EN EL PORTAL DE BELEN
En esta época de principios del siglo XXI, que nos toca vivir, casi todo se basa en la publicidad (como ejempl. El Corte Inglés). Empieza Diciembre y nuestros pueblos y ciudades, son un puro escaparate de luces, música y supermercado. Hay dulces, espumillón y bombillas de colores, por todas partes. Tanto es así, que más parecen regalos que mercancía para vender; su enseña, sus huellas, como la lotería, están entre zapatos, muebles, ropas y productos para comer. A nivel de calle, no existen escaparates, puertas y rincones de posible ubicación para una oferta llamativa, que no estén dedicados a reclamo y productos de gran consumo, se trate de grandes cadenas, comercios, oficinas, bares, hoteles y hasta en algunas parroquias.
Pero, ¿Navidad, no se celebra en la última semana de Diciembre? ¿A dónde vamos con tanta prisa? ¿No habrá suficiente turrón, marisco o champán? ¿Habrá peligro de que se agoten las existencias de ofertas, rebajas o reservas de alimentos?
¿Y la nueva ola de copiar, incorporarando entre nuestros tradicionales belenes y engalanamiento colectivo de calles y ciudades, Nöeles, renos y trineos que nada tienen que ver con nuestras costumbres, nuestro clima, ni nuestra cultura?
Sin duda, toda esta mezcla de luz y figuras que simbolizan el nacimiento en Belen, del personaje de mayor trascendencia en la historia Universal y al que, queramos o no, bajo su influencia –cultural y religiosa- se ha organizado nuestra manera de vivir y la de una gran parte de la población mundial, con la cada vez más visible aparición de singulares barbudos y gordinflones de color rojo, trepando en algunos balcones de nuestras calles, ameniza y enriquece el ambiente de estas fiestas tan entrañables.
Aunque nos sorprenda, es consecuencia de la incorporación de miles de nuevos ciudadanos a nuestras costumbres, llegados de países y culturas diferentes a las nuestras y a los que asiste todo el derecho, a celebrar estas fiestas como en sus hogares de origen. Para todos, la Navidad, es una fiesta cargada de sentido, nostalgia y encuentros familiares y para muchos, que no tienen familia, una ilusión efímera pero que, gracias a los símbolos de las distintas creencias, las luces y la publicidad, parece menos triste y solitaria.
No hace tanto tiempo, los espacios que hoy ocupa la publicidad de consumo, eran cuidadosamente adornados para Navidad, con un sentido exclusivo de engalanamiento del entorno y dando importancia a la celebración familiar. Para expresar ese sentimiento, sólo se necesitaba una iluminación cálida sobre unas cuantas figuritas del Belén de nuestros recuerdos infantiles.
Cada época tiene sus ídolos, sus modas, su identidad. La de ahora, tiene la propia, la que corresponde a este momento social, político y también religioso. En lo religioso, en gran medida, han sido desplazados los sentimientos nostálgicos del pasado reciente y en el social y el político, tratan de que desaparezcan los referidos al sentimiento familiar y también al religioso. Ya no es época de Belenes. Es época de consumo, publicidad y oportunidades especulativas.
Loseiros. Nov. 2007
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