Hace mucho no subía a un colectivo de servicio público, de los que llevan una ruta, debido a que a excepción de mi moto, solo utilizo el servicio de taxi. Hoy hice el ejercicio por cambiar un poco de rutina, y me he traído una reflexión que deseo compartir:

Pasando por un colegio se subieron dos chicos, uno ya adolescente y otro de corta edad podría decir que Niño aún; Ya no había puestos libres para que ninguno de los dos se sentaran, el chico grande hizo mal gesto y frunció su ceño, el niño empezó a balancearse tomando una de las barras para tenerse, se hizo un trancón vehicular y empezaron los autos a pitar fuertemente, el chico peleaba solo en su lugar arrinconado para no caerse, y el niño cada vez que pitaba un carro, movia su cadera a un lado y luego al otro como bailando, En un lapso de vía nuestro colectivo tomo velocidad y creímos que casi superaba el atoro, pero fuertemente tuvo que frenar para dar paso a una ambulancia que atravesaba la vía, así que todos nos estrujamos con el fuerte movimiento, el chico que no se pudo sostener se fue contra una señora de un bebé y el pequeñín en el apuro devolvió toda la leche que tenia en su boca y por supuesto que cayo sobre el chico.

El niño que llevaba sus libros en la mano por intentar sostener su equilibrio los soltó y cayeron todos al piso. Cuando se estabilizo un poco mas nuestro colectivo el chico se bajó enfurecido porque el niño golpeó su pecho dando tumbos de lado a lado recogiendo sus libros, y el niño en cada tropezón pedía el favor a quien estaba mas próximo al siguiente libro que le ayudase, algunos lo ignoraron, pero ante su insistencia y su sonrisa terminaban cediendo a su petición y agachándose a recogerlo.

En una esquina próxima, el niño ya tenia sus libros en la mano, había quedado un puesto libre y el cantaba lo que sonaba en el radio del colectivo, sin el mas mínimo asomo de recordar cuantos golpes y pisones había proporcionado a los demás ocupantes, y dichoso a todo grito dijo: Pare por aquí señorrrrrrrrrr que aqui ya me bajo. Gracias!!!

No pude evitar reírme de su escandalosa voz, que hasta con ritmo dijo luego de un pequeño episodio que para los demás pasajeros significó un momento de estrés, muchos veían sus relojes, otros hablaban irritados por celular diciendo que tardarían más por el tráfico, no falto quien echara la culpa al gobierno y a las vías tan angostas, otros opinaban que el servicio publico era lo peor, y yo? Solo me quede con estás palabras en mi mente, leídas hace poco de Coelho un excelente escritor brasilero:

Un niño siempre puede enseñar tres cosas a un adulto:

- A ponerse contento sin motivo,

- A estar siempre ocupado con algo y

- A saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea.

Seamos alegres y descomplicados como este niño y seguro que cada episodio difícil, se hará menos desagradable!!!!