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El Vuelo (parte 3 de 3)

Quizá mi suerte al perder mi equipaje y no encontrar habitaciones donde pasar la noche no había sido tan mala. Estaba disfrutando ese momento, la visión de las arenas blancas bajo el manto de la oscura noche, ofrecía un cierto toque místico al entorno. A pesar de estar solo me sentía bien y deseaba continuar con mis reflexiones y con los recuerdos de mi hada, los que parecían intensificarse al encontrarme en ese lugar.

- ¿Qué le pareció la comida amigo?
- Muy buena, gracias.
- ¿Desea que le prepare un trago antes que aparezca el sol?
- Está bien. ¿Qué me recomiendas?
- Puedo prepararle un corto especial que viene muy bien luego de esas frutas que ya comió.
- Perfecto

Giré mi banca en dirección al mar, el que aún no se veía ni se oía, sólo se adivinaba, y me sumergí nuevamente en mis recuerdos y reflexiones. Recordé a mi hada contándome por qué las aguas del Caribe eran las que más disfrutaban peces y hombres, recordé al sol entrando al océano y tiñéndolo con su color de ocaso. El joven de la barra me entregó un pequeño vaso con el licor, lo recibí y lo bebí casi de un trago.

Al pasar por mi garganta el licor produjo un efecto inesperado, me trajo recuerdos de un sabor que no podía conocer, porque sólo lo había probado dentro de un sueño. Miré el fondo del vaso, el resto del licor que quedaba se veía igual al turbio contenido que tan claramente recordaba, a pesar de los años que habían pasado medidos en el tiempo de los sueños, y de las horas que habían transcurrido en el tiempo real del avión, desde que había despertado.

Miré al joven de la barra y le dije – Tiene coco, ron y algunas otras cosas, ¿no es verdad? – Saqué tres dólares desde mi bolsillo y se los entregué al moreno joven, quien los recibió con una sonrisa y el guiño de un ojo.
- Veo que me recuerda, amigo.
- Hay cosas que son difíciles de olvidar, sobre todo aquellas que no se pueden explicar.

A pesar de que casi había dejado de ser un niño, el joven aún mostraba en su expresión que su inteligencia (y sabiduría) era superior a la que sus años indicaban. No tenía dudas, era él, era el muchacho que me había vendido la puesta de sol, era quien me había tomado del brazo varios años atrás para adentrarme en la ciudad, era el que había comenzado a desbalancear mi vida. ¡Pero eso había sido sólo un sueño en una siesta en el vuelo que me había traído hasta esta ciudad! ¿Cómo podría estar ocurriendo? Mi vida nunca se había desbalanceado realmente, todo había sido un sueño.

No lo comprendía, mi cabeza comenzó a dar vueltas, producto quizá del licor que había bebido, de la confusión de la situación, de la oscuridad que me rodeaba. Me comencé a asustar, no de la oscuridad, sino que de los terrenos desconocidos que estaba pisando, se estaban mezclando mis sueños con mis realidades, ¿cuál era cuál?

De pronto una idea surgió en mi mente que hizo que todo lo demás, desde las dudas hasta los miedos, dejara de tener importancia. Si estaba viviendo lo que parecía ser el retorno a mi sueño original, es decir a la alucinación que tuve mientras soñaba durante el vuelo, entonces podría volver a verla a ella, a mi hada. La sola idea de volver a reencontrarme con ella expulsó todos mis miedos, quizá la idea se mezcló con el licor (alucinógeno o no, ya no me importaba, siempre que fuera capaz de recordarlo todo, tal como la vez anterior) y éste la hizo cobrar mayor fuerza. Una vez más decidí confiar en el piloto y dejarme llevar dentro de una alucinación.

- Aún me quedan siete dólares en el bolsillo y me parece que faltan pocos minutos para que amanezca, ¿no tienes nada que ofrecerme? – Le dije al joven con una expresión que mezclaba alegría y seriedad.
- Tengo algunos amaneceres que le costarían sólo cuatro dólares. ¿Seguro que no prefiere uno de esos?
- Vine hasta acá por el mejor, y no me iré hasta conseguirlo, aunque deba pagar unos dólares de más.
- Me parece que hay alguien esperándolo – me dijo mientras tomaba mi brazo, me levantaba de la banca y comenzaba a caminar conmigo atravesando la costanera para internarnos en la ciudad.

- Alguien me espera – me repetí, mientras caminábamos. Mi corazón dio un fuerte brinco. ¿Se refería a ella? ¿Cómo podría él saberlo? En ese mundo de locuras cualquier cosa era posible, de seguro él podría saberlo.

- Espera un momento – le dije – Creo que puedo recordar el camino. Me soltó del brazo y me siguió, mientras yo me adentraba en las estrechas calles de la ciudad. Desde los balcones se veían algunas pocas luces encendidas, pero era la oscuridad la que reinaba a esas horas de la madrugada. Mis recuerdos de esa irreal alucinación dentro de un sueño, me estaban conduciendo por las reales calles de una ciudad caribeña. Yo sabía dónde iba, tenía sólo algunas dudas del momento en que había perdido el sentido de la orientación alguna vez, en un momento que me parecían años atrás, pero que no me importaba. Ya habría tiempo de analizar lo que estaba sucediendo, lo único que en ese momento me importaba era que creía estar acercándome a ella, a mi adorada hada.

Al llegar a una intersección de calles que no recordaba miré al joven, quien me indicó sólo con un gesto de su cara cual era la dirección correcta. Miré al fondo de un callejón más estrecho y oscuro que los anteriores. Al principio sentí miedo de las cosas desconocidas que podría encontrar al fondo de ese callejón, pero de pronto una familiar melodía me indicó que ese era el lugar en donde más deseaba estar en esos momentos. Al acercarnos apareció la figura del recordado letrero, en donde aún se podía leer con la misma claridad de antes “Amaneceres y Atardeceres”.

- Buena suerte – ya sabe que lo estaré esperando acá afuera, aunque creo que esta vez no será necesario.

La puerta estaba abierta, desde adentro del lugar el sonido de la música llegaba más fuerte. Una luz muy tenue indicaba el lugar en donde comenzaban las escaleras que conducían al sótano, todo se encontraba tal como lo recordaba. Caminé por las escaleras mientras mi corazón se aceleraba ansioso al reconocer el salón, el sillón e incluso el aroma que allí se respiraba. Me senté en el sillón a esperar la continuación de la historia.

- Bienvenido, lo estábamos esperando – dijo el moreno mesero, acercándome la bandeja con su turbo contenido.
- Gracias – respondí, tomando el vaso sin temores esta vez.
- ¿Me equivoco si adivino que viene por un amanecer?
- No se equivoca, pero no puede ser cualquiera. Vengo por el mejor amanecer del sector.
- Creo que vino al lugar indicado. Por favor espere un momento.

***

Vacié rápidamente el contenido del pequeño vaso de vidrio, ansioso por lo que a continuación vendría. El volumen de la música aumentó y se sentía desde mi derecha. Mi primera intensión fue girar en ese sentido, en búsqueda de los músicos que interpretaban la ya familiar pieza. Cambié de parecer, esta vez no quería perderme su entrada, vería su rostro en el momento en que apareciera. Mantuve la vista fija al frente, espiando el lugar por donde suponía que ella debería aparecer.

La luz en ese punto que observaba era más tenue que en resto del lugar. Pronto me di cuenta de la razón. Ese punto estaba iluminado desde abajo, desde las paredes de atrás y de al lado se proyectaban luces blancas y difusas. Ese sitio estaba hecho para atraer la atención hacia los pies de la bailarina. Me propuse luchar contra el diseño del lugar y mantuve mi vista al frente.

Dos morenas figuras moviéndose en armonía aparecieron por abajo, las vi de reojo, intentando mantener mi vista a la altura donde deberían estar sus ojos. Imaginaba que en ese oscuro punto estaban sus hermosos ojos negros mirándome con el mismo deseo con que yo miraba su invisibilidad. Los pies comenzaron a girar más fuerte, el ritmo de la música aumentó junto con su volumen, todo estaba conspirando contra mí, todo me estaba obligando a mirar esos pies. Cedí, no pude mantener la vista, tuve que bajarla hacia los hermosos danzantes que se acercaban a mí. Una vez más caí victima del hipnotizante baile de esos hermosos pies, no había nada que pudiera hacer.

De pronto una idea se formó en mi mente, me distrajo del baile, rompió por unos segundos el hechizo y me asustó. ¿Qué tal si el hada de los amaneceres no era la misma que el hada de las puestas de sol? ¿Qué debería hacer si era otra la mujer que dirigía esos pies? El pánico se apoderó de mí, no me atrevía a levantar la vista, temía que no fuera mi deseada hada caribeña a quien vería, temía que una voz diferente a la que soñaba escuchar me hablara. Cerré mis ojos, temiendo al abrirlos encontrarme frente a una desconocida.

- ¿Me extrañaste? – escuché la más familiar de las voces. Su imagen era tal como la recordaba, estaba vestida con su hermoso vestido de tela blanca, su cabello castaño se veía tal como lo recordaba, sus profundo y oscuros ojos invitaban a la seriedad, a la confianza, mientras el resto de su cara agregaba el toque juguetón, el espíritu caribeño que representaba a mi hada. Al verla me sentí profundamente emocionado, me quedé casi sin aliento.

- Ni te imaginas cuánto te extrañé – le respondí con mucha dificultad.
- ¿Partimos?
- Cuando tú lo digas.

El sillón comenzó su larga caída hacia las alturas, hacia su mundo. Esta vez fui yo quien tomó su mano, incluso antes de empezar a desacelerar. Mantuve los ojos abiertos durante toda la caída hacia arriba, sólo para intentar comprender cómo lo hacíamos. Fue un error, todo lo que pude ver es que comenzamos a girar, mientras mi estómago me decía que descendíamos y mis recuerdos me decían que subíamos, era una locura ante la cual habían sólo dos alternativas: volverse loco o entregarse a la confianza en el piloto. Una vez más opté por esta última alternativa. Aferré fuerte su mano, cerré los ojos y me dejé llevar.

Comenzamos a desacelerar y abrí mis ojos, ahora con menos miedo que la primera vez. La imagen era exactamente la que esperaba, todo estaba negro.

- ¿Decepcionado? ¿Esperabas algo nuevo? – me preguntó preocupada.
- Todo lo contrario, esperaba no encontrar nada nuevo, en especial tú.
- Ya va a comenzar, no querrás perdértelo.

Desde la absoluta oscuridad que estaba por todo alrededor, comenzó a dividirse el telón de fondo en una mitad superior con el color del sol del amanecer, mientras la mitad inferior se mantenía aún en negro. La división no era perfectamente recta, se diferenciaba claramente la curvatura del planeta, único delator de la gran altura en la que nos encontrábamos. El color del que se fue tiñendo el cielo del mejor amanecer hacía también una perfecta combinación con el color de su piel. Mi morena caribeña era sin duda el hada de amaneceres y atardeceres, su piel la delataba.

A medida que el sol se acercaba al límite, el cielo se iluminaba cada vez más, el color se mantenía, pero se hacía a cada minuto de un tono más claro y brillante. Cuando el sol comenzó a asomarse por sobre la línea del horizonte, el agua comenzó a responder con sus propias versiones del color. Los brillos matinales, producto del reflejo del sol sobre un mar crespo, saltaban como peces formando círculos concéntricos alrededor del astro naciente. Cada círculo de reflejos era una variación del color de su piel, un degradé que comenzaba en el tono del sol (el que a su vez variaba cada minuto) y terminaba en el negro absoluto, todo ello pintado con reflejos que danzaban sobre la superficie del caribe.

- Ahora sabes por qué el Caribe es el océano con más variedad de vida. Los peces se alimentan de los reflejos.
- Es la visión más hermosa que he tenido de un paisaje en toda mi vida, así como tú eres la visión más hermosa de una persona que he tenido y que seguramente tendré hasta el fin de mis días. Eso suponiendo que eres una persona…

***

Al igual que durante nuestro primer encuentro, luego que una parte del sol ya se había asomado a nuestro mundo, comenzamos una larga conversación, sólo que esta vez lo temas fueron más variados.

- Siento desilusionarte, pero soy tan humana como tú, al menos cuando nos encontramos allá abajo, en nuestros mundos. Dentro de este mundo soy una mezcla entre lo que yo quiero que ser y lo que tú quieres que yo sea.
- ¿Qué quieres decir con “abajo”, con “nuestros mundos”, con “aquí”? No sé dónde estoy. ¿Por abajo te refieres acaso a Amaneceres y Atardeceres?
- No, ese lugar es inventado por nosotros, ¿acaso no te diste cuenta? Tú agregaste algunos detalles hermosos.

¿Qué me quería decir? Mi mente giraba como loca tratando de entender lo que ella decía. Comenzó diciendo que era tan humana como yo; es decir, mi hada era una persona común y corriente, pero sólo en el mundo de abajo, acá arriba (¿será valido decir eso? – ya le preguntaré – pensé en ese momento) en cambio somos algo más que humanos. Yo ayudé a inventar Amaneceres y Atardeceres, ¿cómo? ¿Se refería ella al sentido literal de la palabra inventar? Recordé el lugar, dibujé una imagen en mi mente del edificio, las paredes de piedra pintada de blanco no encajaban en el lugar con el resto de las casas. Algo me recordaban esas paredes, desde que las vi por primera vez me parecieron muy familiares. Eran idénticas a las que había en casa de mi abuela, en un pequeño pueblo al sur de mi ciudad. Acostumbraba visitar su casa en mis vacaciones de niño, disfrutaba mucho de ese lugar. Esas piedras no existían en el Caribe, y pintadas a la usanza del pueblo de mi abuela, menos todavía. De seguro ese era un aporte mío al lugar.

Estaba comenzando a comprender algunas cosas, el mundo en el que nos encontrábamos no era el mundo real, o al menos el que acostumbramos a llamar mundo real. Éste era una especie de mezcla entre lo que ella deseaba y lo que yo (sin saberlo) aportaba, un mundo creado por ambos. Por eso es que siempre confié en la gente que acá veía, porque eran en parte mi creación, porque en el momento en que existían para mí, ellas asumían partes que yo deseaba que tuvieran, incluso algunas partes de mí deben de estar reflejadas en ellos, tal como ocurre cada vez que soñamos, no vemos realmente nuevas cosas, sólo diferentes variaciones y combinaciones de las cosas que ya conocemos.

- La primera vez que nos vimos, cuando te conocí, yo estaba dormido estaba soñando, lo que me hace creer que este mundo ocurre en nuestros sueños. ¿Estoy equivocado?
- Vas por buen camino, continúa.
- Ahora, al llegar nuevamente a tu ciudad… perdón, a nuestra ciudad, no estaba dormido, sino que había despertado de mi sueño anterior y luego me dediqué a escuchar música, mientras pensaba en ti y en lo que había sucedido en el sueño anterior.
- Escucha – me dijo, mientras una música comenzaba a sonar de fondo. Esta vez no era la familiar melodía de la visita anterior, sino que era una música que yo conocía muy bien - ¿De quién es esta música? – me preguntó.
- Mike Oldfield – le respondí – el tema se llama Ommadawn y es uno de mis favoritos.
- Es hermoso, ¿cómo crees que lo estamos escuchando?
- No lo sé, es la música que coloqué luego de despertar del sueño en que te conocí.
- ¿No lo ves? Te quedaste dormido nuevamente, ese tema lo aportas tú a este mundo. Ahora estás otra vez dentro de un sueño.

La explicación encajaba dentro de este mundo de cosas irreales que estábamos viviendo. Era perfectamente probable que me hubiese quedado dormido nuevamente mientras escuchaba esa música.

- ¿Has soñado alguna vez sabiendo que lo que vives es sólo un sueño?
- Si, creo que cuando niño lo conseguí un par de veces.
- ¿Qué hiciste? ¿Robaste? ¿Comiste todo el helado que podías? ¿Hiciste todo aquello que te estaba prohibido?
- Creo que si, ¿cómo lo supiste?
- Es algo natural, a todos nos sucedió, sólo que algunos no lo recuerdan. En estos momentos, me refiero en el otro mundo, te encuentras volando en avión, ¿no es así?
- Si, así es. ¿Cómo pudiste saber eso?

Ella me comentó que llevaba ya varios años practicando su doble vida, su trabajo en el mundo de allá abajo le obligaba a volar muy seguido entre varios países. Durante uno de esos vuelos ella se durmió, como acostumbraba, y tuvo uno de los sueños más reales que recordara. Durante el siguiente vuelo el sueño se comenzó a repetir, pero ella se dio cuenta de lo que ocurría y decidió cambiarlo. Despertó satisfecha y con la seguridad de que podría repetirlo, pero al llegar a su casa todo fue inútil. Soñaba sin enterarse que soñaba mientras lo hacía.

Fue sólo en un vuelo posterior, varias semanas después que la experiencia se repitió. Sólo para asegurarse intentó hacerlo nuevamente en tierra y no pudo. Finalmente se convenció de que sólo podía intervenir en sus sueños cuando éstos se producían volando a gran altura, en los vuelos internacionales.

- Quizá el mundo de los sueños se encuentra en el espacio, allá arriba – me dijo indicando al oscuro cielo sobre nuestras cabezas.
- Y cuando volamos estamos más cerca de él – completé yo la oración – tanto que hasta podemos mezclar nuestra conciencia con nuestro subconsciente.
- No lo sé – me dijo – no soy científica ni pretendo buscarle una explicación racional a esto que nos sucede, sólo me interesa disfrutarlo al máximo.
- Como una niña pequeña que quiere hacer todo aquello que no le está permitido en su mundo real – agregué con una sonrisa maliciosa en mi rostro.

Ella rió y me contestó – No se trata de hacer lo que alguien te niega, eso sería desaprovechar la oportunidad. Intenta esto – me dijo mientras movía su mano derecha dibujando ondas al ritmo de la música – se trata de hacer aquellas cosas que las leyes del mundo te impiden.

Un grupo de pequeñas nubes comenzó a formarse en la dirección en que ella apuntaba. Éstas pronto se transformaron en serpientes que giraban en espiral en sentidos opuestos y se desplazaban de lado a lado siguiendo las ondas que su mano dibujaba. Justo cuando comenzó el sólo de guitarra eléctrica en el tema de Mike Oldfield (que aún escuchábamos) las serpientes se transformaron en dragones alados, los que comenzaron a volar formando un gran círculo sobre la mitad (sólo se había asomado la mitad) del sol.

- Un hermoso toque, debo reconocerlo – me dijo mirándome a los ojos.
- ¿Fui yo? ¿Yo las transformé en dragones?
- ¡Claro! – Me respondió naturalmente – Yo no conocía cómo seguía la música, no podría haberlo hecho.
- ¿Y cómo lo conseguí?
- Sólo lo deseaste, recuerda tus sueños de niño, bastaba con desear más helado y éste aparecía mágicamente.

***

La conversación que mantuvimos en esa oportunidad fue mucho más larga que la primera. Seguimos hablando de las maravillas de ese mundo de los sueños. Como ella tenía más experiencia que yo, me contó por ejemplo, que usualmente veía algunos niños reales que aparecían y que intentaban hacer todas esas cosas que abajo se les niegan.

- Tuviste suerte de no toparte con uno de ellos – me dijo – podría haberte robado o algo peor. Para ellos somos sólo personajes de un sueño, ellos creen que somos parte de su imaginación.
- ¿Nunca les has hablado?
- No me he atrevido – me confesó – Imagina que cuando niño alguien te hubiera revelado lo que ahora conoces. ¿Qué hubiese sido de tu vida?
- No habría hecho nada pensando en mi futuro, sólo habría buscado las formas de llegar hasta acá.
- ¡Exacto! Eso es lo que temía.
- ¿Cómo me encontraste? ¿Me buscaste o estoy acá por una coincidencia?
- Hay algo de verdad en ambas cosas – respondió – El niño que te llevó al edificio al que le cambiaste las paredes, lo creé como un centinela, a cargo de interceptar adultos y detectar aquellos que fueran capaces de creer en los sueños, creo que esa es la llave para poder entrar a este mundo.
- ¿Entonces yo creo en los sueños?
- Pagaste diez dólares por uno de ellos.
- Hubiera pagado un millón – respondí a su sonrisa y tomé su mano.

Quedaban aún muchas dudas en mi mente, pero no estaba seguro si deseaba esclarecer todas o sólo quería dedicarme a disfrutar el momento con ella.

- ¿Para que servía el licor que me daban?
- Ese fue un toque tuyo. Para poder mantener la esperanza de que lo que viviste era real, para poder recordar lo vivido, y recordarme a mí, espero, agregaste un elemento que te permitiera aterrizar el sueño en tu mundo real, al menos por un tiempo. Gracias a esa duda que te generaste es que le diste a tu primer sueño la importancia necesaria, dejaste abierta la puerta. Te doy un ejemplo: imagina una obra surrealista e incluso abstracta. Casi todas ellas tienen algún elemento de realidad desde donde se “descuelgan” los elementos irreales, hay un punto de partida o llegada que es real, incluso puede ser sólo el nombre que el artista le da a la obra el que nos haga aterrizarla. Nuestra naturaleza humana es así, para poder comprender algo, hay que hacerlo parte de nuestro mundo. ¿Fue muy duro para ti aceptar los sueños como reales? – terminó por preguntarme.
- Ese cambio ocurrió en este mundo, mientras tenía mi primer sueño y después de conocerte. Eso significa que conté con la ayuda que yo mismo quise darme. Me soñé vagando por años alrededor de una gran ciudad sin deseos de hacer nada, mendigando en las calles. Me inventé un amigo para que me ayudara a salir de ahí, y finalmente acepté que habías sido sólo un sueño, sin imaginar que yo estaba aún viviendo el mismo sueño. De cualquier forma, al despertar en el asiento del avión, esas vivencias estaban tan claras como tu imagen, y las acepté inmediatamente.
- Lo siento – me dijo con cara triste – deben haber sido momentos muy duros.

Estuve a punto de responderle que no importaba, porque finalmente habían sido sólo parte de un sueño y no habían sido reales. Me di cuenta justo a tiempo que esos sufrimientos habían sido tan reales como lo que en ese momento estaba viviendo junto a ella, mi mágica y humana hada caribeña.

- ¿Cómo fue tu caso? – Me atreví a preguntarle - ¿Tú sufriste mucho?
- Nada. Yo siempre fui una soñadora, nunca dejé de creer que los sueños eran tan reales como las vivencias allá abajo.

Me sorprendió su sabiduría. Quizá en ese mundo de los sueños en el que nos encontrábamos eso podría considerarse sabio, pero allá abajo (como ella decía) podría haberse considerado locura o incluso irresponsabilidad.

El deseo de abrazarla y besarla me consumía, pero antes debía resolver unas últimas interrogantes.

- ¿Cómo corre el tiempo acá arriba, en el mundo de los sueños? Me parece que es totalmente diferente al tiempo allá abajo, ya que en mi primer sueño pasaron años, mientras en el avión sólo dormí unos minutos. ¿Me equivoco?
- No, no te equivocas. El tiempo acá arriba puede ser como lo deseemos.
- ¿Eso significa que podríamos vivir toda una vida juntos acá arriba y luego despertar de un siesta en el asiento de un avión?
- Acabas de descubrir el secreto de la vida eterna en pareja. Yo me percaté hace tiempo (hace muchos sueños atrás, quizá sea más correcto de decir) que podría vivir por siempre en este mundo. Al poco tiempo me aburrí. La vida eterna rodeada de personajes que yo misma inventaba o de niños traviesos del mundo de abajo no me satisfacía. Fue en ese momento en que planeé la estrategia de buscar a algún hombre que creyera también en los sueños, y fue ahí cuando tú apareciste.
- ¡Me cazaste! Dije simulando un tono ofendido, el que rápidamente se transformó en una sonrisa, y desde ahí en un beso compartido.
- ¿Deseas que el sol termine de asomar o lo mantenemos ahí un tiempo más?

Fin

Jota

Texto agregado el 23-11-2007, y leído por 240 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
23-11-2007 Genial! Tiene todos los toques de magia que pueden esperarse de un hombre que, capaz de construir sueños, logra ponerlos al más claro servicio del alma que tiene avidez de ellos. Grande, Jota! Besos. Adriana***** cromatica
 
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