Contradicción

El juego se volvía cada vez más emocionante, tanto que parecía haber cobrado vida propia. Era interesante cómo cada movimiento, por pequeño que fuera, cambiaba drásticamente el esquema. En este punto debo aclararte que por supuesto, mis intenciones nunca fueron buenas, pero sí justificadas. Sabíamos que te lo merecías. Deseabas que te acorralara, pues así podrías arrepentirte de una vez y pedir perdón, algo a lo que siempre habías rehuido pero que era tu única salvación. Después de tres horas, o tal vez tres años, logré ponerte en jaque mate. Cualquiera hubiese pensado que yo había triunfado, pero finalmente todo me supo a derrota. Era la sensación de haberte puesto en tu sitio y haberte salvado, cuando en el fondo sólo quería hacerte sufrir. Ahora yo me encontraba en tu posición. Me pregunto cómo lo haces para ganar siempre.