El camino de pronto se convirtió en un laberinto oscuro y siniestro, caminar resultaba imposible, las piedras y el fango atoraban los pies, la lluvia golpeaba furiosa los cuerpos de esa pareja que huía espantada, pero debían seguir, sin saber bien hacia donde, pero había que seguir, los truenos le daban a la noche ese toque atemorizante que producen los fenómenos de la naturaleza, de pronto, allá a lo lejos divisaron una luz muy tenue, una repentina esperanza los alentó ahora. siguieron avanzando a tientas y poco a poco la luz se hizo más visible, se trataba de una choza débilmente iluminada por un farol, llegaron a su vera y entonces los asaltó el temor de lo desconocido, estaban en medio de la nada en una noche oscura y esa choza podía ser su salvación o no.
Atrás quedó el hecho que provocó la huida, aun no tuvieron tiempo de pensar en lo que había sucedido esa noche, todo se había precipitado y los acontecimientos superaron sus planes, cuando Jorge, el marido de Estela apareció en esa puerta y tuvo ante sus ojos la confirmación de sus sospechas, Andrés, el amante de Estela al verse sorprendido solo atinó a querer escapar y al intentar hacerlo atropelló en su carrera a Jorge que pesadamente cayó hacia atrás quedando exánime en el piso de la habitación, de nada valieron los intentos de reanimarlo, estaba muerto, y nada se les ocurrió que no fuera huir, sin saber a donde ni para que.
Ahora en la choza, mojados y extenuados, urdieron una mentira para justificar su presencia allí, habían pasado apenas tres horas del hecho cuando escuchan en la radio portátil del dueño de la choza la noticia del hallazgo del cuerpo sin vida de Jorge, el conocido y reputado médico del pueblo.
Haber escuchado la noticia y recordar la escena los turbó y de pronto parecía que iban a revelar el secreto que llevaban, pero se recompusieron y aceptaron la oferta del hombre de la choza de quedarse allí hasta que amaneciese.
La mañana los sorprendió juntos en la cama que les había provisto el hombre de la choza, aceptaron el desayuno que les ofreció y se prepararon para seguir la huida hacia quien sabe donde.
Lo que ahora sucedería en más era algo que ellos no subían, los días se sucedieron y ellos intentaron vivirlos como si nada hubiera pasado, pero algo había pasado y ellos no lo habían notado.
La noche del crimen, lluviosa había dejado el jardín embarrado y el calzado de Andrés había dejado marcas por toda la casa y la policía llego a comprobar a quien pertenecían esos huellas al cotejarlas con otras halladas en la oficina donde trabajaban Estela y Andrés, que de allí se conocían; llegar a esta conclusión y ordenar la detención de la pareja fue todo uno.
Ignorando todos estos sucesos la pareja dejó la choza y se dirigió a una ciudad alejada de allí en la creencia de que podrían iniciar una nueva vida, muy poco duro esa aparente tranquilidad ya que al salir del pueblo en el ómnibus que habían abordado una patrulla policial lo detuvo y los llevo detenidos acusados de asesinato. |