EL PEDO
Dolores estaba mirando su telenovela favorita, el cerdo de su marido leyendo el periódico a su lado. El perro sarnoso y huesudo mordisqueando las zapatillas de su dueño. En un momento dado, un sonoro pedo se deja oír en toda la sala. La mujer, malhumorada, se levanta y dice:
— ¡Voy a preparar la cena! —contestándole el marido con un gruñido.
“Cerdo, cabrón, hijo puta, te vas a enterar, de esta no pasas, son muchos años aguantando tus pedos y malos olores” —se dice Dolores para sus adentros. Mientras prepara la cena, toma de la despensa un paquete de polvos matarratas, que consigue disimular dentro del estofado.
El esposo come con esa avidez que le caracteriza después de tantos años practicándolo a la mesa.
De repente, el hombre cae al suelo en tremendas convulsiones echando espuma por la boca. La mujer y el perro, impávidos ante tal escena, continúan cenando tranquilamente, ella con su ensalada mediterránea, y el can con su comida seca. Cuando el marido termina de agonizar, ella lo toma por los pies, lo arrastra hasta la bañera y allí lo corta en pedazos con el cuchillo eléctrico que él mismo le regaló por el día de la madre, años atrás. Cuando ya lo tiene bien troceado mete los mismos en un arcón congelador.
En los sucesivos meses, a Dolores y al chucho no les faltó estofado de cerdo que llevarse a la boca, y cada vez que la mujer se tiraba un pedo decía:
—¡¡A tu salud, querido esposo!!
FIN.
J.M. MARTÍNEZ PEDRÓS.
Todas las obras están registradas.
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