Mi creer no puede ver lo que le muestran mis ojos; - No es lo que parece, puedo explicarlo-; no entiendo la consigna. Salgo corriendo a toda velocidad, me persigue con la guadaña en la huesuda mano, no se que hacer, no se continuar. Las plantas se aplastan, se marchitan bajo mis pies, las flores que han derrochado años de mi vida para crecer, mueren ahora por su Dios asustado, abrumado por su existencia.
Recuerdo las caricias, los besos, las charlas;-Bellos naranjos, hoy he pasado un día espléndido-. Las protegí del sol, las atendí en las sequías, las incentive en las lluvias.
Mis piernas se abrazan e intentan tirarme, pero mi equilibrio salva la situación y me estimula para seguir mi carrera al sobrevivir, pero el margen de error se ha acotado de manera insalubre.
Amor desinteresado ha regado tus raíces y tu salud, tan frágiles en el pasado, solo en el pasado. Ahora se dotan con inmutable potencia, lo suficiente como para hacerme zancadillas en cada uno de mis saltos.
El miedo se agolpa en mi garganta, que enrojece y multiplica por diez su grosor, cortando mi respiración, acabando mi saliva, hinchándome los sesos al punto de oír latir, retumbar mi cabeza, del cuero cabelludo a la planta de mis pies; hasta las plantas que pisan mis pies.
Verde me quiero volver por el odio, por la impotencia, verde como mis amadas, que bailan tango con mis tambaleantes extremidades, verde como la muerte de Federico García Lorca. El terror es protagonista extraño en mi velocidad que aumenta sin que pueda yo controlarlo, aunque esa no sea mi intención.
Entonces la veo, trato de esquivar su embestida, pero mi enredadera logra voltearme, intento levantarme, como tantas veces logre levantar a mis queridas plantas del olvido, pero ya era inútil. Una hoja se insertó en mi pecho, haciendo florecer litros de mucosa sangre, que roja besa mi corazón y mi tierra, decolorando el verde césped, los blancos jazmines, las violetas flores de la Jacaranda, las amarillas margaritas y las rosas negras de la defunción.
Todas reunidas, mis hijas, los frutos de mi vida, ven acabar mi respiración, las palpitaciones se van acabando con mis suspiros. Me vacío de aire, de glóbulos blancos, de alma, de ser. Veo luz, veo lluvia, veo prado, veo jardín.
Lombrices del grosor de un pulgar absorben mi esencia, la muelen, la digieren, la defecan. Me hago nutriente humus, negro humus que devoran mis plantas, que bellas crecen por mi, con migo corriéndole por su sabia, por lo que queda de eternidad. Tengo otra vida para desflorar, al fin y al cabo, no soy más que mis propias hijas. |