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Hace mucho frío. A través de la ventana el paisaje adquiere un tono gris. Tengo las cortinas recogidas para aprovechar la luz y leer un poco. Pronto ya no podré. Extraño esas noches que resplandecían con luces de diversas tonalidades, cuando era imposible ocultarse y lo podía ver todo.

Desde que las luces se apagaron no he vuelto a salir al oscurecer y en el día escasamente. Algunas fogatas se encienden y las personas bailan alrededor, se cuentan historias que sólo la oscuridad empaña. Yo me apagué con la luz y todos me apagaron al instante. Nadie extraña mi presencia, aún peor me repelen. Los niños que aún no han oído de mí, me sonríen al pasar: eso es tan reconfortante. Pero pronto sabrán quien soy, pronto me rehuirán.

Hace diez años, por estas horas, me estaba dando un baño y no me decidía aún con que blusa me pondría aquella falda que finalmente me atrevería a usar. Invité a unas quince personas. Quería algo íntimo, sólo amigos, algo de comida y mucho trago. Es gracioso recordarlo, verme bailando sobre la mesa mientras todos cantaban a mí alrededor. Cumplía veinte años, pero me sentía de dieciséis. Ahora siento que tengo sesenta.

Recuerdo que todos se emborracharon y reían eufóricos. Traté de hablar con alguien pero nadie me oía. Yo había bebido también, pero el alcohol sólo me enervó. Veía todo borroso y nadie me veía a mí. Me sentí tan sola. Luego decidieron salir y yo no quería. Se fueron de todas maneras. Esperé sentada en silencio a que todos salieran y al estar sola lloré.

Nunca me han gustado los cumpleaños. Recibir saludos de gente a la que no le importo y que sonríen y me dicen feliz día ¡Feliz! ¿Por qué? ¿Por un año más siguiendo esta farsa? Es insoportable. Pero creí que esta vez no sería igual, que por fin había conocido a personas que me valoraban. Ilusa, ¡qué ilusa soy! El amor es sólo una excusa para vivir, la mentira que desesperados necesitamos creer, el lazo que nos amarra. Un lazo inexistente en esencia, pero tan bien revestido de vaga esperanza, tan verosímil. Nuestra luz al final del camino, lo cálido de la vida ¡Qué patéticos podemos ser! ¡Qué ingenuos son los hombres! Tantas ideas en mi mente… pero estaba tan cansada que me quedé dormida.

Desperté temprano y preparé café. La cabeza me mataba, la casa estaba desierta y me invadió la tristeza. Nada era real, nadie era un amigo ¡No quería a una masa de individuos para los que no significaba nada! Pero ellos eran los únicos que conocía. Pasé el resto del día echada en mi cama con la mirada perdida. Oí llegar a mis padres pero ni me saludaron. Los escuché conversar, como un leve cuchicheo lejano, hasta que me volví a dormir.

A la media noche me levanté. Prendí la computadora y escribí. Sobre el lo perfecto del amor, la ilusión furtiva de la felicidad, sobre la dicha eterna de la simple existencia, sobre toda esa gran mentira y sarta de idioteces que se nos hace creer. Lo titulé: Nunca serás feliz.

Después de tres días pegada a esa maquina adictiva dormí por horas y al despertar no tenía idea si era de mañana o de tarde. Me vestí y salí a caminar. Marqué en el celular el número de una amiga, no contestó y empecé a probar con cualquiera: nadie me atendió. Tomé el maldito artefacto y lo lancé al piso ¿Es que a nadie le interesa contestar? Me desconcerté. Había perdido el control de mí misma y todos me estaban mirando en la calle. Corrí, pero todos me seguían con la vista. Entré a mi casa y aseguré la puerta.

Se hizo de noche y las luces se encendieron: fue hermoso. Por mi ventana vi la ciudad resplandecer. Todos tan hipócritas, todos tan caretas, todos. Entré al sótano y allí fue donde se me apareció. No lo pude ver bien, sólo lo escuché. Había leído mi historia, me creía. En medio de la sarta de idiotas que vivían en el mundo me reconocía como sabia. Nadie merecía la luz, pero yo sí, sólo porque denuncié nuestra verdadera esencia: el odio.
Salí del sótano cuando el hambre me venció. Corrí hacia la cocina y me comí una manzana mientras buscaba más comida en la refrigeradora. El teléfono sonó y contesté. Hija mía... escuché y colgué de inmediato. ¡Mi madre está muerta! ¿O me llamaba del más allá? ¿Quería que la acompañe? ¡Pues no me quería morir aún! No me culpen por ello. Desconecté el teléfono. Horas después mi televisor explotaba al chocar contra el piso de mi sótano violentamente: tanta gente sonriendo me dio náuseas y me sacó de quicio.

Esa noche entendí todo. Las personas se desquitaban conmigo. Alguien, tal vez él, había mostrado mi historia, muchos abrieron los ojos y sin soportarlo se suicidaron. Nadie quería que lo supiese, que me enorgulleciera con ello y se reían en mi cara. Al despertar entendí que la luz se les había ido, pero prendían fogatas frente a mi casa y saltaban y gritaban como regocijándose y no escuchaban mis gritos: me ignoraban. Veía cada noche flamear esa llama fuera de mí casa quería acercarme pero gritaban y gritaban.

Desde chica admiraba el fuego, es bello y fugaz, es cálido y poderoso. Mis padres me llevaron a sicólogos y entendí que debía evitarlo, que mi pasión no era correcta. Pero esa llama estaba justo frente a mi casa, no podía mas quería estar cerca a ella. Ellos no me dejaban en paz, tocaban mi puerta y me insultaban. A veces lo soñaba, a veces no.

Una vez soñé que unos amigos me visitaban y les decía que estaba escribiendo, que quería estar sola. Ellos intentaban persuadirme para salir a cualquier lugar, decían que iba días encerrada allí ¿Días? ¡Pero si voy diez años aquí! les dije, me mostraron calendarios, querían volverme loca y les pedí que se fueran. No volví a soñar con ellos. Los extraño. Me entretuve y nunca más lo he hecho, ni despierta.

Mi mamá hace unos días me visitó. Me quiso llevar pero no la dejé. ¡Aún no me quiero morir! La boté y me encerré en mi cuarto. Antes me escondía en el sótano en las noches, para no desesperarme viendo el fuego tan lejos y otra vez él me hablaba y me contaba como vivían todos en la oscuridad, como extrañaban la luz artificial ¡Cómo odiaban el fuego! Ahora sólo cierro mis cortinas y canto bajito. Todas mis lámparas las tiré por la ventana: tampoco yo me merezco la luz. Él dice que sí, pero ya no quiero escucharlo.

Mis padres siguen molesto por la última fogata que hice. Es tan bonito el fuego. Quise crear una llama fantástica e inmensa, pero ellos sólo me gritaban y golpeaban la puerta del cuarto donde estaban. Horas después me dijeron que murieron. Justo al día siguiente de mi cumpleaños. Nadie me preguntó por la fogata, todos hablaban de una explosión del gas o algo así, quería decirles que la responsable de esa hermosa exposición luminosa fui yo, pero me desmayé o me sedaron, no lo sé exactamente.

Desperté en un hospital y al notar que me acusarían de asesina, callé. ¡Yo no los maté!, alguien entró y los asesinó. Luego me enviaron a mi casa de campo. Las investigaciones aún siguen y a veces me molestan con preguntas. Dicen que el humo del fuego los asfixió, pero no lo creo, debió haber sido alguien o algo más. O tal vez se suicidaron. Yo sé que ellos querían morirse, andaban deprimidos y quejándose ¡Cómo si fuera los únicos infelices! ¿Por qué las ganas de morir? A mí me da mucho miedo. ¿Quién sabe si es peor la muerte o la vida? Yo no lo sé.

Hoy no quiero quedarme a oscuras. He encontrado un encendedor y la luz que hace es maravillosa. He vuelto a sonreír, ya no me siento tan sola. Estoy juntando algunos papeles para que la luz sea más grande, para que cubra todo. La fogata ya no se hará afuera de mi casa ¡Mira! toda mi sala brilla… ¡Yo brillo!...

Texto agregado el 12-11-2007, y leído por 170 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
17-11-2007 Muy bueno. Muty muy bueno. No es nada fácil ir llevando al lector por una temática de muerte sin que se aburra... eso sólo se hace bien si se escribe bien el ritmo y el ambiente (te confieso que yo no sé XD). Tu sí sabes. El ritmo de las frases cortas del principio son la clave, y el desarrollo de la narrativa no se queda atrás (no te hago la pelota). Si te lo propusieras serías una gran novelista. Cuando escribas tu primera novela avisa, quiero leerla. abadnael
15-11-2007 Muy bien. Atrapaz al lector casí de inmediato y lo llevas por las sendas intrincadas de una mente delirante, que se aleja cada vez más del mundo ordinario. Por supuesto que me gustó, y mucho. ¡¡¡Felicidades!!! firefoxforever
15-11-2007 Wow. El final está escrito como si al mismo tiempo que todo se quema, todo estuviera detenido. Tanto como el personaje de tu cuento, que se detuvo en mucho. Muy interesante el ejercicio desde la mente de una chica un tanto alejada de.. ¿lo real quiza? o muy inmersa en ¿su propia realidad? Excelente juego de escenas, de sentimientos.. es como si te hubieras puesto, como escritora, el cuerpo de otra persona y empezado a describir todo. Me encantó. Escribes muy bien. Narras mucho mejor. pickard
 
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