Sentado en el banco, con el sombrero en la mano, esperaba el autobus. Faltaban aún unos minutos, solían ser puntuales, no como antes. Nadie coge hoy el autobus, pensaba, todos corriendo en sus coches, con prisas, los niños, la compra, el perro, cualquier motivo era válido. Vió como cruzaba la calle una señora, de mediana edad, o avanzada, según quien la mirara, se colocó a su lado en el banco, buenas, dijo ella, educada, pensó él, contestando a la vez. Sin saber cómo ya estaban charlando, del tiempo, del euro, que no hay Dios que se aclare todavía, de los hijos, de los médicos, en fin, de todo un poco. Además, por casualidad, supongo, vivía en la misma calle, aunque no recordaba haberla visto antes, despistado que es uno. Estaban a gusto, allí, en el banco; el autobus se retrasaba, ojalá no venga, pensó él, ojalá no venga, pensó ella. Hay momentos de soledad compartida que no valoramos, pensaban los dos ancianos. A lo lejos se veía ya el Línea 3... |