El hielo de la luna en marte me arde.
El honorable arquitecto dispuso correctamente su anatomía entre dos piedras. El pilar con su escalera y la salchicha de polvo del cometa presagiaban buenos augurios, se podía ver desde arriba. Primero lo transitabas, después subías. No sabías si era la luna o marte, porque decía que había que elegir a tus padres y no había mejor modo de pensar, que los planetas son antes de sus nacimientos concebidos por tu mente. Cuando elegiste que planeta regía tu signo, y cual sería tu hogar, descubriste en el universo una nueva sensación. Viste esos planetas voluminosos y tu primer pregunta señalando el cielo fue: ¿Que hacen esos planetas allí? Entonces buscar un modo de llegar allí, fue una buena idea, cruzar el puente y subir por la escalera de la torre. Había allí dos personas que te levantaron y te llevaron hasta tierra firme.
Te deslumbraste con las palabras de aliento de uno de ellos, el otro te ofreció una hierba, que comprendiste, era muy buena. Veías las cosas por primera vez, tu carácter se templaba con cada paso que dabas, por el duro camino. Llegaste a un circo y observaste:
Lanzó su primer cuchillo y se clavó en la parte superior de la rueda giratoria de madera. Lanzó el segundo cuchillo y se clavó en la parte derecha de la rueda giratoria de madera. Lanzó el tercer cuchillo y se clavó en la parte izquierda de la rueda giratoria de madera. Lanzó el cuarto cuchillo y se clavó en la parte inferior de la rueda giratoria de madera. Lanzó el quinto cuchillo y desapareció. Nadie quiso mirar.
Seguiste caminando y: La planta crecía, la planta se alimenta, la planta engorda. La planta se lo comió. Nadie le dio leche. Las cosas comenzaban a perder sentido. No era vegetariana como creías. Frente al desengaño, pensaste que quizás el universo está hecho de un modo ilógico, mientras tu aplicabas tu mundana lógica. Seguiste caminando y llegaste a una iglesia, uno de los hombres te había dicho que debías confesarte, ¿Confesarme por que? Te preguntaste. En el camino te cruzaste con una dama muy pálida, ojala pudiera elegir le dijiste, pero no depende ni de ti ni de ella, en verdad, continuaste por el largo camino. ¿Y a donde querías llegar? Descubriste que la muerte murió hace mucho tiempo, y te convertiste en un loco. O eso me parece, al escucharte decir: "El hielo de la luna en marte me arde", y mientras me cuentas la historia, bebes de buen humor.
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