EL MENDIGO
El otro día caminando por la calle me tropecé como tantas otras veces con un mendigo que pedía en una esquina. Recuerdo que hacía mucho frío y llevaba todo el día lloviendo pero aquel hombre no se movía de su esquina y a todo el que pasaba le repetía siempre la misma frase: “por favor, deme una ayuda para comer”. La gente, en su mayoría, lo ignoraba y ni siquiera le miraba a la cara, otros sin embargo lo miraban con desprecio y murmuraban por lo bajo. El hombre, acostumbrado a estas reacciones, continuaba impasible su labor. Sus agujereados zapatos apenas impedían que el agua mojara sus pies, unos andrajosos pantalones cubrían sus esqueléticas y laceradas piernas, una mugrienta cazadora junto a su raído jersey eran sus únicos protectores contra el penetrante frío de aquel severo invierno.
Cuando llegaba la noche, nuestro mendigo se retiraba de su esquina buscando un lugar protegido para soportar esas duras horas que le esperaban. Unas veces era una entrada de un comercio, otras, cuando había suerte, un cajero automático, un portal o lo que fuera con tal de dejar el frío y la lluvia lejos de su alcance.
Veinte años antes, este hombre celebraba su boda con su novia de toda la vida con la que deseaba establecer unos vínculos que lo ataran a ella hasta el fin de sus días. Era el día más especial de su vida, por fin todos sus sueños se estaban cumpliendo, el trabajo era estable y muy prometedor, su mujer lo más especial en este mundo, amigos nunca le habían faltado y todos ellos estaban siendo partícipes de aquel momento tan inolvidable. Por si fuera poco sus suegros, grandes magnates de las finanzas, les habían regalado una maravillosa casa con todos los lujos imaginables para aquella época. Estuvieron recorriendo el mundo durante tres meses donde conocieron todo tipo de culturas pasando por los cinco continentes para finalmente volver a su país donde continuarían con su vida. Los hijos no tardaron en llegar, dos chicas y un chico jugueteaban por todos los rincones de su lujosa casa.
La economía del país, después de un largo periodo de estabilidad se vio debilitada por la continua corrupción en el gobierno cayendo finalmente en una peligrosa espiral de violencia. El pueblo salió a la calle harto ya de tantos abusos y dispuestos a reconducir la situación haciendo pagar a los culpables por tantos años de abuso. La situación finalmente se volvió insostenible y la guerra civil, como muchos habían predicho, estalló en pocos meses.
A diferencia de otras guerras esta afectó de lleno a todos los ciudadanos, no distinguiendo clases o estamentos sociales, donde antes había pobreza reinaría ahora la absoluta miseria y donde el lujo y el boato eran comunes comenzó a verse la cara más amarga de la vida. Nuestra familia intentó aislarse del fenómeno que los amenazaba pero finalmente se verían afectados y como otras muchas decidieron abandonar el país ante los frecuentes peligros a los que se veían expuestos continuamente
Los años en el exilio no fueron nada fáciles y por primera vez en su vida se dieron cuenta de lo cruel que puede llegar a ser la vida, ahora eran inmigrantes y no turistas como lo habían sido antes y el trato era muy distinto al que estaban acostumbrados. Las grandes propiedades y gran parte del dinero se habían esfumado con la desastrosa crisis sufrida en su país y ahora se alojaban en una mísera casa que alguien les había alquilado por poco dinero. Los niños ya no asistían a caros colegios privados sino que la enseñanza pública era la que ahora guiaría sus pasos hacia una educación mucho menos refinada de la que realmente les gustaría.
Conseguir un trabajo digno a estas alturas de la vida se había convertido en una quimera y las visitas a las oficinas del INEM eran cada vez más frecuentes pero siempre con las mismas respuestas. De vez en cuando surgía algún pequeño contrato que servía para poder mantener la casa y comprar algo de comida no permitiendo ningún tipo de lujo como de los que disfrutaban en sus años de prosperidad.
Los años pasaron y la familia fue saliendo adelante poco a poco, con muchos esfuerzos y sacrificios lograron vivir dignamente hasta que de nuevo la desgracia llamó a su puerta arrebatándoles para siempre a uno de sus miembros.
Con tres niños huérfanos de madre y un empleo que no daba para muchas alegrías la situación se había vuelto insostenible pero había que dar la cara ante la vida y se esforzaron para que así fuera.
Las rutinas se hicieron ahora más duras teniendo que arrimar todos el hombro, hasta los más pequeños, pero nadie esquivaba sus responsabilidades y hacían todo lo que estaba en sus manos para que esta situación fuera adelante. Pero como todos sabían sólo era cuestión de tiempo y la situación terminó por hacerse insostenible, era imposible que un hombre con un empleo precario y tres niños pudiera proporcionarles una vida digna. El padre desesperado y sin saber que hacer decidió mandar a sus hijos de regreso a la tierra que un día había sido su hogar y que parecía comenzaba a remontar el vuelo tras los largos años de crisis. Junto a los abuelos maternos los niños estarían bien pero él no podía volver ya que se sentía un fracasado que no había sabido sacar a su familia adelante y eso lo convertía en la peor persona del mundo.
Con el problema de los niños resuelto comenzó una nueva vida para él, pronto perdió su trabajo y con él la casa y todo lo que le pertenecía. Comenzó a dormir en la calle, rodeado de yonquis y vagabundos, peleando por conseguir un trozo de comida y arrimarse a un buen fuego en el invierno. Su aspecto fue empeorando hasta el punto que ya no se distinguía de uno de aquellos vagabundos a los que antes miraba con desconfianza, ahora era uno de ellos, ahora los comprendía, ahora era consciente de su verdadera condición. Antaño estaba rodeado de lujos y dinero, tenía una mujer maravillosa y una casa donde criaría a sus hijos. Ahora apenas tenía un bocado para llevarse a la boca y una botella de vino lo acompañaba a todas partes y le daba calor en las frías noches del invierno.
Su única ilusión era poder volver a ver sus hijos pero sabía que eso era imposible y su recuerdo lo atormentaba cada día. Se sentía hastiado y fracasado y así sería hasta el fin de sus días.
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