Adrián recordó a los postres la primera cita de los ancianos. “Hace diez años le ayudé al abuelo en su travesura..”.
Cuando terminó de hablar , aplausos y risas. En la cabecera de la mesa Miguel y Elisa se besaron. Eran felices. A los ochenta años, festejaban diez de casados.
Miguel vivía solo desde que había quedado viudo. Para entretenerse, había comenzado a chatear por internet, pasaba mucho tiempo frente a la computadora. Se había creado un físico que respondía al del nieto. La mujer que comenzó a responderle con regularidad decía tener 25 años que era rubia, tímida, estudiaba biología y trabajaba en una biblioteca
Día a día las charlas se volvieron íntimas. Intercambiaban opiniones sobre todo. A ambos les gustaba Frank Sinatra y eran apasionados de Mozart. Coincidían en muchas cosas. Comenzaron a mandarse saludos cariñosos, abrazos y besos virtuales. La relación duró tres años. Vivían en ciudades distantes y hasta entonces no habían hablado de un posible encuentro, pero de pronto ,la joven, tomando la iniciativa, anunció su llegada a la ciudad y la urgencia por conocerlo.
Miguel, le contó todo a su nieto Adrián. Estaba aterrorizado. Le rogó que lo suplantara en el encuentro.Divertido, el joven aceptó. Fijaron la cita en un café frente a la estación . Ella llevaría una blusa roja. Abuelo y nieto llegaron al lugar con anticipación. Miguel se sentó solo en un ángulo oscuro y Andrés esperó a “su cita” en una mesa en el centro de la sala. La única muchacha vestida de rojo era la hermosa rubia acompañada por una mujer mayor que estaba en la mesa contigua.
Pasaron más de diez minutos. El muchacho se atrevió a preguntarle a su vecina de mesa, ¿te llamas Elsa ,por casualidad? La mujer que acompañaba a la joven dijo firmemente:
-Ven Miguel, siéntate aquí, siéntate. Yo soy Elsa, ella es mi nieta Cristina, espero que no te enojes demasiado, tengo que confesarte algo.
Se humedeció los labios y continuó con una voz en la que se revelaba una gran tensión- te engañé todo el tiempo, mentí en muchas cosas, en muchas fui muy sincera. Lo siento, estoy abochornada, pero tenía que decirte la verdad cara a cara y terminar con esta situación .
El muchacho estalló en carcajadas, llamó con un gesto al abuelo Miguel que contemplaba estupefacto la escena.
Andrés y Cristina se casaron pocos tiempo después que los abuelos.
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