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La ciudad de Santa Fe está ubicada en un recodo del río Paraná. Es la capital de nuestra provincia debido a su importancia histórica de ser la cuna de la Constitución Nacional. Las bellezas naturales de los ríos Paraná, Salado y de la laguna Setúbal sirven de marco al ejido urbano santafesino.
El barrio de Guadalupe es el aledaño a la laguna Setúbal. La basílica de Nuestra Señora de Guadalupe es el referente religioso del barrio y en la misma se encuentra el camarín de la virgen muy visitado por sus devotos.
Por una de las calles que baja en declive se llega a la playa. Es el mejor balneario que posee la ciudad de Santa Fe. En los primeros años de mi vida, cuando vivía con mis padres en el departamento de la calle Necochea, en barrio Candioti, nuestros vecinos Don Paisaliere y su esposa, que disponían de auto, nos invitaban a ir a la playa Guadalupe. En aquellos paseos yo podía disfrutar de la compañía de Tatita, la hija del matrimonio Paisaliere, una niña de corta edad como lo era yo. Con Tatita he pasado agradables momentos cuando su madre nos servía refresco.
Un lugar pintoresco ubicado en la zona sur de la ciudad es el parque al que, el pueblo santafesino por su situación en la geografía de la ciudad, llama parque del sur. El parque posee un lago y un balneario muy concurrido en la época estival.
En la ribera opuesta del lago está el club náutico El Quillá, al cual la gente accede mediante canoas que son propiedad del club. El doctor José Hurtado, el médico cordobés que curó mi asma infantil me había recomendado por sobre todas las cosas que hiciera deportes. Fue así como bajo la guía del bañero Alcántara aprendí a nadar, si bien es cierto que cuando nadé por primera vez en mi vida fue en el balneario de Guadalupe, pero ese hombre fue mi maestro de natación. Mi deporte predilecto fue el remo, el cual pude practicar ya que el club disponía de varias canoas.
Un viejo edificio que se alza sobre una elevación del parque es mi antiguo jardín de infantes al que concurría cuando tenía cinco años y en el cual disfrutaba de las clases de mi recordada maestra jardinera, la señorita Nancy. Bajo su dirección modelaba figuras con plastilina y papel satinado. Actualmente dicho edificio se convirtió en la escuela Bernardo de Monteagudo.
Frente al club Quillá, en la ribera opuesta del lago, se halla el templo de San Francisco, una vieja construcción de estilo colonial en gran parte debida al trabajo de los indígenas que data del siglo XVII, ya que en el mismo hay una inscripción que dice: año 1660. En dicho templo oficiaban misa los frailes franciscanos, padres Rincón y Mansilla.En su zona aledaña se encuentra la escuela San Francisco, un establecimiento de nivel primario en donde daba clases Blanca Sarsoti, madre de Ramón Luis, un amigo de mi infancia y compañero de escuela primaria.
Frente a este templo, el turista que arriba a Santa Fe encontrará un lugar que lo atraerá sobre todo si gusta de la historia, el museo histórico. En el mismo podrá ver las figuras en cera de los constituyentes que redactaron nuestra Carta Magna. Cada uno de ellos tiene un número al cuál corresponden sus respectivos apellidos. También se observan el busto de Urquiza, el palanquín que sirviera para el traslado del virrey Márquez de Loreto y el catalejo que usara Bartolomé Mitre en el año 1874, en la batalla de La Verde, en dónde defendió la pureza del sufragio y una democracia seria ya que él sostenía que había sido víctima de un fraude en las elecciones presidenciales que dieron el triunfo a Nicolás de Avellaneda.
El museo histórico como el museo de Ciencias Naturales Florentino Ameghino, este último anexo al templo San Francisco, tienen un marcado estilo colonial. En este último museo se puede admirar la habilidad de los indígenas para los trabajos de alfarería. Hermosos cacharros son exhibidos como obra de las primorosas manos de los indios.
A muy poca distancia del club Quillá están los elevadores de Santa Fe, sede de la Junta Nacional de Granos. Es allí donde comienza la zona portuaria. El puerto tiene importancia comercial aunque no tanta como el de Rosario.
El barrio sur es el más tradicional, es allí donde está la Plaza de Mayo, el centro político de la ciudad. En su perímetro están la casa de gobierno, también llamada Casa Gris, sede de las autoridades provinciales, la Casa de Justicia, asiento de los tribunales santafesinos, la iglesia matriz o catedral y la iglesia de los jesuitas anexa a la cual está el cine Garay del cual yo era asiduo concurrente en la época de mi adolescencia.
Las películas que vi en dicha sala y que más me impactaron en esa época fueron: “Los vikingos”, un film de los piratas escandinavos de la Edad Media, donde trabajaban Tony Curtis y Burt Lancaster en el cual se hace referencia al dios Odín de la mitología Nórdica. Otras películas muy de mi agrado han sido: “Su imperio era el océano”, acerca de la vida del escocés John Paul Jones, que prestó servicios en la naciente marina norteamericana y fue también almirante de la flota rusa y cuya vida novelesca sirvió de inspiración a Alejandro Dumas para sus novelas de aventuras; y “El día que paralizaron la tierra”, film de ciencia ficción que tiene como protagonista central a Jack Palance.
Muchas veces he ido a ese cine en compañía de mi primo Jorge y otras con compañeros de la escuela de enseñanza media. Jorge, en una ocasión en que fue solo al cine a ver la película “La maldición de Frankestein” se sintió tan invadido por el miedo que salió despavorido del cine olvidándose en el mismo, su sobretodo.
En la Plaza de Mayo en la cual se halla este lugar de esparcimiento, nace la peatonal San Martín, la principal arteria de la ciudad.
En el Boulevard Pellegrini está la Universidad Nacional del Litoral, de la cual dependen las facultades de Derecho y de Ingeniería Química. En la primera de ellas, yo me recibí de abogado. Otro establecimiento educacional que depende de la citada universidad es la facultad de Ciencias Económicas. La Universidad Católica también tiene facultades que dependen de la misma como las de Derecho y Arquitectura.
La ciudad se extiende más allá del boulevard con calles que llevan nombres de los constituyentes, como Juan del Campillo, Agustín Delgado, Facundo Subiría, Benjamín Lavaisse, etc.
En la zona oeste de la ciudad, más allá de la avenida Freyre, se encuentra el barrio Santa Rosa de Lima, una villa de emergencia.
El abolengo y el linaje de la ciudad encuentran su más cabal expresión en las familias patricias santafesinas. El nexo familiar que tienen con conocidos gobernadores de la provincia como Francisco Antonio Candioti, que lo fue en el año 1815 o con Simón De Iriondo, hacen de los Iriondo y los Candioti, así como los Riestra y los Busaniche, estos últimos por parentesco con el conocido historiador José Carmelo, las familias más tradicionales de la urbe santafesina.
Las zonas aledañas al parque del sur con las pintorescas islas del río Paraná, constituían un remanso de paz para mi padre al ponerse en contacto con la naturaleza y tomar de la misma, sus pinturas al óleo.
Cada ciudad parece tener un alma colectiva y Santa Fe parece tener la suya por lo cual se la ha dado en llamar “la ciudad cordial”.

Texto agregado el 20-11-2007, y leído por 1069 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-10-2016 Hermosa e historica ciudad, tambien tiene sus lugares peligrosos satini
 
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