Ardían los jardines de mi alegría
entre flamas de tristeza
y mis lágrimas se secaban
tan rápido que ni siquiera alcanzaba
a salir el llanto de mi alma,
mientras me ahogaba en los ríos
de dolor que corrían
por las habitaciones de mi ser.

Caía suave y lentamente
sobre las espinas que devoraban
poco a poco mi cuerpo
que iba cada vez más inerte
y sólo me desvanecía
como cera en el fuego
de toda mi agonía.

Era tú a quien quería,
eran esas tus manos blancas
y sutiles las que quería tomar
entre mis dedos ya marchitos.
Era tu dulce agua
la que quería beber de tu aliento,
el delicioso aroma de tu piel.

Eras tú, fuiste tu mi sueño,
el sueño que hoy no tengo.
Eras tú quien me llenaba,
en quien con tanta ilusión pensaba,
a quien pensaba tener
y eres tú hoy
en quien pienso
con el dolor de no tener.

Soy yo quien se despide
envuelto en desaliento,
pero feliz por verte libre,
porque te amo.
Ayer eras tú mi gran anhelo,
hoy eres tú el ángel que tanto venero.
Sigues siendo a quien amo,
a la distancia pero igual te amo,
en silencio, pero igual mi corazón es tuyo.