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El otoño era frío, pero la calefacción del tren y el sol pegándome por la ventana me hacían sentir calor, llevábamos ocho horas de viaje, estábamos llegando a la ciudad en la que viví parte de mi adolescencia por motivos laborales de mi padre, ya habían pasado doce años que me fui, y aproveché unos días que tenía para salir de Buenos Aires, y quise volver a este lugar.
Bajé del tren, poca gente en la estación, obviamente nadie esperándome, poca gente me recordaría, tomé un café en un bar y lleve el bolso a un hotel de una estrella que encontré y en donde alquilé una habitación solo por tres días, salí a caminar solo por las calles, los árboles estaban con sus pocas hojas anaranjadas en las ramas, el resto de las hojas yacían en el suelo, el sol aparecía y desaparecía tras algunas nubes, el frío se sentía un poco.
Los jardines de las casas y los árboles disminuyeron casi abruptamente hasta llegar al centro comercial de la ciudad, que no tendría mas que seis manzanas, seguí de largo, sabía por donde quería pasar, los jardines y los árboles volvieron a aparecer después de haber pasado por el centro, hice diez cuadras y doble hacia la izquierda por la calle Roma, el baldío que conocí en esa esquina estaba convertido en un gran depósito. Seguí caminando, mis palpitaciones aumentaban, los nervios crecían, la ansiedad también.
Hice las dos cuadras y media desde que tomé esa calle, faltaban veinte metros para Roma 158, el lugar por donde quería pasar. Iba a intentar reencontrarme con esa mujer con la cual quería hablar, con esa mujer a lo que tanto extrañaba, con esa mujer la que mi corazón me pedía a gritos que volviera.

La tristeza, el asombro, pero sobretodo el desconcierto me invadió, me paré frente a su casa, las plantas se confundían entre los altos pastizales, el portón de calle ya no estaba, sólo quedaba un postigo en la ventana que estaba bastante deteriorado y los vidrios rotos, dos o tres gatos deambulaban… ¿Qué habrá pasado? ¿Que será de ella?
Caminé hasta la esquina, no podía comprender, di la vuelta para comenzar el regreso al centro pasando otra vez por su casa, nadie vive allí, eso estaba claro, pero no comprendía por que.

Volví por las mismas calles por las cuales fui, pasando por los mismos jardines y los mismos negocios, sin que nada de eso atrajera mi atención, la diferencia era que ahora en mi cabeza estaba el cuestionamiento de lo que habría sucedido con ella, y no, la esperanza de reencontrarla como cuando fui.

Las nubes eran cada vez más grandes, el sol asomaba cada vez menos, el mediodía había llegado con frío otra vez. Me metí en un pequeño bar donde tomé un café con leche y medialunas y eso fue mi almuerzo.

Al salir del lugar intenté regresar a su casa a ver si podía encontrar alguna respuesta, pero decidí ir hacia la plaza donde la conocí, y donde solíamos pasar después del colegio. Su imagen reaparecía con su guardapolvo gris, su bincha azul y esa sonrisa tan fresca.

Unas gotas comenzaban a caer, acrecentando mi tristeza, todo se contraponía, el recuerdo de ella caminando bajo el sol, su compañía, y ahora, convertido en un caminante solitario bajo la lluvia, no tuve otra opción que ir para el hotel, ya que la lluvia se intensificaba.

Dentro de la habitación encendí la radio, sintonicé una radio local, para tratar de escuchar alguna noticia que me diera una pista sobre ella y su familia. Me asomé a la ventana del primer piso del hotel y desde allí veía la estación del tren, unos vagones estacionados, la parte de atrás de la terminal de ómnibus, y detrás de todo un cielo gris cada vez mas oscuro, quería pensar en otra cosa, pero no podía.

El haberme vuelto con mis padres para Buenos Aires, fue algo que nos lastimó, yo volvía cada tanto, pero siempre terminábamos discutiendo, hasta que un día, no volví mas. Mi orgullo y el de ella hizo que ni siquiera la volviera a llamar, luego conocí otras mujeres, pero era ella la que siempre estuvo dentro de mí. Y volví para que estuviéramos juntos otra vez, que ese era el sueño que siempre tuve, y ahora que me decidí a regresar, ya no la encuentro.

Durante los tres días pasé por la puerta de la casa varias veces intentando descubrir lo que había sucedido, tenía miedo de preguntar, tenía miedo de la respuesta que me podrían llegar a dar.


El último día fue que vi a un niño de unos diez años de edad y al que me le animé a preguntar, me respondió que siempre estuvo así esa casa, luego me dirigí a varias personas mas y todas coincidían que era un misterio, de repente no vieron mas a nadie en esa casa. Nadie sabía el paradero de ningún integrante de la familia, y algunos de ellos me empezaban a preguntar a mí, queriendo saber que sabía yo de esa gente, pues para ellos era todo un misterio, la vida de ellos y la desaparición.

Me di cuenta que no podría averiguar mas nada de ahí y me volví al hotel a buscar mis cosas, sin respuestas y lo mas triste, sin ella, esa noche tomaba el tren de regreso. Esa ciudad se convertía toda en un pueblo fantasma, ¿Dónde estarás? ¿Que será de ti?

En la estación me vuelvo a subir al tren, nadie me vino a esperar, nadie me vino a despedir.
No tuve siquiera tu rechazo, pero me voy sin ti.

Texto agregado el 22-11-2007, y leído por 283 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
13-01-2008 Muy bien logrado. Medeaazul
04-12-2007 Un buen escrito ,nostalico(parece ere tu sello). anablaum
25-11-2007 Linda y triste historia... naiviv
24-11-2007 REspecto a la eterna búsqueda de algo, siempre habrá algo que busquemos y nunca lo encontremos. Se simboliza en la felicidad, el amor, el prestigio, el dinero. Cortazar lo definió muy bien como las Turas... Buen Texto. Un abrazom Guillermo gcarvajal
23-11-2007 :-) ***** LA_BOLA
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