(Esto esta en proceso es un texto que se resiste a estar guardado, así que le dejé venir mientra va terminándose. Dicho esto, continúo)
Fue una mañana cualquiera hace cuatro años. Tomaba un café en la Universidad Católica de Lima, mientras sacudía el entusiasmo con la idea de realizar una rotunda exposición para el examen de grado, postergado año tras año durante el último quinquenio. En las mismas bancas donde años atrás me sentaba a estudiar y a perder el tiempo, ahora daban vueltas una cucharita y mis ojos, clavados ambos en el color marrón oscuro de ese delicioso y aromático café pasado.
Pero concentrémenos mejor, en el café. La "tía Kika", era aún la "mesera símbolo" de la cafeta y saludarla fue todo un acontecimiento. Dejándole con una sonrisa de oreja a oreja salí a la rotonda en busca de la banca correcta, la mesa correcta, la iluminación perfecta, luego de tremendo deleite, me senté satisfecho. Y no pasaron ni treinta segundos cuando se sentó frente a mi un chiquillo melenudo y malaspectoso de media barba crecida, que no cabía en mi prototipo de joven universitario.
- Oh perdón, no me dí cuenta que Usted estaba ya sentado aquí Señor.
- ¡Ey! ¡Qué es eso de Señor! ¡Soy jóven aún! - reaccioné-, si quieres siéntate que yo en menos de quince minutos me voy, tengo cosas que hacer.
Mientras el muchacho accedía a mi relajada cuasi invitación, empezó a descolgar de su brazo todo lo que llevaba: una mochila desteñida estilo incaico, dos cartas viejas y amarillentas, cuchumil crayolas grises de lo sucias que andaban, cuatro rollos de papel gigantesco y un aparatito de esos de hoy, que graban voz para entrevistas. Y entonces, como quien se sabe demasiado observador, clavé la mirada en mis resúmenes y mi boca en el sabor del mejor café pasado de la Universidad, cuando el muchacho me detuvo la curiosidad mirándome con recelo.
No pasaron más de veinte segundos más, para que comenzara lo que temía ...
- ¿Supongo que Usted sabe algo sobre mujeres, cierto?
- (¡Qué temita! - pensé)
- ¿Cómo? - Le dije con ánimos de quién no quiere la cosa- Discúlpeme, no quería distraerlo.
- Pero lo miré pensando si valdrá la pena entrenarme en consejería juvenil, imaginando todo lo que podría contarle de mis no pocas experiencias. Su aclaración llegó de inmediato...
- Sucede que tengo un pequeño problemilla y pues Usted que no me conoce, me parece el candidato perfecto para ayudarme a resolverlo y por eso le preguntaba... pero...
- Bueno sé lo que tengo que saber, creo. - Le dije casi sin mirarlo, esperando que lo que siga sea su pregunta y al grano...
- Sucede que tengo una casi novia, con la que salgo de vez en cuando, coqueteamos, nos besamos y luego de unos instantes, ella deja resaltar que simplemente somos amigos. No sé cómo manejar el asunto ¿sabe? ¿Usted qué haría? |