Llevo no más de 15 minutos en esta loca y atrevida decisión. Hice un bolso de manera descuidada, un par de poleras calzoncillos, mis infaltables pantalones de milico y me fui sin decir nada. Subí a mi auto, un Racer del 94, regalo del padre que siempre ha estado arriba cuidándome, regañándome y que tal vez sin quererlo no me ha dejado existir en mi esencia. Mire mi billetera y estaba todo el dinero que llevaba reunido para algunas supuestas vacaciones que suponía iba a tomar en Brasil.
Y aquí estoy, un Marlboro en mi boca, fiel imitación de un ídolo de antaño (Slash), mis lentes de sol que siempre han estado para protegerme de alguna mirada invasora que quiera averiguar que estoy pensando y el velocímetro que marca 100 Km exactos. El rumbo a tomar es definitivamente el norte ¿por que? Por que siempre me ha dado una sensación de fealdad, de frialdad de muerte de soledad…justo las características que necesito en un momento así. En algún momento llene el estanque de bencina, compre un pack de cervezas y aquí estoy, después de 17 minutos de comenzar esta loca y atrevida decisión.
A medida que avanzo, más pierdo la noción de lo que estoy haciendo, solo se que lo estoy haciendo por mi bien. Pongo un CD que yo grabe hace unos meses con lo que es para mi lo mejor del rock y con ironía, casi riéndose de mi, empieza a sonar Ozzy interpretando “No more tears”, excelente tema…pero no me ayuda mucho en este momento.
Para muchas personas lo que estoy haciendo no pasa de una aventura o un carrete más, pero para mí la situación no lo es. Joven de 24 años, estudiante de cuarto año de Ingeniería en una Universidad privada, buena pinta, ambiente familiar clásico y de buenas relaciones, relación de pareja estable, o es lo que yo creía, una buena cantidad de amigos y actividades extraprogramaticas es lo que dice más o menos mi ficha de vida. Es lo que dice la mascara.
Han pasado más o menos 2 horas desde que me subí al auto y solo se que voy hacia el norte, aún no fijo una ruta establecida ni creo que lo haga. Para lo hambriento que soy me doy cuenta que no tengo nada de apetito, tal vez sea que ya voy como en la tercera cerveza, pero en un estado etílico aceptable. Eso es algo que siempre me han reconocido, la cerveza no me hace prácticamente nada, excepto unas incontenibles ganas de ir al baño una y otra vez y es justamente por eso que paro en uno de esos típicos orgullos de la carretera que son los servicentros de alguna marca de gasolina.
Después de una merecida meada, me apoyo en el capo de mi auto mirando a la gente que entra y sale del servicentro… o sea no estoy haciendo nada, prendo otro cigarrillo, y continuo observando y poniendo mi mente en blanco, es lo que quiero hacer, quiero olvidar todo. Mis responsabilidades, mis errores, los engaños de esa maldita puta que se hacia llamar mi polola con un argentino de ocasión en Viña.
Bueno hay que continuar el camino…otra vez acelerador a fondo y estoy de vuelta en la carretera, me topo con un peaje. Nunca lo había analizado, pero en este momento trabajar en un peaje sería mi trabajo perfecto, no hablas con nadie, estas sentado frente a una maquina que solo te permite apretar dos o tres botones y estas solo.
No se cual es el sentido de esta travesía, bueno en realidad si lo se, pero no quiero aceptarlo. Como siempre…es por una mujer. Si, por esa puta que me engaño tres años diciéndome que era todo para ella y que se mete con el primero que se le cruza en Viña y que después se toma unos días en Copiapo con cien o doscientos hueones en jeep, tapados en monedas y que solo quieren fornicar…ahí se metió mi nena, jurándome que solo iba a ir para pensar y relajarse…pensar en que posición se lo iban a meter creo yo.
Creo que cualquiera que conociera mi situación comprendería por que digo que es puta aquella maldita puta. Y lo peor es que por más que pienso lo que me ha hecho yo la sigo amando, como nadie se lo prometió, sigo enamorado de ella y es por eso que arranco de todo lo que ella pueda a llegar a afectarme…no quiero más cortes en mis muñecas. De hecho nunca los he querido, pero a veces estoy dentro de una catarata de pensamientos extraños,
los cuales hacen que me lleve la navaja a mis muñecas solo para ver cuanto puedo sangrar.
Suena el celular, despertándome del transe que significa recordar aquellos momentos. Numero desconocido así que no contesto. El maldito aparato me hace recordar otras mil otras cosas relacionadas con todo lo que estoy dejando atrás. Decisiones radicales…si pude atreverme a dejar mi vida atrás, puedo desacerme de un simple teléfono, así que lo arrojo por la ventana y veo por el retrovisor como se destruye.
El camino no presenta mayores puntos en donde pueda fijar mi atención, bueno y que esperaba el hueón? Me estoy auto compadeciendo y el lindo quiere paisajes bonitos.
Necesito que la banda sonora no cese. Así que me preocupo de poner otro CD. Deftones los escogidos y el acelerador de vuelta a 100 Km.
En momentos así podría correr a 120, 140, 180, 200 que se yo…pero nunca me atrajo la velocidad, lo mío siempre ha sido la velocidad con que se acaban las botellas de trago.
Me miro en el espejo, y me encuentro que parezco una estrella del rock, lentes, cigarro, chasca al viento, aros, camisa abierta y las ganas de mear que me invaden nuevamente. El paquete de chelas ya se acabo, por lo mismo los pudores ya se han quedado unos kilómetros atrás y me detengo a mojar la carretera. Un resto moja mis zapatillas, por la ráfaga que dejo un camión al pasar.
100 KM otra vez.
Como si estuviera a mi lado canto “Be quiet and drive” a la nena por olvidar, mas que cantar, estoy tirando alaridos, imitando al vocalista, total lo desafinado que soy lo escucho yo no mas, los cerros feos y el Racer del 94.
Tengo sed. Y antes que me den los achaques de sueño y desilusión por las que ya me tome, voy por mas cervezas. Prefiero evitar una estupidez tal como llamar al 09-7773536…maldito celular, apuesto a que nunca se me va a olvidar.
Llego “Donde Tomas” bar – restaurant. Son las tres y algo y una chiquilla me dicta el menú de almuerzo. Digo una chiquilla por que es lo que es. No debe tener más de 17 años. Bonito cuerpo…en realidad bonito trasero y bonita cara. Pechugas nada. Rechazo el menú y pido un churrasco italiano en marraqueta y el shop más grande que tenga.
Le pregunto a la pareja de al lado si les molesta que fume. El responde que no, ella ni me mira. Me basta con la de el. La tele esta funcionando pero no escucha nada, por que hay una vieja radio sonando con Los Iracundos a todo dar. Me acuerdo de mi viejo y sus shows cantando con sus amigos. Buenos tiempos esos. Cuando era pendejo y yo solo reía. La chiquilla después de un rato me trajo el shop y el churrasco, trate de darle una mirada de galán con ganas de sacarla de ahí, pero con lentes difícil que me resultara. Y mejor no me los sacaba, si no capaz que no me atendieran.
Bocado tras bocado, mascada tras mascada, servilleta tras servilleta, sorbo tras sorbo, flato tras flato y el churrasco se fue. Quizás cuando me encontraría con marraquetas así de nuevo, por lo que pedí otro churrasco y otro shop…el más grande que tuviera. Después de repetir el orden, bocados, mascadas, servilletas, sorbos y flatos, pedí la cuenta. Precios módicos. Por lo que quise dejar una propina decente a la chiquilla del menú. Cuando vuelve de buscar los billetes del vuelto, le pregunto si conocía una botillería por ahí.“Por ahí” significaba a la vuelta o quizás a la cresta, ya que estaba orillado en la carretera. Me explicó que tenia que seguir avanzando y el primer camino de tierra, a la derecha y habían tres locales juntos, el del medio era la botillería. Chao gracias y en busca del camino de tierra.
100 KM. Doblo a la derecha
Llego a la botillería y le pido dos paquetes de cerveza y una bolsa de hielo. Ni lo uno ni lo otro me responde la gorda que atendía. Cerveza de litro y de 750 y hielo no tenemos. Por la cresta, verdad que ya no estaba en Santiago. La idea del hielo era para mantener las latas en estado aceptable y además no iba a andar con las botellas de litro en plena carretera, no por pituco, si lo he hecho toda la vida, pero la idea era que esta descarga durara lo más posible.
Pregunte por las de 750, la gorda me dio un precio ridículo y mas encima había que dejar plata por los envases. No me di ni la molestia de responderle tal estupidez y me fui. Camino de tierra y de vuelta a la carretera y los cerros feos.
Son más de la 5 de la tarde y para ser verano el sol no esta calentando mucho. No se que poner en la banda sonora. Así que busco una radio, pero una estación AM. Siempre me han gustado. Me acuerdo que cuando íbamos a Horcón con mis papas, siempre había que poner radios AM del sector y me cagaba de la risa con las risas falsas grabadas que ponían por cualquier talla fome.
Agarre una estación donde estaban pasando el aviso de una distribuidora de licores o algo así, y no pesque…no sabia donde estaba parado así que no sacaba nada.
Milagro. Esso tiger market a 10 km.
En la radio suena Shakira. Que manera de no soportar los tonitos que tiene esta mina, pero por lo menos no me hacia recordar a la nena infiel, no mucho.
Llego a la bendita Esso, pero antes de ir corriendo a buscar los paquetes de chelas y cigarros, me tomo mi tiempo y me abrigo, como dije, ya el sol no calentaba mucho, no ese día.
Pase al baño. Otra buena meada. Pero esta con estilo de servicentro, nada de mojarse las zapatillas o no lavarse las manos. Adentro del local, casi nadie. Saco un par de paquetes de cervezas, otro par de cigarros, chocolates gringos y a la caja.
No me daré el tiempo de describir como era un clon de otros que he visto en similares negocios de bencineras.
Antes de partir busco una nueva banda sonora para esta parte de viaje que se viene. Apetito de destrucción de los Guns.
100 KM.
Encontré un lugar perfecto para acomodar la lata de cerveza abierta, entre la palanca de cambio y el freno de mano, existe un espacio en que cabe justo la lata. Poca cosa. Pero es lo primero bueno que me pasa en el día. Eso y los churrascos italianos en marraqueta del almuerzo.
Me doy cuenta que estoy llegando a La Serena. Me doy cuenta de que ya estoy en un punto sin retorno. Demasiado cerca del punto de partida como para sentirme satisfecho, demasiado lejos como para arrepentirme. A pesar de ser norte, La Serena nunca me desagrado demasiado, sobre todo su famoso faro. Lo malo es que alguna vez estuve con ella de vacaciones por esos lados. Aunque ya era en una etapa en donde todo era chuchadas, llanto, perdones y sexo. Decido no visitar el faro y seguir de largo.
Axl Rose se hace pico la garganta cantando “Sweet Child O`Mine” y a mi me hace pico el acordarme como yo se la cantaba en la guitarra. Otra cerveza en el lugar perfecto y adiós La Serena.
Si los cerros ya eran feos antes, a estos la vegetación no los visito nunca, pero a decir verdad, ya no me molestan…a decir verdad, las cervezas ya están entrando en acción y todo entra en mi indeferencia. Me siento cansado, mal que mal han sido mas de 7 horas conduciendo el Racer del 94.
O KM.
Estaciono a un costado de la carretera, en un trecho que me da algo de privacidad. Nunca he sido mucho de admirar las puestas de sol, pero esta se lo merecía. Me siento en el capó del Racer del 94, con lo que queda de chela en una lata en mi mano y un chocolate gringo en la otra.
Esta haciendo frío. La radio suena a mas no poder, The Roots, con una canción algo positiva y me imagino que alguien esta filmando este momento como para ponerlo en su película independiente, así que para ayudar a ese director anónimo, prendo un cigarrillo y le doy un plus a la escena. El humo casi no alcanza a formar figuras ya que el viento esta corriendo fuerte, más aun cuando pasa uno que otro auto, con sus luces ya encendidas. Creo que la canción me gusta más de lo que me había dado cuenta. Prendo un segundo, un tercer y hasta un cuarto cigarro. La idea es prender cigarros hasta que la música que esta saliendo por los parlantes no me agrade y hasta el momento hay suerte.
Red Hot, Cardigans, Metallica, por ahí se coló Madonna, hasta que llegamos a Shakira y todo el momento fílmico se fue a la mierda.
Me abrigo un poco mas, chaqueta y gorro y al volante.
100 KM
Realmente estaba haciendo frío. En ese momento me puse a pensar en como o donde pasaría la noche. Detalles. Se solucionaría en el momento. Lo que si me estaba pasando por la cabeza era si alguien había notado mi ausencia, y si así era
¿debía llamar a la casa? o dejar que la llamaran a ella y la agarraran a puteadas. Toda la vida me dijo que yo era manipulador, así que lo tomare en cuenta…escojo la segunda opción y que la agarren a puteadas.
En realidad este viaje lo hice arrancando de mí o por mí, no veo la diferencia muy clara, pero si me pongo a pensar en los demás tendría que dar media vuelta.
Hace buen rato ya que el Racer del 94 y los autos que se cruzan con el, llevan las luces encendidas. Ha sido mucho rato manejando de noche, un par de CD`s que ya han cumplido su función y el sueño verdaderamente me estaba derrotando. Además quería cambiar un poco la banda sonora, así que puse la radio y solo pillaba canciones que mas me daban mas sueño. Señal caminera y me indica que me falta no se cuanto para Copiapo, Carrizal Bajo, Chañarcillo y algo llamado Algarrobal que era lo mas próximo. Si encontraba algo, pasaría la noche ahí. La noche estaba limpia. Me refiero a que no había luna, por lo que las estrellas relucían en el manto negro. Si hablo así es por que tengo mucho, pero mucho sueño.
Bienvenidos a Algarrobal. Había una flecha a la derecha, pero no se veía ni una maldita luz. Solo un pedazo de carretera bien iluminado. Así que decidí seguir y ver que pasaba.
Unos 15 minutos de seguir manejando derecho, como todo el camino y veo unas luces a lo lejos, era una bencinera, no un servicentro, pero estaba lleno de camiones estacionados, entre la berma y los terrenos de la bencinera misma. Así que como diciendo permiso, pero no diciéndolo, metí el Racer del 94 entre medio de dos bestias, un Freelightner y un Mercedes que no nos miraban muy bonito. Pero eso no nos interesaba, ni a mi, ni al Racer del 94. Busque toda la ropa posible y me hice una especie de frazada y me acosté en el asiento del acompañante, como para que no se sintiera solo, y por que no quería un volante en mi panza.
Despierto. Le doy contacto al auto para ver la hora. Diez para las diez. Lo primero que se me viene a la cabeza es que ya deben haber notado mi ausencia en mi casa. Aun deben creer que estoy correteando o algo, pero cuando pasen unas horitas mas se van a preocupar. Que chucha, total…la van a agarrar a puteadas a ella.
Me levanto, me estiro y escupo uno de esos pollos mañaneros y de resaca, mal que mal en el día me mande casi cuatro paquetes de cervezas y dos shops, los más grandes que tuvieran.
Me acerco a una llave, pido permiso, me lavo la cara y me mojo el pelo. Ahí no había más que bencina y camioneros cansados, así que salí al camino nuevamente a ver adonde podía comer algo y darme una ducha. Seré extraño pero no cochino.
100 km.
Banda sonora. Compilado de los beatles. No es malo partir con genios reconocidos. El sol esta pegando fuerte, así que voy con las dos ventanas abiertas y casi no escucho cantar a Lennon.
A lo lejos diviso algo, tal vez sea otro servicentro, o un restaurant o donde me pueda duchar….que se yo.
Chucha…no. Era el quinto peaje. No le dije ni gracias cuando recibí el vuelto, el hambre y las ganas de ducharme me hacían olvidar modales. Aceleré. No había policía ni compañeros de ruta.
120 Km.
Los beatles siguen sonando y me viene el primer combo al pecho del día. Suena Michelle en el compilado de los beatles. El nombre de la hija que nunca llegara a mí, de la mano de la nena infiel.
No importa acelero un poco mas, para que el viento no me deje escuchar la tonada de McCartney.
130 Km.
En mi afán de no escuchar el tema, no alcance a frenar en una hostería, que problema….freno y marcha atrás.
Hostería Los Callados.
Se acercaba el mediodía y el sol realmente ya se estaba poniendo rudo, por lo que primero la ducha, luego el desayuno. Pregunte por la ducha, precios e incluso me pasaron una toalla y shampoo.
Pocas palabras de por medio. Entre al baño, empecé mi ducha y me duchaba y me duchaba y me duchaba y no paraba de ducharme. A todos no has pasado, creo, estar en una ducha donde a pesar de estar desnudos se sienten protegidos por el agua, a mi me pasa eso, sobre todo con el agua tibia que se acerca a la helada. Puta la ducha rica. Pero había que comer, así que me seque, me puse exactamente toda la ropa que andaba trayendo cuando entre a la hostería y salí. El viento se colaba por la puerta y con el cuerpo frío sentía esa brisa que creemos que a todos les demuestra lo limpio que somos. Claro que si me mojaba el pelo, demostraba lo mismo.
Me acerco a un mesón y pido un café y un barros luco, la dieta de los churrascos italianos la dejaría para los almuerzos y ocasiones especiales. Un tipo me pone en el mesón el sándwich y el café. Olía bien. Como el que me hace mi mama. No había mucho que hacer comiendo, estaban dando uno de esos matinales insípidos en la tele, copuchando sobre alguna celebridad del momento. Era eso o mirar las botellas y adornos que estaban sobre mí. Me decidí por la tele. Fome mi desayuno. El nombre de la hostería caía de cajón. Cuenta, gracias, Racer del 94, banda sonora, compilado de música tranquila y a la carretera de nuevo.
100 Km
A veces tengo la sensación de que mis ojos son la cámara que filma las imágenes de una película, de mi película. Y sin duda que Barry White me gusta, pero no me servia en esta parte de la travesía, así que adelanto el track y me encuentro con Sting, aceptable para el desierto.
Un letrero caminero me indica que estoy siendo bienvenido a Copiapo, alguna vez estuve acá y no me gusto, casi por lo mismo que no me gusta el norte. Cerros feos. Estuve en la duda de entrar a la ciudad y recorrer un poco pero no me dio la gana, para que, si ya conocía. Mejor seguir a no se donde.
Tabaco en mi boca y me da sed, pero antes de desesperarme y comprar un paquete nuevo de chelas, me preocupo de buscar una bencinera (mas en mi camino) por que el combustible ya estaba en niveles críticos, o sea no tanto, pero no me interesaba quedar con la pana del huea en medio del desierto y por lo demás un poco mas adelante se vendría el almuerzo así que por lo de la sed aun no me desespero.
Suena Camilo Sesto en el compilado de música tranquila, voladas que me dan por poner placeres culpables en mis CD`s, y que mas da, si el tema lo compuso pensando en mi…..¡¡¡por amor tengo el alma herida!!! Grito por la ventana y me cago de la risa, en realidad estoy necesitando una chela. Por lo menos el orden de las cosas se esta dando y me encuentro con una bencinera.
Lleno estanque, revisión de niveles de agua y aceite, limpiar parabrisas, revisar el aire de los neumáticos, y el Racer del 94 regaloneado para seguir adelante. Todos consejos del mismo padre que me regalo a mi compañero de viaje por los cerros feos.
Entro al negocio de la bencinera, nada del otro mundo. Compro un agua mineral, no de cínico, si no por que la sed ya me mataba, y las burbujitas, esas que duelen, siempre ayudan. Pastillas de menta, por si algún policía no comprendía la travesía de las chelas y el rock and roll. A la caja. Este clon no era de la misma raza de clones de los servicentros, pero era un clon al fin, propina al bombero y a la carretera en busca de mi almuerzo y el shop más grande que tuvieran.
1OO Km
Apague la radio. Raro en mi, pero la velocidad y las ventanas abajo no me dejaba escuchar bien y para no disfrutarla…mejor no desperdiciarla. Había momentos en que la carretera se perdía y volvía a aparecer detrás de un cerro, lo que me hacia pensar en que realmente no todo el rato voy en línea recta. Descubrí la pólvora.
Se veían diminutos caminos en los cerros. ¿Pero a quien cresta le gustara andar manejando arriba de esos cerros…? Bah ¡
A los jeeperos hijos de puta con que la nena se fue al norte a “descansar”. Huea de mí. Segundo combo en el pecho en lo que va del día. Nada, adelante no más.
120 Km
Llego a un pueblo llamado Inca del oro. Igual a lo lejos se ve una que otra calle. Ingreso a uno de los maltrechos caminos y lo veo…por fin. Restaurant El Inca. Original nombre.
Hace calor, como dije antes, el sol pegaba rudamente, por lo que busque una mesa cerca del ventilador y de la tele. Monos animados en una, velocidad al máximo en la otra. Cuarentona acercándose con escote generoso. Como ya no tenia tan mal aspecto, me saque los lentes. Me trata de joven. Me ofrece el menú. Palabras perdidas, yo iba derecho a atacar churrasco italiano. En marraqueta si era posible, pero no lo era, solo quedaba pan de molde. Bueno, con tal que me trajera el shop mas grande que tuviera. Y si era grande. El escote generoso me trajo una jarra de un litro, transpirando, lleno de cerveza. El churrasco me pareció ridículamente chico. Así que pedí otro de inmediato y como en los tres primeros sorbos casi me acabo el litro de cerveza, pedí otro de los más grandes que tuviera. El resto, lo mismo. Servilletas, bocados, mascadas, sorbos, flatos, meada, cuenta, propina, gracias, chao, mirada al escote, lentes y al Racer del 94.
100 Km.
No me preocupe de la banda sonora. No en un principio. Puse la radio y apareció Shakira y así como apareció, salio cagando de mis parlantes y coloque un CD de Korn. Los shoperos de litro me calentaron la boca, así que la próxima misión era encontrar una botillería, difícil, por que esta cosa cada vez era más desértica y más puntiagudos los cerros. Dudo que el coyote y el correcaminos anden buscando una pilsen por estos lados.
Eran un poco pasadas las tres de la tarde, tenía sed y estaba aburrido, ni siquiera podía jugar a adivinar el número de las patentes, por que no me cruzaba con ni un puto auto y si así era, pasaban demasiado rápido. Sumergido en mi aburrimiento, cambió mi vida. O eso creo.
Korn tocaba 4U (for you) ¿Coincidencia? No creo. Cuando veo una silueta al costado de la carretera haciendo dedo, disminuí la velocidad por si me tincaba llevarla. Mientras fuera joven y me conversara un rato, todo bien. Así que me detuve, ni siquiera me acuerdo como me lo pidió o que palabras ocupo, pero su sonrisa, a su endemoniada sonrisa no podía decirle que no, a nada. Pocos conocen el concepto de una carita con una sonrisa perfecta. Yo la iba a llevar a mi lado, quizás hasta donde. De por si era flaca, no raquítica, pero igual le faltaban un par de platos de tallarines (las cazuelas nunca me gustaron), pelo desordenadísimo, claro, con sus mechones uno mas disparejo que el otro, aro en la nariz, ojitos claros y una voz que casi ni se escuchaba. A mi nunca me han gustado las mujeres con esas características, pero ella….ella tiene esa carita y esa sonrisa que me hizo pegarle un par de balazos en mi corazón a la causa por la cual estaba huyendo de mi mismo.
Tenia una de esas mochilotas en la espalda así que la guarde en la maletera, se subió, con gracia por cierto y acelerador y Korn de nuevo.
100Km
Se llamaba Alejandra, pero tenía cara de Javiera. Tenía 20, estudiaba comunicación audiovisual, era de Santiago y se dirigía a Taltal, a juntarse con una pareja de amigos que ya estaba allá. Aunque por lo que me contaba pretendía seguir subiendo por el norte, hasta donde la plata alcanzara. Baje un poco la música, por que Korn y el viento no lo hacían muy ameno. Las ventanas no se podían subir aun, por que el calor era de la puta madre. Me pregunto si podía fumar, le dije que si, yo rechace uno por que con ese calor no se puede fumar. Creo. Mi prioridad ahora era buscar un paquete de cervezas y caerle simpático a la niña.
Empezó una interrogación de parte mía, que al parecer, ella respondía con gusto. Que por que viajaba sola, en que parte de Santiago vivía, no se, cosas de las cuales se conversa cuando dos se conocen. Milagro…otro mas aparte del que tenia sentado a mi lado. Esso tiger market otra vez. Después de unos kilómetros de seguir avanzando y conversando, llegamos al servicentro. Le pregunte si quería algo, me dijo que no, pero igual compre chocolates gringos, un agua mineral, hielo, y dos paquetes de chelas. Cuando volví ella estaba afuera del auto, le ofrecí un chocolate y lo acepto con gusto. Luego me comentaría que a pesar de comer a toda hora y de todo seguía flaquita. Abrí dos latas y las bebimos conversando en una especie de cuneta que había a un costado de los baños de la bencinera. Nadie nos iba a molestar por estar tomando ahí. En realidad ahí casi no había nadie. En realidad, no creo que nunca haya habido alguien. Me pregunto mi destino. Rió y dudo al saber mi respuesta. A donde sea. ¿Motivos? Escapar de alguna desilusión por ahí. Que por lo demás en algo más de un día ya se estaba yendo, sobre todo por la compañía que salio del medio de la nada.
Payaso era. Payaso soy. Hice todo tipo de comentarios, mientras el par de cervezas se consumía, por hacerla reír, y no me fue mal. A nadie le puede ir mal al ver esa cara y esa sonrisa. Latas al basurero, motor andando y el Racer del 94 honrado de estar con esta “niña” a bordo.
100Km
Quise dejarle en claro que no quería pasarme de listo con ella. Por que me imaginaba que con esa inexplicable perfección de su rostro, las moscas le llovían. Más aun en una situación en donde estaba parada en medio de la nada esperando que alguien la llevara. Y la verdad es que lo hice para que alguien me conversara un rato, o que se yo, pero no imagine que ese pelo desordenado con sonrisa perfecta iba a abordar el Racer del 94. Y eso quería, que comprendiera que me interesaba conocerla, no sobrepasarme, por lo que en algunas cosas me hacia el indiferente o tomaba con naturalidad las cosas que me contaba, pero por mi estaría con una grabadora cerca de su boca para conocerla mejor y no olvidar ni una de sus palabras. De todas maneras, no las olvidaría.
90 Km
No tenía ninguna prisa por que la niña llegara a destino, así que disminuí la velocidad. Banda sonora. Los Chili Peppers. Música de carretera por lo demas.
De alguna manera éramos parecidos. Espíritus libres. Ella tenía pareja estable, pero estaba en la mitad del desierto con un desconocido, por el momento, buscando sus vacaciones. Yo hacia lo mismo, buscando una respuesta. Me contaba de cómo se desenvolvía en distintos círculos de amistades, estaba el de la universidad, el del colegio, el de los amigos de su pololo y así. Lo mismo que yo. Tres o cuatro círculos de amigos, todos distintos e independientes entre si, que lo único que tenían en común era yo.
De cómo la universidad le consumía la mayor parte del tiempo.
Por mi parte, de cómo las noches consumían la mayor parte de mi tiempo para la universidad. Para mi la piscola es con Coca Cola, ella la preferia con blanca. Marlboro rojo, Beltmont light.
A la larga éramos parecidos, o por lo menos ya existía un lazo, nos estábamos comunicando sin mascaras.
90 Km.
Le pregunte nuevamente sobre su destino. Era Taltal. Ni ella ni yo conocíamos, pero le habían comentado que había mar, o que por lo menos habían playas cerca. A mi la playa nunca me gusto mucho. Me acuerdo de cuando íbamos a Horcón con mis papas y la casa quedaba como a 5 cuadras y en subida. Rica sensación. Todo lleno de sal, con los cocos cosidos, caminando tieso entre medio de los hippies que aun iban cuando yo era chico. La niña se reía cuanto yo contaba historias como esta. La cosa es que en Taltal había una posible pareja de amigos. Posible por que aun no pasaba nada, por lo menos hasta que ella salio de Santiago así era. La amiga era una compañera de Universidad, de esas que ella etiquetaba del grupo de cuicas de sus amigas y le gustaba el tipo con el que estaba a donde la niña se dirigía. Estaban alojados donde una tía de el, así que no había problema de hospedaje, y por lo demas tenia mas plata para seguir subiendo por el norte.
Le pregunte si le molestaba que tomara cerveza mientras manejaba. La respuesta fue negativa. Aunque creo que con esa sonrisa y su voz que casi no se escucha, de ninguna manera me hubiera recriminado. Así que dos latas mas abiertas.
Salud. Road Tripping saliendo por los parlantes.
Fueron treinta o cuarenta segundos hermosos, la mire a través de mis lentes y ella sonrió mirando hacia el vacío, sin darse cuenta que yo la miraba, música perfecta, mujer perfecta y hasta el paisaje ahora lo encontraba perfecto. Tal vez hasta se rió de algún chiste viejo, u otra cosa, pero preferí pensar que era por lo que ambos estábamos viviendo. Un viaje con determinado sentido, que en el fondo nos hacia hacer cosas sin sentido.
De improviso empezó a sonar una de esas musiquitas malditas. Era su celular. Intento hablar, pero al parecer al otro lado no le entendían mucho. Se puso a gritar, era raro escucharla hablar fuerte, yo baje la música y subí mi ventana. De todas maneras el sol empezó su paso hacia la durma, por lo que el calor ya no era insorportable. Era su amiga y no se pudieron comunicar.
90Km
Me preguntó nuevamente el motivo de mi viaje. Y le respondí lo mismo. Escapando de una desilusión. No me creyó. Volvió a preguntar. Le dije que así nos podríamos pasar el viaje entero y que no tenía necesidad de mentirle. Entendió. Pero lo que yo creo es que ella quería saber era cual era mi destino, para saber hasta donde seguía conmigo, si se relajaba, o si bajaba luego del Racer del 94. Lo que la niña de mechas locas no sabía, era mi intención de dejarla en la misma casa de sus amigos si era posible.
2 latas más vacías. 2 latas más abiertas. Tabaco suave en su boca. A un costado de la carretera, había vagones de trenes abandonados. Lance una expresión que demostraba mi alegría hacia respectivos carruajes de antaño….LA GUEA BACAN¡¡¡
Le contaba como siempre había sido admirador de los trenes y que cuando niño hice algunos viajes al sur con mi familia en tren. Incluso una vez en una parada me baje a comprar dulces a mi mama y el tren estaba partiendo, poca velocidad, pero lo suficiente como para llevarme un tiron de patillas. Ella seguía regalándome su risa después de cada anécdota mía. Era tan deliciosamente niña. Y yo atontado por como se pasaba la lengua por los labios después de cada sorbo de la lata, no en un sentido erótico, mas bien en un estado de inocencia.
No hubiera tenido sentido preparar mas este viaje, me refiero a haber traído cosas útiles, pero hubiera sido bueno sacarnos una foto al lado de los trenes. Aunque en mi cabeza, la foto de su carita ya esta.
No se si será la hora, el día, o el mes, pero a pesar de estar en verano, poco transito se veía. Por lo que todo se hace mas intimo. Incluso pagar peajes, que ya perdí la cuenta cuantos había pagado. El primer pack se fue y mis ganas de ir al baño ya se estaban tornando criticas y con la niña al lado, aun tenia las intenciones de demostrarme aunque sea un poco pituco, por lo que no iba a regar la carretera ni mojar las zapatillas. Y ahora no aparecían los clones y sus servicentros.
120 Km.
Llegamos a otro servicentro, le ofrecí algo, lo que sea, pero no quiso nada. ¿Que le compras a alguien que no conoces pero quieres agradar? Mi respuesta a todo lo desconocido siempre son chocolates gringos. Sobre todo los de colores.
Meada y salimos de ahí.
90 Km
Llegamos a un pueblo llamado Diego de almagro y la señal caminera me ofrecía dos posibilidades. Hacia la costa o hacia los cerros feos, que ya no me parecían feos en lo absoluto. Como que no quería la cosa le pregunte si Taltal, su destino, quedaba hacia la costa. Respondió afirmativamente. Avance por la carretera y encontré un claro de desierto (ridícula explicación) pero con algunas líneas de tren y esos fierros blanco con negro que alguna vez sirvieron para cambiar el sentido de las líneas. Le pregunte si tenía algún apuro en seguir. Ninguno. Nos bajamos con el paquete de cervezas, el encendedor y nos sentamos en la línea a beber.
En un momento quería admirarla desde otro punto de vista, así que me puse a jugar a la cuerda floja en una de las líneas. Nuevamente no es explicable la belleza que yo vi ahí sentada en esa línea, con un cigarro en la mano y la lata en la otra.
Conversamos mucho rato y a veces yo repetía el jueguito de la cuerda floja. Seguimos conversando y conversando sin parar, de todo. Solo quedaban dos latas y sus cigarros ya se habían acabado. De fumadora que es, me acepto un Marlboro. Pero puso una cara chistosa cuando le dio la primera bocanada.
Me pidió si podía abrir la maleta para sacar de su gran mochilota algo para abrigarse, le pase las llaves, gesto de confianza y le dije si podía sacar la chaqueta que estaba en el asiento de atrás.
Pude haber echo todo eso yo, pero creo que gane mas con el gesto de confianza, como si fuéramos amigos de años.
Otra puesta de sol, que no estaba nada de mal, sobre todo como hacia que se vieran los cerros rojos. Faltaba música. Pero lo suplía el viento que estaba soplando cada vez más fuerte y cada vez mas frío. Mucho frío para la niña. Volvimos al Racer del 94.
90 Km.
Había que comer. Por lo menos tomar once. El sol no se iba del todo, pero ya no iluminaba nada. Iba con rumbo hacia la costa. Con la oculta intención de dejar a niña en su destino. De todas maneras tenia ganas de ver un poco el mar, o escucharlo.
De a poco se empezó a acomodar en el asiento y la cerveza hizo efecto. Se quedo dormida. Puse música tranquila. Da la claridad y los Chancho en piedra se ponían en mi pellejo para cantarle en silencio. Alcance un polerón que llevaba en el asiento de atrás y la tape. En ese momento me sentía tranquilo. Por lo mismo me di el tiempo de pensar en lo que podía estar pasando en Santiago.
Lo único que quería era que mis papas no se preocuparan. Lo que hiciera la otra me daba lo mismo. Que buscara consuelo en los brazos de otro huea, que importaba, pero que mi familia estuviera tranquila era lo que me tenia pensando mas de la cuenta. Tome la decisión de llamar a la casa después de separarme de la niña.
Una vez leí en un comic de Batman, una teoría del Joker, más bien una receta. Cuando toda la mierda del mundo te cae en tu cabeza, cuando no tienes plata para pagar el arriendo o una cajetilla de cigarros, cuando en un accidente de transito tus hijos mueren o al fallar un piquero en un piscina te quedas paralítico, siempre hay una pequeña puerta de salida, siempre esta la puerta de atrás. La locura. Solución a todo problema. ¿Qué le pasa a ese tipo? Déjalo, esta loco. Todo se torna una respuesta cuando te entregas a la locura misma. Bajo la teoría del Joker, yo estaría siguiendo sus pasos, pero más que salir por esa puerta, estoy asomando la cabeza, para ver que pasa.
Es posible que la niña que me acompaña, este pasando por algo parecido. No cualquiera agarra esa gran mochilota y se duerme en el auto de un desconocido. Bueno, hay muchas cualquieras que si hacen eso, pero ella no es así. Por lo menos es lo que siento, lo que me ha entregado en estas horas que he podido compartir.
Sigue el hambre.
90 Km.
Estábamos llegando a un pueblo, localidad o que se yo llamada El Salado. Ya todo lo veía igual. La niña seguía durmiendo, pero mi panza no aguantaba más y estaba metiendo harto ruido. Se veían algunos caminos paralelos, decidí tomar uno y buscar algo donde comer algo. Había una casa iluminada con un viejo letrero de Coca Cola, capaz que fuera botillería, y en ese momento no era lo que necesitaba, me dio lata bajarme y verificar lo que era, por lo que seguí dándome vueltas por las calles. Llegamos a una especie de plaza de armas de la localidad, harta iluminación amarilla, harto tráfico de personas y uno que otro local. Estacioné.
El hambre me estaba consumiendo, pero no quería despertarla, pero tampoco quería que despertara conmigo mirándola como baboso y que creyera quizás que cosa. Le toque el hombro un poco y después la cabeza, su pelo. Estaba apoyada hacia el lado de la ventana, pero después de reiterados toques en su loco pelo, se dio vuelta y abrió sus ojitos. Que se puede decir en una situación tan llena de carga como esa. A mi no se me ocurrió nada mejor que – Hora de comer -, apague la radio y salí. Ella se estiro e hizo lo mismo. Hacia algo de frío, como noche de otoño, pero nada tan grave. Era como la situación perfecta para abrazarla y caminar hacia una especie de salón de te que divise antes de estacionarme, pero las cosas aun no se daban para eso, quizás nunca se darían. Caminamos despacio a través de una plazoleta. Para estar donde estábamos, había harto árbol y para la cantidad de gente que transitaba por ahí había harto silencio, eso ya me estaba llegando a gustar. Parece que había partes de mí que necesitaban que las revoluciones bajaran, aunque era una contradicción, por que la persona que llevaba al lado hacia de mi alguien mas inquieto de lo común, mas sensible o quizás hasta mas perceptivo. A la larga me di cuenta que estaba caminando junto a un ácido con vida y pelo desordenado. Por lo menos los efectos que causa en mi son parecidos a los de un ácido.
Entramos a una fuente de soda, con pinta de salón de te, por lo menos vimos que toda la gente que se encontraba ahí a esa hora, que no sobrepasaban los 6, estaban tomando once o sirviéndose un café. La mesera nos trajo la carta y con ella la incomodidad de la niña de no saber si la iba a invitar de nuevo, o eran cuentas separadas, todo se soluciono con un ¿que te sirves? Y la calma volvió al rostro de la niña. En realidad el rostro nunca difirió, pero son esas expresiones que no deberían ser perceptibles, pero ahora las captaba, quizás por el efecto ácido que ella tiene en mi.
Dos cafés, tostadas, churrasco italiano, queque de chocolate, una repetición de teleserie en la tele y conversación agradable nos acompaño algo así como una hora. Lo de la conversación agradable se trato mas que nada en seguir conversando, hablar de sus papas separados, de mis dudas universitarias, de los primeros besos, de las primeras fumadas, vacaciones, piercings, tatuajes y cosas así. La comida estuvo bien, y como dije antes, la conversación mejor aun. Era increíble la paz que me brindaba la niña. No se cuantas horas habían pasado desde que estábamos juntos en la misma descarga de energías, pero yo sentía que habían sido años de confesiones y llamadas por teléfono en momentos en donde solo tú amigo te puede ayudar, e incluso discusiones de esas que después se olvidan con un shop y hartos cigarros. Pero ese era yo, quizás que pasaba por la cabeza de ella, quizás ni siquiera estaba acá conmigo y sus pensamientos iban en dirección a Santiago, Taltal o cualquier otra parte. Lo importante es que ya no importaba lo que yo dejaba en Santiago, de lo que yo huía y nacía la posibilidad de encantarme de nuevo con las cosas cotidianas de antes. Como tomarme un café, comerme un churrasco con servicio, hacer barquitos con las servilletas o cualquier trivialidad. Ya no estaba en mi cabeza y corazón de manera drástica lo que deje mil kilómetros atrás.
Las cuentas. Las Propinas. Las gracias. Las toses. Los cigarros. Los vueltos. Los pasos. Los árboles. Los silencios. Las llaves. Los Racer del 94 .Los aceleradores. Las radios.
Los 100 kms.
Conforme avanzábamos por la carretera, la noche se hacia mas fría, pero mas mística, casi no había luna y si habían demasiadas estrellas. Siempre me gusto buscar respuestas mirando al cielo, sabiendo que allí no había nadie que pudiera decirme nada, pero por ultimo me embobaba con tanto farolito brillante.
Yo conducía con una mano y ella encendía otro cigarro más. La radio era una estación local, no tocaba nada del otro mundo, nada que nos hiciera interactuar demasiado, hasta que empecé a escuchar una melodía un tanto árabe y una voz que mis oídos nunca han sido capaz de aceptar. Shakira. No iba a pegar una puteada por lo que estaba sonando, si no que simplemente iba a cambiar de estación o poner un CD. ¿No te gusta? Dijo ella. Después de semejante pregunta pude haber reído irónicamente, enumerar entre quinientas y setecientas razones por las cuales ni siquiera debía preguntar a alguien con mis conocimientos musicales, especializados en el rock mismo, algo con semejante carga, lo poco serio que me parecía que alguien utilizara etnias olvidadas para hacerlas canciones populares entre otras muchas razones. Sin embargo mi respuesta ni se acerco a eso. Mi respuesta fue devolverme a la estación y tragarme un tema completo, en donde creo que la tipa gritaba más que nunca. Tuvo que haber algo muy evidente en mis rostro de desagrado, por que ella reía y me daba sus razones del por que escuchaba Shakira. En pocas palabras, más bien en muchas palabras, me quería dar una cátedra sobre la cantante. Yo calle y escuche. Uno siempre aprende algo y por lo menos esta vez aprendí a ser más tolerante, no creo que me llegue a gustar, pero por lo menos respeto el hecho que a ella sea una de las pocas músicas que le cause algo.
Seguíamos avanzando por la carretera, yo me había apropiado de la radio y puse un CD de temas disco, para despertarnos un poco, mal que mal habíamos bebido bastantes cervezas, la noche estaba tranquila y el Racer del 94 casi no hacia ruido en el camino. Uno tan desafinado como el otro cantábamos los temas y recordábamos algunas películas y personajes.
En eso de recordar o saber de películas de culto, la niña no se manejaba mucho, pero daba lo mismo. Así había más tiempo para seguir conociéndonos y no dar ni un paso de ventaja a esos silencios incómodos que por el momento no llegaban. Le contaba de mi teoría de tener uno que otro personaje dentro de mi y como a veces afloraban sus personalidades. La facilidad con que me iba a las manos, algo así como Tyler Durden en Fight Club. El encapsulamiento que busco constantemente como Renton en Trainspotting. La dualidad y manipulación de SickBoy en la misma película. La muerte etílica de Ben Sanderson en Leaving Las Vegas y tantos otros personajes. Muchos pueden pensar que esto raya en lo patético, para mi raya en lo entretenido, pero a la vez es difícil después saber quien es quien y reconocer las mascaras.
A la larga todos se transforman en esto…yo.
La mayoría de las veces uno busca y mantiene amistades con gente compatible. Descubrí la pólvora de nuevo. Me refiero a que siempre hay temas en común, pero también es bueno buscar la contraparte, a esas personas que les puedes enseñar y te pueden enseñar cosas nuevas. Con la niña nos pasaba eso mientras el Racer del 94 seguía avanzando en la noche hacia la costa. Películas, actores, escritores, libros, mas música, mas cantantes and stuff. Y así conoces a las personas y por más que no teníamos cosas en común, mas agradecido estaba por haber pasado en el momento preciso para recogerla y ser su transporte de ocasión.
No hace mucho habíamos comido, pero quería invitarla a comer bien, algo así como una cita sin que se diera cuenta. Ya no faltaba mucho para llegar a la próxima ciudad y aparte de querer invitarla a comer, quería relajarme y carretear como hace dos días no lo hacia. Todo un record. Le comente de mi cansancio para seguir manejando, por lo que quería descansar en la próxima ciudad. No le hable ni de hospedajes, comida o carrete. Ella solo asintió. Creo que entendía que no había malas intenciones en mi actuar con ella y por lo demas se entretenía. Seguimos así.
80 Km
Llegamos a Chañaral. Ciudad conocida por mi más que nada por el pronóstico del tiempo. Nunca me imagine que tuviera playas. Era bonito y se veía ambiente de vacaciones y ganas de hueveo en las calles. Yo realmente estaba cansado, por lo menos de manejar y ya prácticamente estaba echado en el volante. Lentamente recorríamos algunas calles mirando gente y dando el paso a transeúntes y así estacione en una calle iluminada con olor a playa. Antes dije que no me gustaba el mar y así es, sin embargo la playa me atrae bastante, sobre todo de noche. Contradicciones típicas de mí. Bajamos, ella se abrigo un poco mas y salimos a caminar, la niña seguía mis pasos. Le pregunte si tenia hambre, no mucha al parecer, pero igual buscamos algo que no fuera otra shoperia o fuente de soda. No por despreciarlas, pero ya se necesitaba un cambio, no mas churrascos italianos para mi por ese día. Capital era el restaurant que encontramos con cara de pituco y buena comida. Playa, costa, mi afición a los mariscos y la carta me ofrecía suculentos platos, de esas que te hacen botar baba a borbotones. Pedimos machas a la parmesana, botella de vino blanco, otra vez conversación agradable, otra vez mirándola a los ojos embobado, otra vez enseñandonos cosas. Ahora me dio por contarle historias publicitarias, que más que demostrarle conocimientos, me parece que le demostraba que no paraba de hablar nunca, pero ella complaciente como siempre, solo reía y demostraba interés. Las machas estaban excelentes, así que chanchos ambos, pedimos mas…preferia verla comer que fumar, así llenaba un poquito mas su flaquito pero perfecto cuerpo.
Limones, queso, lenguas, harto vino y la noche empezaba a tornarse entretenida. Con tanta macha, la botella de vino se fue, al igual que la segunda…y casi perdimos una tercera, que no llego…mas bien no la acepto y era lo mejor, así el perfil etílico no lo dejábamos de lado para lo que quedaba de una larga noche.
La cuenta y salimos de ahí.
En realidad no tenia nada pensado para hacer, por lo demas estaba realmente cansado de dos días de acelerador en el Racer del 94, pero no iba a desperdiciar la oportunidad de pasar una noche llena de farolitos en el cielo con la niña. Ya iban a ser las una de la madrugada de aquel día. Panzas llenas, pasos lentos y en busca de una botillería, una más en mi descarga. La noche tenia que ser especial, por lo que le ofrecí el licor que quisiera, no se decidía por nada, así que lo hice yo, 3 paquetes de cervezas y una botella de Jack Daniel`s, tabaco suave para la niña, Marlboro rojo para esta especie de Slash de en Chañaral. Volvimos al auto.
La radio local tocaba música tecno de danza ácida. Yo por mi parte abrí una lata, ella prefirió esperar un poco. El plan ya estaba en mi cabeza y empezaba a llevarse a cabo. Comencé a acelerar por la costa de la playa, buscando algún lugar donde poder tomar tranquilos. No había mayores variaciones en el paisaje, dunas y más dunas, la cosa es que distinguí una especie de huella entre una duna muy pero muy alta, ingrese…rogando que no nos quedáramos pegados. Fiel que era el Racer del 94, fiel siguió siéndolo, subimos hasta el tope, y lo que encontramos ahí fue increíble. A veces pienso, que intentar describirlo era una perdida de tiempo, pero igual lo intento. No había luna, pero de alguna manera el mar estaba iluminado y a la altura que estábamos se sentía lo grande que podía llegar a ser. El resto lo hacían los cientos o miles de estrellas que estaban sobre nuestras cabezas. Bajamos del auto y guardamos un poco de silencio. Yo me subí al capo del Racer del 94, la niña hizo lo mismo. Abrí mi segunda lata y ella acepto la suya. Miramos el cielo y seguimos guardando silencio. Hay cosas las cuales muchas veces despreciamos, por ser un poco mamonas o de películas para quinceañeras. No me importaba, esto era una de aquellas situaciones y la viviría tantas veces como pudiera.
Seguimos en silencio.
Seguimos mirando el techo, acostados en el capo. Las olas no paraban su azote. En realidad nunca lo harán. Estuvimos así, hasta que acabamos nuestras respectivas latas. Rompí el silencio e ingrese para poner una banda sonora acorde a la situación. The Doors y Morrison nos acompaño parte de esa noche. Para el lugar donde estábamos bebiendo, ya no estaba tan frío, pero igual decidí abrir la botella de Jack Daniel`s y empezar a llevarme los cigarros a la boca una y otra vez. Ella le daba tímidos sorbos a la botella, que después de un rato, fueron perdiendo la vergüenza.
Empezamos a hablar de temas sin mayor trasfondo. Pero desde hace algunas horas que la veía con ganas de preguntarme algo. Y le respondí con un monologo, sin siquiera ella haberme preguntado nada. Nos pusimos con las piernas como indios. Mirándonos…con lo poco que se podía en esa obscuridad, pero los cigarros encendidos ayudaban. Le explique que no tenía segundas intenciones, que si me nacía invitarla a comer, a tomar o a lo que fuera, era por su compañía, que si antes había tenido malas experiencias con personas como yo, no tenía que desconfiar de la gente. Parece que di en el clavo y unos lagrimones caían de sus mejillas, fueron como bulldosers dándome de lleno en el pecho. Esa carita hermosa no podía estar triste. Le tome las manos, le dije que era suficiente, que no más lagrimas y le pude haber dicho tantas cosas mas. De cómo no tenía idea que me saco de golpe de un proceso autodestructivo y me sumergió a otro de esperanza. De cómo la consideraba un ángel o alguna figura celestial enviada a cruzarse en mi camino, quizás antes había estado cerca de mi y estúpidamente me aleje de ella. Si era así, no lo haría mas, no lo permitiría. De cómo esas horas que había estado conmigo habían borrado años de mirar en blanco y negro. De cómo sus mechas locas, su voz bajita, su risa y sonrisa, su manera de vestir, su niña en si, me había dado dos o tres golpes de resucitación. Podía haber dicho tantas cosas, pero mejor las guarde y respete lo que a ella la esperaba en Santiago. Por lo menos esa noche era mía.
Ya habíamos vaciado algunas latas y la botella de Jack Daniel`s iba por la mitad. Los cigarros iban y venían y las risotadas de ebrios ya se hacían sentir en nosotros. La niña reía cuando me empinaba la botella hasta lo más alto posible, como si fuera agua mineral, yo reía con ella. Los pudores se retiraron a mejor vida, así que la necesidad de mojar la arena se hizo presente en los dos, cada uno por su lado, con distintos resultados, ella se callo de raja, yo para variar me moje las zapatillas. Me las saque y sentí la arena en mis helados calcetines, rica sensación.
Ahora los pitucos nos subimos al techo a ponernos místicos un poco. Sonaba Riders on the storm, ella con su afición a Shakira, no estaba familiarizada con Morrison y sus letras. Traduje el tema y ella cerraba sus ojitos cuando se lo indicaba para que escuchara mejor la música y los solos de guitarra. Fue increíble, mas aun cuando la música hacia como si estuviera lloviendo. Playa, lluvia, trago, niña, Morrison y tabaco, que combinación. Así como pasaban los temas, pasaban mis estados de ánimo…cada vez mas borracho cantaba con los doors y ella seguía riendo, mas aun cuando gritaba GUACHALE¡¡¡ como en waiting for the sun. De alguna manera era mi venganza por haber escuchado tanta Shakira antes. Lo de borracho era un decir, por que habíamos comido tanto durante ese día, que era difícil que el alcohol nos afectara drásticamente. Así que buscando ovnis o estrellas fugaces seguimos avanzando en la noche y en ese momento creo que ambos no necesitábamos nada mas que lo que teníamos a mano. A ratos volteaba a mirarla y pensaba en lo fácil que podría intentar darle un beso, también pensaba en lo fácil que podría mandar a la mierda lo poco que nos unía. Cuanta falta me hacia una guitarra en ese momento y descargar a través de las cuerdas lo que estaba pasando por mi cabeza, por mi pecho, por mis manos por todo mi ser en ese momento…al final lo terminaba canalizando empinándome la botella, chistosamente para ella.
Cambie la música. Salio una canción de la cual nos era imposible no hacer comentarios. De amor ya no se muere. Le pregunte si quería saber a fondo la razón de mi escape de lo que tenía detrás de mi. Y comencé. Y me di cuenta que en 48 horas mi versión ya había cambiado. Aceptaba mis culpas y faltas en una relación que creo yo mismo vicie. Las estupideces y lo que me dolía darme cuenta el saber que yo fui el culpable de lo que ella hizo al final por desesperación. Aunque a pesar de mi inesperada sinceridad con respecto a lo que me pasaba, no podía ni quería dar un paso atrás, ya que el hecho de haberme encontrado o reencontrado con la esperanza era lo que me decía que estaba haciendo bien las cosas. Continuamos bebiendo cerveza, ya que quedaba poco en la otra botella, los cigarros aun abundaban y las ganas de seguir conversando también. Y lo hicimos y cambiamos los CD`s tantas veces como pudimos y reímos, cantamos y a veces le tomaba sus heladas manos, hasta que la energía se empezó a extinguir en la niña y le dije que se fuera a acostar. Apague la radio, la tape con mi chaqueta y unos polerones de ella, la bese en una mano y volví a salir al capo del Racer del 94. Aun quedaban 5 latas y yo estaba cansado pero sin sueño. Seguí bebiendo. Me dedique a ver segundo a segundo como salía el sol y como algunas gaviotas empezaban a pasearse cerca de mis dunas. Podría haber pensado en muchas cosas, pero estaba demasiado cansado y ahora si que el alcohol había echo efecto, por lo que mi cabeza solo miraba lo grande que era el mar. Cigarro, trago de la botella, cigarro, trago de la lata y así. El frío nunca llego a mí en la noche, por lo que nunca me abandono. Estaba empinándome la botella por última vez, cuando la niña apareció al lado mío, con cara de tuto, con el pelo mas desordenado aun y con cara de desorientada. Me miro, me tomo de la mano y me invito a entrar al Racer del 94. Ya era hora de dormir. Creo que como yo la cuide a ella, ella cuido de mí. Nos abrigamos un poco y con los asientos inclinados hacia atrás, comenzamos un largo dormir.
Que manera de tener sed. Y que manera de hacer calor. Salí del auto y moje la arena. Eran más de las dos de la tarde, y tenía una caña de aquellas. Quedaban dos cervezas, y de alguna manera aun estaban con temperatura aceptable. La niña debe haber despertado cuando cerré la puerta. Ni siquiera nos dijimos buenos días, solo reímos. Caminamos un poco para ver realmente donde estábamos. Menos mal que no nos dio por explorar en la noche, por que pocos metros más allá estaba un inmeso precipicio que confirmaba la gran altura donde nos encontrábamos. Abrí la cerveza y ella puso una cara de asco, reprobando el seguir tomando, pero le explique que era lo mejor para la caña, si al cuerpo le diste alcohol toda la noche, te sigue pidiendo y así bajas las revoluciones. Esa justificación siempre la doy.
Nos arreglamos lo posible y salimos de las dunas. La misión del día era dejar a la niña, para mi desgracia, en Taltal, que ya no estaba lejos. Maneje por la costanera nuevamente, necesitábamos una ducha urgentemente. Una vez mas las bencineras nos salvaron. Tenía restaurant y duchas. Cada uno por su lado entro a respectivos baños. De tanta risa y tanto baile con Jim Morrison me debo haber caído en algún momento, por que la cabeza la tenia llena de arena. Calzoncillos y calcetines limpios, la niña lo merecía. Ropa y al salir de nuevo esa sensación de frescura cuando el viento llegaba a mi pelo mojado. Me senté esperándola. Para que explicar lo maravillosa que se veía fresca después de la ducha. Un almuerzo simple, recordando todo lo que reímos la noche anterior, con los gritos, las caídas y episodios que se habían borrado de nuestras cabezas. Estábamos en eso cuando la maldita musiquita del celular nos trajo a la realidad de vuelta. Era su amiga, preguntando por ella. Al parecer estaba preocupada, por las explicaciones que daba ella, anoto una dirección y ya estaba todo listo para comenzar nuestra despedida. Cuenta, lentes en cada uno, propina, gracias, puertas, encendido, banda sonora, carretera.
100 kms.
Trate de poner la música mas simbólica posible para que entendiera lo que me estaba pasando, pero en algún momento me contó que no entendía nada de ingles, así que poco sacaba. Pero el ambiente de despedida se notaba en nuestros silencios, tal vez lo de ella era cansancio, lo mío era derechamente pena. El destino cada vez estaba mas cerca. Iba concentrado en mis recuerdos de la noche cuando me hizo parar en un negocio que estaba a un costado de la carretera. Compro dos aguas minerales y chocolates gringos. Me dijo que por lo menos la dejara invitarme eso. Reí. Pero con mi risa más pena había de saber que quizás, mi ácido vivo no volvería más.
Bienvenido a Taltal. Bienvenido al blanco y negro. Buscamos la dirección, no costo nada encontrarla. Toque de timbre y salio una chica vestida parecido a la niña. Un abrazo a ella un beso para mi. Baje su mochilota. Ayude a acercarla a la entrada, la amiga me dio las gracias, se despidió y entro. La niña se notaba incomoda, yo mas aun. Entro y volvió con lápiz y papel, me pidió mi celular, antes de contarle como lo bote, le dije que no tenía. Ella anoto el suyo y me hizo prometerle llamarla lo antes posible. Si fuera por mi la hubiera llamado a los dos minutos. Como te sacas la adicción de alguien que te dio la mejor dosis de tu vida? Un abrazo fuerte y un beso en la mejilla, yo le di otro en sus manos. Me saque los lentes para mirarla por última vez sin filtros. Me fui de ahí lo mas rápido posible en busca de un shop, el mas grande que tuvieran, llame a mi casa y escuche como mi mama lloraba mezcla de alegría y pena. Me senté en una mesa mirando el papel con su letra, y he recordado todo lo que viví con ella, tal vez la llame y le cuente todo, tal vez calle y se quede conmigo o tal vez de otro giro en mi vida y le escriba un cuento.
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