Soy el prisionero de mi cárcel,
Que me mantiene por siempre abarrotado
Y me lleva a los lugares donde
No quiero siquiera pisar.

Soy el capitán de mi naufragio
De días eternos y noches solitarias,
Y me hundo a paso corto
Entre mi rutina y el mar.

Soy el culpable confeso
De la sonrisa que dibuja tu rostro,
Y aunque en realidad no lo confiese
No me logra inspirar.

Y mientras me cuentas sobre tu pasado incierto,
Yo me cuelgo de otras ramas a pensar
Que nunca se llega a un lugar abierto
Y siempre se vuelve a tropezar.

Soy el más cuerdo de todos los locos,
En este cambalache de intelecto y demencia,
Pero aunque intente explicártelo,
Nunca lograrás comprenderme.

Soy el mendigo de la cultura
Y recorro los lugares más inhóspitos
Pidiendo un dólar de poesía,
Para poder enseñarte mi alma.

Soy el caminante de un gran laberinto,
Que siempre repite el camino dos veces,
El que pierde la calma y cae
Sobre las garras del gran minotauro.

Soy el verdugo de tu tristeza,
El que arranca tu pena desde la raíz.
Pero aunque seque tus ojos llorosos,
Nunca me podrás conocer.