CHOCOLATE CARO
Eran las vacaciones de verano, Susana me llevó a la plaza. Había mucha gente en las hamacas, me quede al lado de una esperando que ese nene se bajara; pero ni siquiera se movió para acomodarse.
Susana estaba en el banco de la esquina esperando al novio que tenia a escondidas de Doña Dominga, su mamá. Me llevaba como excusa, era obvio que no lo hacia por simple amor a los niños. No me importaba que me tratase mal mientras todos pensaran que era mi amiga, en la escuela todas las chicas me trataban mejor y querían juntarse conmigo, solo porque ella me llevaba a la plaza.
Ese día mientras yo esperaba por una hamaca él apareció y después de darse unos besos y de abrazarse me llevaron hasta mi casa. El viernes fuimos otra vez, ese día los vi peleando, se gritaban un montón de cosas y toda la gente miraba. No escuche nada concreto, pero decían algo de “atrasos” y de “cuidados”, él le hacia señas para que bajara la voz. Susana empezó a llorar muy fuerte, él la dejo ahí, se fue sin decir nada.
Durante mucho tiempo no volvimos a ir juntas a la plaza. Mamá me llevaba, pero no era lo mismo, era algo que todos los chicos hacían: Ir a la plaza con sus mamás. Muchas veces, cuando íbamos quería que no me suba a ningún juego, aprovechaba para hablar de recetas, de la vecina nueva, de las cremas antiarrugas de “AVÓN”, mientras que automáticamente cada cinco minutos alguien diferente gritaba: “¡TENE CUIDADO NO TE VAS A ENSUCIAR LA ROPA!!.
Justo dos días antes de Semana Santa, Susana fue a mi casa, saludo a todos y pidió permiso para llevarme a la plaza; mamá contestó que si.
Cuando llegamos, todas las hamacas estaban llenas, igual que la ultima vez. Solamente que esta vez tuve que esperar muy poco tiempo, a una nena la llamó su mamá y enseguida me subí a esa. En el banco de la esquina estaba Susana esperando impaciente, se levanto como para decirme que ya nos íbamos y justo llego él. Ella empezó a gritarle y a empujarlo, él se puso a llorar, le pedía perdón. Le dio un beso y del bolsillo saco un chocolate de esos caros, como los que mamá me compraba solo cuando pasaba de grado. Entonces, Susana le agarro la mano y se la puso sobre la panza; él sonrió. Se besaron y al ratito me fueron a buscar.
Nunca más fuimos a la plaza, y no volví a verlos durante mucho tiempo. Estuve molesta con los dos, hasta que me enteré que ya se mudaron. De todas formas me acordaba de ese día y me cambiaba el humor. Los recuerdo caminando de la mano, dándose muy dulcemente el chocolate uno a otro, mientras yo caminaba adelante pateando una piedra y mirando a cada momento hacia atrás, esperando que alguno tuviese la cortesía de querer convidar.
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