¡Oh, que grandes las callejas
enormes y gloriosas de tu ser!
Laberintos espaciosos
construídos tan bien
Melancolía
aspereza en la garganta
al tragar sorbos de recuerdos
al recordar paraisos celestes
al recordar tus dulces manos
que acariciaban mi cabello
que susurraban en mi ser
futuro incierto
en el cielo de mi estupidez
ceguera absoluta
de la ingenuidad imbécil
del niño ansioso
que creyó en tus palabras
el niño hambriento
que devoró tus promesas
el niño corriendo
asustado, herido,
desilusionado y confundido
sin manos que tomar
sin cuello que abrazar
sin eco a sus sueños
sin eco a su mundo
Desposeído de algo
que no entendía
Arrebatado de un mundo
que no compró
pues se le regaló
destruído hoy
mutilado
solo fragmentos
del otrora tu niño
Hoy con el miedo a cuestas
cual cruz de espinas
que lo aleja de todo
lo que algun día pudo ser...
y ya ni sueña posible.