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Lucia...

Por: Elvis Fernandez


Pendiente a su hombre Lucia perdió el vivir. Se levantaba todas las mañanas, le hacia de comer, le preparaba su taza de café sin azúcar y con un poco de leche. Todas las mañanas Lucia bailaba el mismo ritmo, y todas las noches Lucia imploraba que hoy, el la tocara, que hoy la abrazara o por lo menos que con sus labios suaves el tocara los suyos, que la envolviera en el fuego pasional de los abrazos y que así de esa manera Lucia se sintiera querida, se sintiera MUJER. El por ser hombre tenía sus necesidades carnales, pero no las satisfacía en Lucia, al contrario se conformaba con las corridas, aquellas valientes mujeres que se pintorrean la cara y que por 50 dólares te dan un paseo por el jardín celestial, donde todo es posible. Ella lo veía llegar con el rubio, su piel canela olía a sales, sus cabellos sudados eran de un negro carbón, pero subes al tocarlos, sus ojos cerrados del cansancio de la fuerza que dejo en las piernas de la valiente. Ella cada vez que lo veía en ese estado, deseaba abrazarlo, deseaba sentirlo, deseaba besarlo hasta que el no tuviera aliento, pero en cambio se escondía y sus deseos se quedaban ocultos como siempre. El se arrastraba hasta la recamara separada, ella sentía atreves de las paredes que dividían su amor, su repiración, sus jadeos y su desplome en la colcha. Deseaba correr, abrir la puerta y ser de el, pero ese sueño era imposible.

Una mañana casada de llorar, casada de gritar su nombre a los vientos feroces del olvido, Lucia decidió que ya era el momento de declamar su amor puro de enfrentar su dolor e invitar a la pasión. Se desplomo de de sus envolturas, se miro al espejo y se sorprendió, nunca lo había echo y de eso se arrepintió. Vio curvas, vio templos, vio montañas, vio mar y vio sol, en definitiva vio a la mujer que era y sonrió. Se toco, se exploro y le gusto y supo q a el también le gustaría. Busco carmín y trajes de colores con escote, busco sandalias de abiertas, se soltó el pelo con esmero y dejo caer su melena, el suave rizo color tierra se sentía en la espalda, donde resonó con orgullo. Sus ojos destellaban pasión, sus labios pedían amores sueltos, sus manos pedían carne salada, esa carne bañada de sudor que al besarla es salada. Lo preparo todo para ese día, no bajo a prepararle el café como siempre, ese día Lucia bailo diferente. Se quedo arriba en su cuarto, con la música con ritmos salseros a todo volumen, bailo al son de lo viejo, movió caderas, cerro ojos y se transporto a otro mundo. Los vecinos y acompañantes del resido se desconcertaron al escuchar el ritmo contagioso, pues nunca se imaginaron que a Lucia se le moviera la cintura. Se dijo, es mas se grito así misma que el seria para ella que esa noche el no se iba a escapar, que esta noche el no tendría que pagar, ya que su amor virginal seria gratis. Le imploro a los vientos, le rezo a sus santos olvidados, prendió velas en su cuarto y llamo a los espíritus del amor, porque esta vez Lucia iba a todo y lo daba todo hasta lo que no tenia.

El sentado en una silla en el bar de la esquina se bebía una cerveza fría, miraba a los carros pasar, vigilaba su carrito color rojo como la sangre y cantaba al son del bolero. Dieron las 6 de la tarde la hora del amor, para los que están solos, ella decidió buscarlo eso haría la nueva Lucia, buscar a su presa. El ya se iba, pago las 4 cervezas que se había tomado, se despidió de sus amigos y se monto en su carrito color sangre. Ella iba feliz y al pasar pitos y comentarios aumentaba su ego de mujer, por que esta vez lucia se sentía mujer. Llego a la esquina, tenia que cruzar para ver el bar donde su amado siempre estaba a esa hora.

Cruzando la calle Lucia vio todo negro. El vio todo rojo. El golpe ella no lo sintió, el no la vio. Solo escucho y sintió como el bulto humano rodaba por las ruedas de su auto. El se paro, salió llorando, había matado a alguien y por eso iría preso. La gente salió de todos los lugares, hasta donde no había gente salió gente. Todos rodearon el cuerpo, el vio su carrito color sangre, y no pudo distinguir la real de la ficticia, agarrando sus cabellos suaves y sudados llego al circulo, iba arrastrando su cansancio. Y la vio tirada en el piso, llena de sangre con los ojitos cerrado y la boca carmín abierta. La reconoció era la vecina que le preparaba el café, la chica solitaria del apartamento del alado, aquella chica que siempre lo veía llegar y nunca le daba una sonrisa, aquella chica callada que trabajaba en la cocina. Pero lo que el nunca supo es que esa misma era Lucia su enamorado fiel, aquella que soñaba con sus besos y sus abrazos, aquella que nunca le diría que no, la que siempre estaría para el, la que siempre lo esperaba. Así Murió Lucia.

Texto agregado el 13-11-2007, y leído por 318 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
14-11-2007 Muy linda historia,llena de juventud, emociones y tragedia, como lectora lo disfrute***** eutopia
13-11-2007 Me gustó mucho;Lucía es de esas mujeres en vías de extinción. En mi juventud también se estilaba así ;era mal visto que las féminas dieramos el primer paso.De verdad me hubiera gustado que Lucía se salvara y el despistado vecino se diera cuenta de sus sentimientos. *para tí. pantera1
13-11-2007 Buena historia, no me gusto lo de necesidades carnales, no soy puritano pero el lenguaje en que narras merece una metafora que sabras elaborar. Como decimos aca en México "ahi la llevas" un final mas sorpresivo e impactante seria que despues de atropellarla al ver a su vecina creyera que era prostituta. Me recordo un cuento de Rosario Castellanos "el viudo Roman" el viudo de iba a divertir a un prostibulo cuando habia una mujer que lo queria bien. dinosauro
 
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