Desde muy pequeña Rocita expresó talento para la brujería, la hechicería y las curaciones con oraciones, pero nadie sabía de donde había aprendido estos misterios los cuales no eran heredados de la familia.

Estando adolescente se encaramaba en el cogollo de una mata de guayaba que había en el frente de su casa y desde allí meaba con mucho gozo a su hermana Petronila la cual pensaba que era el rocío de los árboles que la mojaban aunque se encontraba extraño el mal olor que quedaba en su ropa.

Según fue creciendo también sus poderes aumentaron inclinándose cada vez más al mal, a tal punto que le chupaba la sangre hasta a sus sobrinos.

En el transcurso de su vida tuvo muchísimos errores de vuelos por lo que amanecía a cada momento estropeada y muy adolorida.

Detestaba el olor a ajo aunque eso no era nada extraño ya que el sacerdote del pueblo también lo detestaba y nadie decía nada.

Un día en uno de esos largos viajes que solía dar en su vejez, se encontró con un aficionado a derribar brujas a la medianoche y fue el día más terrible de su data como hechicera, duró más de seis horas peleando con el joven encima de una mata de aguacate, ella ese día figuraba como un búho enorme de color oscuro.

El muchacho la desplumó casi completamente, impidiéndole el vuelo y provocando así su ausencia a una importante reunión de brujas que había en San Juan de la Maguana.

Cuando se acercó el alba el joven se quería volver loco al ver a su tierna abuelita Rozón muy mal herida, lloró amargamente pero ella moribunda le susurro al nieto:

-No te preocupes no es la primera vez.