Así que no sabes qué fueron o son, quizá, los Nephilim. Pues bien...
Según cuentan los padres ancianos a sus hijas soñadoras de cabello negro y ojos anhelantes en las noches de desértico verano, cuando Dios expulsó a los rebeldes de su paraíso, los ángeles amaron al hombre y le ayudaron a progresar.
Carentes, parecía, del amor del Creador, sólo hallaron consuelo en lo que más se le parecía y con hombres y mujeres concibieron una raza con toda la gloria del ángel y toda la pasión de Dios y el hombre. Fue una raza atroz de gigantes que se debatían entre furias y amores.
Los hombres y los ángeles los rechazaron y ellos mismos llegaron a odiarse. Entonces Dios, a la vez compadecido e iracundo con aquella aberración, engendró las bestias celestiales, que les dieron caza hasta su exterminio, guiadas por legiones de arcángeles. Después, las lanzó al Sheol, al cuidado del Esclavo Caído, donde esperan para actuar en la batalla de Armaggedon.
Pero cuentan las leyendas que las enamoradizas hijas susurran a escondidas de sus mayores que no cayó toda la sangre de Nephilim y, mezclados con la estirpe de la tierra, aún nacen y viven como humanos seres horribles y celestiales con toda la gloria y el mal en sus manos.
Toman el aspecto de personas incomprendidas e incomprensibles, víctimas solitarias del desarraigo.
Quién sabe de dónde venimos, ni si somos deseados, pero la soledad que me inunda de vacío en esta tarde feliz me está matando. Punto final.
Ulises Grant.
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