Besarte fue robarle al invierno todas sus ventiscas furibundas y un poco más que eso. Cuando el borde de mi cuerpo se encajó terriblemente al fondo de tu espacio, deslizándose radiante por cordilleras de pecados, ardides, brazas y palabras dulces de toscas, empalagosas de descaro, humillantes de crueles y veraces, no pensé una vez siquiera que fueses veneno tan huraño, desierto inasequible o pantano vanidoso. Y sin embargo me desequé, intoxiqué y asfixié en tus velos blancos y livianos, de víctima entusiasta, de cachorra malherida con lanza en el costado, siempre maldiciendo en secreto traumas y cantares negados de tus adentros, de tus sesos egoístas, de tu espíritu lisiado y ojeroso. Que horrible que eras cuando alzabas tu garganta para decir mi nombre descarada apuntalando hachas, dagas, guillotinas y puñales en mi boca, en mi memoria, en mis tripas, en mi mierda, en mi alma que te bebías con sed imposible, que mordías displicente, escupiéndome serena. Todos te sabían peligrosa, yo no más libertina. Estupidez de bruto sin pellejo.

Post tenebras lux