MEMORIAS DE UN CORCEL



Ni Babieca, ni Pegaso, yo soy el flaco y desgarbado Rocinante, tan famoso como desconocido, pero yo también fui testigo de todas las aventuras de mi querido amo y por ello os puedo afirmar que no estaba tan loco como todo el mundo piensa. Un poco ingenuo y soñador sí, pero loco nunca.
Por supuesto que eran gigantes y no molinos contra los que mi amo se enfrentó, unos horribles seres de más de 20 metros de altura, con unos miembros descomunales que amenazaban con destruirlo todo. Con un valor que muy pocos hombres poseen se lanzó contra ellos dispuesto a ensartarles su lanza hasta atravesarles las entrañas. Tras una cruenta batalla y después de acabar con dos de ellos un desafortunado golpe acabó con las esperanzas de victoria y mal herido huyó campo a través para no ser alcanzado.
Recuerdo también el día de su nombramiento de caballero, era un caluroso día de verano en un majestuoso castillo de cuyo nombre no quiero acordarme, la multitud era inmensa y allí en el centro estaba mi querido amo a punto de ser armado caballero por el mismísimo rey. La multitud enfervorizada no podía dejar de gritar y aplaudir al nuevo paladín del rey. Esa misma noche veló armas junto al castillo y a la mañana siguiente partimos con la misión de desfacer entuertos y proteger a los más débiles.
Desde ese día no ha parado de luchar por la justicia y no ha dejado de hacer el bien por todos los lugares por los que ha pasado sin dudar ni un momento cual era su labor en este mundo. Si por todo ello lo han tachado de loco, benditos todos los locos del mundo pero creo que cada día el mundo está más cuerdo y eso me preocupa porque la cordura está terminando con este maravilloso mundo de locos.
Hoy, el día que recuerdo estas cosas estoy decepcionado porque ¡ Don Quijote me abandonó!, se marchó a un mundo donde la cordura todavía no ha llegado y donde podrá dar rienda suelta a toda su locura sin temor a ser apartado.