¿Y si nada más me canso? Días nomás odiarte y ya todo se electrifica. Ando quemando el pasto con mi cansado peso muerto, apisonado por mis propias subversiones. Ellas recitan un verso borrascoso, cada cual una palabra delicada y muy hiriente, por supuesto todas ellas germinadas de tu tórrida lengua de metal inoxidable. Recuerdo haberte conminado a tocar mis brazos anchos seguro de tu incapacidad de incinerar la humedad lene de mi boca. Recuerdo tu silueta espléndida aturdiéndome desde lo alto de tus tacones, golpeteando mi concreto como esperando burbujease alguna chispa que enloqueciere mis ya abultadas ganas de restregarme en tu contra, como te orbitó mi olfato recogiendo las sobras de tu volumen azucarado, como te orbité yo mismo engrifando al sonido con mi bailar descompaginado y quebrantable. Te imaginaba doblándote lento en mi cintura sin ni una sonrisa, descalcificándome los huesos, callada y enarbolando un puño que como estrella aguda taladraba en mi corazón, robando brazas. Te las comías cuidando de no mostrarte alegre, como si no te gustaran, como si no te hiciesen falta alguna. Y no lo hacían. Extenuado de odiarte no debo dejar de hacerlo. Ni siquiera sé si vale la pena.

Voy por un rojo mundo