Dulces de miel
Recuerdo solo una sonrisa, de aquellas infantiles que solo una vez en la vida amamos de verdad, después de algunos años aquello se olvida, y cada paso que damos erróneo o no sirve para crecer… eso es lo que ocurrió, me equivoque demasiadas veces, y pague.
Tal vez ser pequeña tiene sus ventajas, la mayoría de las veces somos hermosas y tenemos ese encanto que a los chicos les fascinan, somos naturales, 100% sinceras y nos preocupamos netamente de ser amadas sin complicarnos con los fracasos, es en esa etapa cuando somos sociables y en la cual nos enamoramos frenéticamente, claro que algunas chicas tienden a enamorarse del chico equivocado.
-Jess!!
Extrañamente todo lo que se supone que le ocurre a las chicas de 12 años no me ocurrió. Nunca tuve amigas con las cuales compartir secretos, la mayoría de las que conocía me odiaban y no era por ser más bonita que ellas sino por mi manera de ser tan fastidiosa que daban ganas de azotarme contra el suelo con un cordel para saltar. Pero al contrario de lo que pudiesen imaginar, había una persona a la cual le dedicaba mis horas haciendo cualquier tontería y que no se preocupaba de que todas las demás chicas me odiaran y murmuraran cosas a mis espaldas, ella era como yo, quizás un poco mas cuerda pero independiente de eso era quien me debía cuidar.
-No estoy! – Esa era mi frase predilecta.
-Vamos a mi casa…
-No quiero…
-Que te pasa ahora?
-No puedo pasar la etapa uno del video juego!! No es razón suficiente para estar mal?
-Deja eso… mama trajo helado…
-Helado? – de pronto estaba animada y sentada en un segundo piso comiendo helado y admirando un baúl viejo que siempre habíamirado con recelo. -¿Qué guardan ahí?-Pregunte curiosamente hacercandome a él.
Soledad, quien era mi única amiga en el mundo, dejo de lado lo que le restaba de helado y comenzó a forcejear con el baúl para poder abrirlo y enseñarme su contenido.
-Es de mi hermano…
-¿Y que guarda?-Pregunte con grandes ojos arrodillándome junto al baúl para ayudar a abrirlo como el gran tesoro escondido y prohibido, que con fuerza de niñas emocionadas logramos abrir.
Dentro había una guitarra vieja, varias hojas de composición, algunos discos de vinilo y un par de fotos haciendo de fondo. El hermano de Sole, era mi admiración.
-¿Cuántos años tiene?
-Cumplió 22 el mes pasado…
-Vaya… esta muy crecidito…y lindo…
-Déjalo ya! Tiene novia…
-Aps…
-Además es muy viejo para ti.
-¿Y donde esta?
-Estudia en el extranjero, se lo llevo una tía.
-¿Y cuando viene?
-Posiblemente en las vacaciones…
-¿Con su novia?
-Solo… ¿Cómo que con su novia?
-Ya me aburrí, hasta mañana…
-Pero…
-Dije que ya me voy, adiós.
-Adiós.
Ella era la única persona que me soportaba, aparte de mis padres, el resto me odiaba como las chicas de la casa continua, las de enfrente, las de la otra cuadra… debe ser porque a los cinco años le lanzaba piedras… aun no entiendo cual era la gracia ¿Dejarlos inconcientes?
Cuando las vacaciones llegaron, mi única razón para estar en pie a las ocho de la mañana era ver llegar a Francisco antes que todos. El era lo único parecido a un hombre que tenia para enamorarme, además, su gentileza excesiva me traicionaba. Tenia esa idea loca de que si no encontraba un novio antes de los 14 permanecería soltera por el resto de mi vida y casi se cumple esa idea, por cierto, así que mi objetivo siempre fue admirarlo a el, aunque desgraciadamente, en vez de agradarle a el terminaba gustándole al primo, al amigo, al vecino… menos a el. Antes de cumplir los 14 el ya estaba casado, con un hijo en brazos aplastando mi ilusión de que se enamorara de mi… lo peor es que al cumplir esa edad ya no tenia a nadie a quien decirle mis sentimientos. Sole murió en ese transcurso de tiempo.
Esa fue mi infancia, alejado de todo, hundido en una sola etapa, malgastando lágrimas, venciendo miradas de odio que seguían mi sombra hasta el final, pero esta vez ya no hacia nada por ello. Que recuerde, para mi no había nada mas que un vacio enorme en el corazón… fue allí cuando todo comenzó.
CAPITULO 1
-No es natural.
-Si es natural, así soy…
Mis padres sin preguntas me llevaron a donde no debían, intentando curar esa parte de mi que estaba deprimida, en un trauma interno que no dejaba salir. Un Psicólogo mas deschavetado que todos los internos de un siquiátrico juntos debía ser mi salvación, aunque debo reconocer que lo mejor que tenia era su aspecto porque creer en que servia de algo ir a verle no iba al caso. Mientras pensaba en que la única manera de liberarme de las ataduras de mis padres era haciéndoles caso, el hombre que estaba en frente mío de camisa y corbata comenzaba su análisis irracional.
-¿Cuál es tu nombre?
-Debe salir en su informe de atención, no?
Estaba a la defensiva, solo quería escaparme de ese cuarto tan blanco y descolorido, pero no podía, algo me retenía, y no eran los 15 mil pesos de la consulta, mas bien se llamaba racionalidad o algo semejante.
-Mi nombre es Edgardo y seré tu psicólogo en estas tres semanas de sesión que tendremos. ¿Sabes porque te han traído tus padres?
-Creen que estoy loca solo por no tener una vida simple de jovencita de 16 años.
-¿Algo mas?
-Creen que no estoy bien por el solo hecho de no tener amigos. Suponen que… me ha afectado mucho la muerte de mi mejor amiga años atrás… por lo cual actúo extraño.
-¿Qué piensas sobre ello?
-Lo he superado…
Las circunstancias de su muerte fueron dolorosas, mas que un accidente o algo desgraciado fue el hecho de que cayera del segundo piso donde solíamos jugar justo enfrente de mis ojos, justo cuando le iba a contar que me quedaría con ella esa noche para platicar.
-¿Lo has superado?-La pregunta fue lo ultimo que podría responder sin sentir un dolor en el vacío de mi conciencia, guardado o mejor dicho protegido de todo quien quisiese borrarlo. De mis ojos brotaron lágrimas, una tras otra sin poder controlarlas, ¿Había superado todo ese dolor en tres años?
-Piénsalo muy bien. Nos vemos el jueves.
Cuando salí de la consulta habían estallado todas mis emociones, no me sentía bien, la imagen de aquella amiga en mi mente daba vueltas como remolino, la única persona en ese instante que sujeto mi cuerpo era el pilar al cual buscaba por todos lados… Era suerte, ¿o el destino?
-¿Te encuentras bien?
Por alguna razón pensé en que todos los que asistían a un psicólogo tenían algo malo en la cabeza, y eran de peligro, sin contar conmigo, sobre todo si tenían los ojos color miel y el cabello sedoso tan brillante que me cegaba… era la apariencia perfecta para un asesino.
-Si, estoy bien…-Conteste levantando mi cabeza para mirar directamente al sujeto que con sus manos sujetaba mi cuerpo de una caída segura, mis piernas temblaban y un chico desconocido analizaba mi rostro, un paciente… un maniático… No se porque de pronto entre en pánico. Era mejor correr, no quería ser perseguida de pronto por un maniático acosador de 17 años que intentara matarme o algo peor. Mis padres me esperaban en la recepción, imaginándose escenas desgarradoras de mis sentimientos y yo preocupada de mis espaldas como quien buscase al mismo demonio por entre los sombríos pasillos de un edificio.
-¿Cómo te fue?
-Les dije que no necesitaba un Psicólogo.-Dije con los ojos rojos de tanto llorar, claramente no me creyeron.
Mañana, tarde y noche se preguntaron en silencio si había sido una buena idea despertar mis emociones de una forma tan brusca. Pero no había manera de saber que era mejor, de todas las cosas que me rodeaban saber cual era peor que la otra era mi entretención y el colegio era el lugar perfecto para desanimarme aun mas viendo como las chicas se enredaban con los chicos y peleaban por sus dominios, todo perfecto como debía ser, yo era la única que no encajaba, la rara, la que nadie quería porque era demasiado seria… ¿alguien acaso quiso conocerme? Ni siquiera mis padres se atrevían a intentarlo.
-¿Te sientes mejor?
-¿Ah?
Alguien me había hablado para preguntar como estaba y no fui capaz de levantar la vista y sonreír para dar las gracias por la preocupación, solo me dedique a mirar un cuaderno en blanco simulando estar muy ocupada estudiando sin prestar atención siquiera a lo que estaba mirando.
-Solo quería saber como estabas, perdón. Adiós…
Reconocí esa imagen mientras se alejaba de mi salón de clases con lentitud. De pronto el acosador de la consulta estaba hablando conmigo como si fuese algo importante, o era eso, o en definitiva quería matarme.
-¿Lo conoces?
-¿A quien?
-A el!
-No…
Dos chicas estaban a mi lado hablando entre ellas con tanta emoción que asustaba, el tema prácticamente parecía ser el chico que ilógicamente había llegado a mi para preguntar como estaba, interesante para ellas, estupido para mi, sobre todo porque en mi vida no me había relacionado con un chico mas allá de la simple discusión ”¿tienes la tarea?”
-Se llama Eric y es alumno de último año…
-Vaya, esta muy guapo…
-Es compañero de mi hermana.-Dijo una de ellas emocionada.
-¿Por qué te hablo?
-¿ah?
No pude contestar “lo conocí cuando fui al psicólogo”, claro que no, eso seria dañar aun mas la imagen que tenia por el suelo. Después de eso, todos tenían el derecho de hablarme, lo cual era extraño.
-¿Conoces a ese chico?
Mauricio se acerco a mí sentándose en mi banco y jugando con una pequeña pluma de paloma. Las veces que me había dirigido la palabra habían sido para que me apartara de su camino, le prestara una tarea, y cosas que mas bien me hacían sentir como un mueble.
-No, no se quien es.
-Pero te ha preguntado como estas, no mientas.
¿De cuando tenia que darle explicaciones a el, un ser insignificante que nunca se había preocupado de hacerme existente en un reducido espacio de cuatro paredes? El que tomara ese acento me incomodaba, tan interesado y algo molesto.
-Te dije que no…
-Ten, guárdala… te la regalo.
Después de que ese chico quizás loco me hablara, todos se habían vuelto extraños, chicas preguntándome quien era, y un compañero en actitud celosa regalándome una pluma de paloma y todo por un paciente siquiátrico como el. O moriría en poco tiempo o es que realmente las cosas estaban marchando como debieron ser siempre.
-¿Cuándo iras de nuevo?
A medio camino de un pasillo, él me había detenido con una suave voz acosadora que me estremeció, y no quise hacerle caso, pero me siguió a paso lento como si fuese una sombra o un violador en serie siguiéndome en un callejón.
-¿Qué hago ahora?-Me pregunte nerviosa vigilando mis espaldas, sintiéndolo aun más cerca de mí.
-¿Cuándo iras?
Apresure el paso casi histérica del miedo encerrándome en el baño de mujeres la media hora de descanso y hasta un poco mas para asegurarme de que no lo volvería a ver siguiéndome y hablando ligeramente como de ultratumba.
-Es un acosador! Esta loco!-Me dije humedeciendo mi rostro.-Debe ser un paciente siquiátrico, o un asesino joven…-Seguí pensando saliéndo de lo normal, pero ya era tarde para estar encerrada pensando en lo peor, las clases habían comenzado hace un par de minutos y ya no había nadie en los baños, el silencio me daba el ánimo para salir y volver a un cuarto amplio con escasas ventanas, pero…
-¿Lo hiciste para no hablarme?
-Que?
El seguía allí, sentado en frente de mi con una mano apoyando su mejilla, con expresión cómoda y gentil, pero amenazante.
-Ya estoy acostumbrado… Me llamo Eric.
Se levanto de un movimiento y me ofreció su mano. En ese minuto mi mente estaba en blanco, solo actué por inconciencia.
-Hola…
-¿Estas bien?
-Aja…
Sonrió para mí. Era la primera vez que un chico de mi edad me sonreía sin parecerle su hermanita pequeña, pero no debía olvidar que podía ser un paciente psiquiátrico peligroso que estrechaba mi mano con fuerza, sonriendo con un pequeño jalón del lado izquierdo malvadamente, como si planeara la manera mas macabra de matarme, aunque reconozco que su sonrisa ya estaba matándome.
-Debo regresar a mi clase.
-Yo también, demoraste mucho en el baño… te echare la culpa de mi retraso.
-No es justo…
Por alguna razón inexplicable, sentí que aquella persona era especial. Estaba demasiado emocionada aun sabiendo que podía ser una persona peligrosa, pero pensaba que el era el puente para poder ser mas sociable teniendo un tema de conversación con mis compañeras.
-¿Te ha vuelto a hablar?
-Si, lo ha hecho.
-¿Y que ha dicho?
-Solo me pregunto como estaba…
-¿Y porque te ha hablado a ti?
-Lo vi en otro lugar.-Comente orgullosa de sus celos.
-Que suerte.
-Parece una buena persona
-¿solo parece?
De un día a otro quise ir a la consulta de mi querido Psicólogo de inmediato, debía saber sobre el directamente con el tratante, mis padres creían que era un milagro mi interés por mi supuesto tratamiento mental y emocional, pero no tenían idea de que su hija estaba investigando a un paciente de peligrosa procedencia.
-Te ves muy animada hoy.
-¿Se me nota?
Mi Psicólogo era un cuarentón bien parecido para nada conciente de mis inquietudes mentales, solo se dejaba llevar por un reporte. Acostumbraba a usar jeans y una camisa celeste claro, sus ojos eran de un verde oscuro misterioso, tenia el pelo claro, no tenia canas, ninguna, por lo cual supongo que no pasaba rabias y se daba una vida Light total.
-Quiero preguntarle algo.
-Pregúntame…
-¿Por qué se atiende Eric con usted?
La pregunta parece que había sido demasiado directa.
-¿Por qué me preguntas eso?
-El va en mi colegio… y le he visto aquí, a la hora en que termina mi sesión… ¿Es un paciente siquiátrico?
El psicólogo se hecho a reír divertido por lo que preguntaba.
-Es secreto profesional.
-Pero…
-No te diré nada, hasta que termine nuestra sesión.
-Al menos me da una esperanza…-Pensé aburrida, comenzando mi segunda sesión.
Hablamos sin cesar toda esa hora de vanas emociones, nada concreto, no me interesaba mas que saber si el tal Eric era peligroso pues ya estaba muy asustada con su acoso en pasillos solitarios hablando incoherencias. Mientras Edgardo hablaba sobre la vida e intentaba sacarme algunas palabras pensaba en como podría ser capaz un adolescente de llegar a la locura.
-Ahora me puede decir algo?
Se levanto de su asiento, me abrió la puerta y vi a Eric esperando su turno tan calmado que parecía hasta una persona normal, hasta su mirada despreocupada era normal.
-Eric…
-M?
-Esta chica pregunta si eres un paciente siquiátrico.
¿Dónde estaba el secreto profesional de estos tipos?
-Yo…
Eric se puso de pie entre ambos con un aire de molestia más que evidente.
-Si, soy un paciente siquiátrico, y suelo matar chicas jóvenes y lindas ¬¬
Sus ojos me infundaron miedo, pero se vio tan sexy en esa manera de ser malo, pero cuando la puerta se cerro de golpe quede con la impresión estancada de que eso era un aviso, ¿Era el realmente un peligro?//
Escrita por: Mighty
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