Ella no lo miró a la cara, tenía miedo que sus ojos la delataran.
Tenía el corazón en las manos y sentía que si pronunciaba una sola palabra más trasluciría en su piel, en su voz y todo lo que comprendía su existencia el sentimiento de haber fracasado en el intento por construir una relación de amor. Era el amargo sabor de haber dado lo mejor de ella sin conseguir lo que había soñado.
Arrastraba consigo años de inseguridad, de distancia adormecida en la ausencia, de palabras no pronunciadas, de desvelos en el cuerpo que casi siempre calmaba con un té caliente de manzanilla antes de irse a dormir.
Miraba el suelo como queriendo encontrar una respuesta a todas esas palabras que él había pronunciado de golpe, siempre con la vista hacia abajo, buscaba en sus zapatos la comodidad que le faltaba en el pecho.
De pronto, los brazos de él la rodearon. Sostenía la mirada con fuerza, como buscando provocar una reacción en ella.
Levantando los ojos lentamente ella, respondió colocando sus brazos en la espalda de él. El abrazo los fue envolviendo cálidamente, hasta que, poco a poco y de manera tímida, avanzaron hasta estrecharse con fuerza.
Ahora ninguno miraba el piso. Ella lo veía a él y él la sostenía con un aire de ternura que jamás creyó experimentar.
No hacían falta las palabras, estaban en medio de la nada abrazándose, estrechándose con fuerza sin perder detalle del momento. Muchas veces ambos habían soñado con ese momento, incluso habían conversado a cerca de sus reacciones más inmediatas, y de la alegría que significaría estar juntos.
La sensación de que podían imponerse por primera vez al tiempo les hacía latir con fuerza el corazón, provocando una agradable tensión en el ambiente. Ella disimulaba muy bien su nerviosismo moviendo sus dedos en la espalda de él, como ofreciendo pequeños masajes. Él sólo la miraba, no comprendía lo que estaba viviendo, pero tenía la certeza de que era un momento importante. Demasiado importante.
Comprendieron ambos en sus miradas la magia de ser y estar.
Dejaron que el mundo se conmoviera por cosas ajenas, ya no necesitaban tanta soledad.
Revivieron el momento de haberse conocido en sólo segundos. Ella dio un suspiro, como si al exhalar hubiera abandonado sus fantasmas, mientras él salía victorioso de la lucha interna por liberar su corazón.
Los dos existieron en ese momento, no antes, y el momento se convirtió en eternidad porque la eternidad era posible si ellos dos lo deseaban.

---- O ----

Un abrazo muchas veces significa apoyo, a veces es el comienzo de un saludo y otras, el punto final y despedida.
No importa lo que se escriba, hay reminiscencias de amor en un abrazo, como hay también amor en todas las cosas que se entregan por amor; un abrazo, un libro, un himno o un poema, todos representan un sentimiento aliado al acto de estrecharse y sentirse.

Caricias, palabras dormidas, un abrazo, amor, todo lo que ya ha nacido y crece con el tiempo.


CAST - 2007