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Inicio / Cuenteros Locales / sarnahuixtli / A altas horas de la madrugada

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¿Eres real, Carlos? ¿Para qué quieres saberlo? Contéstame. Tócame y dime tú...

Ella acercó su frágil y esquelético dedo índice hasta la comisura de los labios de Carlos. La yema del dedo de Aurora se deslizó con delicadeza, como temiendo romper la quietud de su piel.

Él la dejó hacer, mientras el tiempo se apoderaba de su garganta y se convertía en resoplidos de aire que salían disparados por la nariz y se convertían en escalofríos del cuerpo de Aurora.

A medida que ella avanzaba en su exploración cutánea, a Carlos, el silencio de sus soledades ya le había invadido los oídos.

Un leve silbido, que le parecía manaba de las cosas que le daban vida a su realidad, se metía por sus poros y lo estrangulaba de forma pasiva, tenue, como queriendo causarle un orgasmo a su cuerpo, sin hacerle partícipe del mismo.

Carlos salió de su ensueño cuando el aroma de la tierra mojada se le metió bajo la nariz. Llovía. Volvió a respirar, pero el zumbido seguía ahí, ahora confundiéndose con el cerner de la lluvia.

Las pupilas se le dilataron al reconocer la textura de ese olor que ya había olvidado, el de la tierra mojada, Aurora. De pronto, cayó en la cuenta, había lluvia tras la ventana. Sintió frío y miedo. Pero se tranquilizó al ver que ella seguía con él, ahora tratando de posarle las manos sobre su rostro.

Es increíble como la luna corta el manto pluvial con su opaca luz, desearía que nunca dejara de llover, así podría abandonarme y desearte sin ataduras, pensó Carlos, mientras miraba a Aurora sin reparar en ella...

Creo que eres real, oyó decir al fondo de su reflexión. Carlos la reconoció prendida de aquella voz que lo había despertado, no se pudo contener y se abalanzó sobre ella con un beso en los labios y pensó que Aurora era la criatura más bella y delicada que jamás había tenido entre brazos.

Ella, al parecer, supo descifrar los sentimientos que le devoraban los labios a Carlos, y lo recibió con las piernas abiertas.

Él la embistió con la delicadeza con la que se deposita una espada en su vaina, ella no pudo evitar verlo con ternura, y sintió ganas de procrear. De procrearlo a él y a sí misma, para poder arropar a ambos bajo un mismo amor, sin distinciones y sin miedos.

Pronto amanecerá. No sabes cómo odio este momento, susurró Aurora. Él la abrazó y le besó el cabello, mientras la cabalgaba. Tranquilízate, ya habrá otras noches, le dijo al oído.

Aurora respiró hondo mientras cerraba los ojos para guardar en su memoria esta noche y dejar escapar un par de lágrimas para Carlos, tratando de no dormirse.

Sin embargo, el calor de la noche no tardó en cubrirle el vientre de espuma y el cansancio se apoderó de las carnes. No se supo de amores hasta que él despertó.

A las siete la mañana, un reloj anunciaba el nuevo día. Carlos se levantó entumecido, con el pene adolorido y pegajoso. Fue al baño y buscó su cepillo de dientes: ¡La misma mierda de siempre, volví a perderlo!, gruñó.

Sorbió agua y la escupió sobre el lavavo. Se miró al espejo y vio la soledad de sus ojos, esta mañana te ves muy linda, le dijo y soltó senda carcajada. De repente, recordó que Aurora estaba muerta y la habitación se llenó de silencio.

Texto agregado el 29-03-2004, y leído por 294 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
12-04-2004 Algo enredado ¿No crees? Un saludo franlend
29-03-2004 creo que son dos cuentos, prová separarlos. Te doy 4 jie,jie gnomito
 
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