¿Me das la mano?
Más bien… ¿me puedes seguir dando la mano como siempre?
¿Me puedes agarrar y no soltarme hasta que crucemos la calle… o la vida?
Así hemos estado once años de nuestras vidas: agarrados de la mano.
Aparentemente tú me agarrabas y yo solo me sostenía, me dejaba. Hoy no estoy tan segura, creo que ambos nos sosteníamos fuertemente por miedo a perdernos y a perdernos, o sea… yo no quería perderme y tampoco quería perderte, ¿y tu? ¿También tenías miedo?
¿Me puedes seguir dando la mano como siempre?
Aunque debo confesarte que en estos últimos meses tuve ganas de soltarme y salir corriendo por cuenta propia, me estaba asfixiando tanta dependencia. De hecho ¿cómo olvidarlo? ¡me solté!, corrí, me agarré de otra, me gustó, me sentí tan bien… aún lo recuerdo… Luego vino la culpa por haberte soltado y haber tocado otra, llegó junto con la conciencia de mi incapacidad de estar sin que alguien me agarre, esa aún está aquí ¡la detesto! ¡maldita conciencia!.
Luego pasamos un tiempo sin agarrarnos. Tu enojado porque yo olía a otra mano y te había dejado en medio de la calle… o la vida, y yo enojada porque, según mi percepción, tú me habías soltado otras veces y por eso yo necesité de otro hombre, ¡que lío! En realidad me estaba asfixiando tanta dependencia ¿ya te había dicho eso?.
Pero la verdad es que en algún momento te extrañé, la forma en que presionabas la mía, extrañé la vida que transcurrió adentro, afuera, arriba y alrededor nuestro todo el tiempo que nos habíamos sostenido.
¿Me puedes seguir dando la mano como siempre?
Aunque debo también confesar que me gustaría estar un tiempo en la calle… o la vida, sin necesitar de ningún hombre… sin agarrarme de tu mano. Me encantaría saber si puedo caminar con las manos sueltas, sin tropezar, sin ser atropellada, sin perderme, sin chocar con la demás gente que transita (hay unos bien agarrados y otros bien solos), sin caer, sin desesperar porque la luz roja no cambia, sin comprar todo lo que los vendedores ofrecen, sin sentir que voy a morir si no estoy agarrada…
¿Tú vas a estar bien? ¿Puedes caminar sin mi un tiempo? Yo se que tu has caminado sin estar agarrado varios años, todos los que yo no lo he hecho. No será tan difícil para ti.
Pero debo, finalmente, confesarte algo… no quiero perderte para siempre. Yo quiero que tu mano y mi mano se encuentren nuevamente en una esquina, a la vuelta de una plaza, en la mesita de algún café, entre las sábanas de una cama… no quiero perderte.
Creo que si logramos eso, podremos agarrarnos y de pronto soltarnos y sentir que no nos perdemos, porque ya habremos descubierto más que una mano, talvez hayamos descubierto nuestras almas, yo la mía y tu la tuya. Se que entonces, ya no podrás darme la mano como siempre pero eso ya no será importante entonces.
¿Me atreveré a mandarte este mensaje en algún momento?
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