Alicia Montes Pérez
Abrigo largo.
Zapatos de tacón aguja.
Medias de seda.
Boca de cereza, rostro de durazno en flor, huele a aquel perfume cítrico que él le regalo antes de su partida.
Mañana que agita.
Su corazón palpita.
Llueve sobre la ciudad.
Ella continúa en su búsqueda,
maletín en mano,
un trabajo.
Solo una oportunidad pide al destino.
Sin pesos en su cartera, con sueños en su sombrero, miles ojos le miran.
Alicia Montes Pérez.
Llaman desde la oficina.
La ansiada entrevista.
Un psicólogo que no la conoce, cae la ronda conocida de preguntas, un Test, que se le hace infinito.
A ella el hambre se le acomoda en el estómago hace semanas, ¿a quien le importa? cara bonita, bonita figura, es joven, ahora si, tiene lo que el mercado pide.
Respira profundo.
El celular estremece su cuerpo.
La música de todos los días para hacer suave la mañana, la trae de vuelta, a este tiempo, a su realidad.
Aquí yace en su cama,
la lluvia sigue cayendo furiosa sobre el techo de su pieza.
Estira sus huesos cansados.
Se levanta.
Se mira al espejo.
Los ojos cansados.
La piel con los pliegues del tiempo, los cabellos sin vida.
Otro día.
El hambre sigue clamando desde adentro.
Alicia se acomoda en su lecho,
cierra los ojos, continua su sueño.
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