Hoy desperté pensando en ti. Es extraño saber que de un tiempo para acá es natural que pase esto, por lo que no me extraña que hoy haya ocurrido, aunque eso no viene al caso, porque lo que verdaderamente importa ahora es que te quiero, tal vez ya lo sabes y es muy probable que así sea, pero por si no lo sabías, lo repito: te quiero; como un girasol quiere la luz del sol, como el cuerpo quiere al alma, como el ave quiere al viento. Te quiero tanto como tal vez no lo puedas imaginar ni yo describir en esta pequeña carta, pero definitivamente te quiero.
Me hace feliz tu sonrisa, al igual que me desanima tu tristeza, cuando te recuerdo, percibo una sensación de tranquilidad que acaba con los problemas que tenga en dicho momento, pienso en cómo estás, pienso en si me quieres, si me quieres tal vez como yo te quiero a ti, o quizás si me piensas como a ti te pienso. A veces me alegro sólo con la idea de tu existencia, sin importar las circunstancias de la misma, por lo que no me importa nada más, sólo tu felicidad. Pienso en un “si” utópico, pero guardo la esperanza de que esta ilusión se convierta en realidad, sueño con abrazarte con besarte, con protegerte, con seguirte queriendo y que me quieras tanto como yo a ti y definitivamente pienso en Diana (diosa de la luna) que por cierto debe estar muy orgullosa de que lleves su nombre, ya que tal vez al igual que yo ella esté enterada de lo magnífico de tu existencia. |