los demás fueron regalándoselos a nuevos dioses que necesitaban algún don para ser tales. Hasta llegar al día de hoy, que no hay muchos, pero los pocos que quedan son los mejores de los siete universos, los más humildes e imperfectos. Y el poder que también los hace ÚNICOS, dioses de dioses, es el enorme sentido de humanidad. Son los humanos más humanos, los que oyen, los que comprenden, los que perdonan. Son ellos, ellos y los otros, y por sobre todo las cosas, por que saben que son. Y Gozan el saber de la muerte y mueren mueren, sus almas mueren con sus cuerpos. Y a cada muerte de uno de ellos corresponde un pájaro invisible de la noche, que son después los encargados de juntarlos y protegerlos. El enorme poder de morir les da la inimaginable fuerza de vivir y de hacer vivir. Los otros, los dioses comunes son inmortales, como cualesquiera dios, incluso los de los cuentos y es por eso que se les escapa la profunda sensación de vivir.”

“Ophix se siente llorar y se abraza a ARIHUA. Siente Que comprende, teme y llora”

Y así se despierta llorando, apretando fuertemente la pulsera que le había regalado. Y ve por primera vez uno de los invisibles pájaros de la noche y llora más. Era la hora de comenzar.

-Y colorin colorado, este cuento se ha terminado-.

Sin duda es un cuento tonto y te lo conté por el tema de los pájaros, esos pájaros invisibles, los que preguntan lo que no puedo responder, los que saben de vos. Los que me llevaron a escribir esta carta.

Deseo aclararte, Pili, que son mis sensaciones, es por ello que no te critico ni nada por el estilo. Una lectura supuesta de tu persona por aproximación, porque así te sentí. Y creo en mi sensibilidad y en lo que me trasmiten los seres que me rodean.

Te pido disculpas si te he molestado, no fue tal deseo y te dejo porque debo volver a las montañas, me avisan los pájaros que hay dos niñas buscándome.

Desde acá, entre los pájaros y los sueños afectuosamente.

ÉL.


Texto agregado el 30-03-2004, y leído por 235 visitantes. (0 votos)


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