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CAPITULO II * " EL CAMPAMENTO " *


Una vez que se fué el camión, enfrente de nosotros quedó la entrada al valle al cual íbamos a acampar. Encaminamos nuestros pasos hacia el monte primero por una vereda que nos llevaba cuesta-arriba; a Martín y a mí nos costó mucho trabajo subir por las mochilotas que nos cargábamos, pues llevábamos la comida para todos para una semana; a las chavas, además, había que ayudarlas a subir por ser la primera vez que subían así. El ascenso fué un poco pesado y nos cansamos muy rápido, hasta tuvimos que pasar por debajo de un árbol caído en nuestro duro camino hacia el hermoso claro que conocí una vez.

Nadie hablaba por mantener el aliento y no desperdiciar las fuerzas. Se escuchaban los jadeos de todos, haciendo un esfuerzo de más para robar aire del ambiente. Después de un rato, llegamos a un terreno plano, de tierra y sin vegetación, por el cual se veía que pasaban autos; cuando llegamos allí nos detuvimos a descansar y a tomar agua por el mucho sudor perdido en el pesado camino.

Dejamos nuestras cosas en el piso y Nicolás sacó una cantimplora que traía colgada en su cinturón, nos ofreció a todos, y todos bebimos del vital líquido que en cierta forma nos dejó sentir lo que era vivir nuevamente.

- No... no... sabía... que... que esto era... tan... pesado - dijo Karina jadeante - de haber sabido... mejor escombraba... mi cuarto - sonrió -.
- Y lo que falta - le contesté - Ya llegaremos, Chío -.
- Ay, ¿a poco falta mucho? - dijo desorbitando los ojos - Yo no, no, mejor me regreso - dijo con mirada de " ya no puedo más" y cayó rendida -.
- Ay, ya ni te quejes - le dije - no falta mucho, además, de aquí al lugar es este camino - la abracé‚ -.
- Pues más te vale - me amenazó - porque si no me vas a tener que cargar ¿eh? -.
- Lo mismo va para ti ¿eh? - le dijo Karina a Martín -.
- ¿Y yo de qué tengo la culpa? - respondió - también es mi primera vez y no me quejo tanto -.
- ¿A poco no te ha pasado - lo miré -.
- ¿Pasarme qué? - me respondió -.
- Pues "eso" - le dije -.
- "Eso" ¿qué? - me dijo -.
- Pues "eso" que le pasa a todos los hombres - le contesté -.
- ¿Qué, tú? - me miró como sin entender - ¿De qué me estás hablando, eh? -.
- No, nada, olvídalo - le dije - Hasta ni parece que por eso tienes esas manotas y no sabes ni por qué -.
- Bueno, ya vámonos - dijo Nicolás - Creo que ya descansamos demasiado ¿no creen? -.
- Ay, no la amueles - le dijo Gisela - apenas han pasado... cinco minutos -.
- Bueno, otros cinco y ya - dijo Nicolás disculpándose - Ya saben que estoy emocionado porque también es mi primera vez y este desgraciado - me señaló - ya me picó la ganas -.
- ¿Las qué? - preguntó Martín -.
- ¡Las ganas! - gritó Nicolás -.
- Uff, escuché mal - dijo Martín al tiempo que reía -.
- ¿Por qué? - preguntó Rocío -.
- Es que entendió nal... chas- respondió Gisela -.
- ¡Óyeme!, ¿qué te pasa? - le pegó Rocío a Martín - él no es capaz de hacer las mismas cochinadas que tú harías - ¿Verdad Graham? -.
- Claro que no - me defendió Karina - Además, el Martín es un malpensado de lo peor -.
- ¿Ya ves? - le dije a Martín - uno que tiene su fama -.
- No eres ningún santito - me dijo Nicolás - acuérdate -.
- Shh - le dije - luego hablamos - le cerré los puños -.
- ¿De qué? - preguntó Rocío - ¿Por qué lo dices? - me miró feo -.
- No por nada - respondió Nicolás - Nosotros nos entendemos ¿eh?, bueno, en el buen sentido de la palabra - aclaró - por que luego piensan mal -.

Después de estar hablando un rato, cogimos nuestras cosas y comenzamos a caminar nuevamente, pero esta vez era menos pesado, pues caminábamos por un terreno plano. Nadie hablaba, todos, por arte de magia, nos quedamos mudos, todos queríamos escuchar a la naturaleza, a los animales, al mismo viento rozando la copa de los árboles. Todos estábamos disfrutando la naturaleza a su modo, cada quién tenía su fantasía de como sería vivir en ese estado: sin autos, sin calles, cazando para vivir, y muchas otras cosas que cada quién tiene en su mente y que no podría contar.

A la cabeza del grupo, íbamos Rocío y yo a su lado izquierdo, y a mi lado izquierdo, un poco más atrás, iban Karina y Martín... abrazados; Martín con su fuerte deseo de poder por fin abrazarla, besarla y amarla libremente, sin miedo. Todos íbamos con la cabeza hacia abajo, veíamos el suelo tan solo esperando por nuestra "tierra prometida". Miré hacia arriba.

- ¡Ahí está! - dije señalando al frente - ¡por fin llegamos! - llegaron todos junto a mí, corriendo, olvidando su cansancio - ¡Ahí es nuestra meta! -.
- Vaya, ya era hora - dijo Rocío - ya me está dando hambre -.
- ¿Pues qué esperamos? - les dije - vamos -.

Todos comenzamos a caminar y a correr hacia una entrada que se abría de entre la maleza que parecía ocultar el lugar de todo aquel ser extraño que se acercase. Ayudando a las chavas y a Martín para que no se resbalaran al cruzar por el río que apenas nacía y no cayeran en el lodo por el peso que llevaban en la espalda.

- ¿Ya ves, negro? - le dije a Martín - ya llegamos. Bueno... casi - le sonreí amablemente -.
- ¿¡Cómo que "casi", animal!? - me dijo con ojos de rabia - ¿Qué vamos a escalar el monte o qué? -.
- No - respondí - Hay que escoger el lugar para acampar -.
- Y... ¿En dónde? - me preguntó -.
- Ay, de seguro en un árbol para que te sientas como si nunca te hubieran sacado de tu hábitat - le respondí burlón -.
- Ja, ja - me contestó igual - que chistoso eres -.
- Pues donde ustedes digan - respondí - Yo ya conozco y por lo tanto me da lo mismo acampar donde sea que digan -.
- Bueno - me dijo - ahorita vamos a resolver este problema -.

Pasamos y dejamos las cosas en medio del claro que separaba en tres grandes regiones el monte, junto con Martín que según dijo que iba a cuidar las cosas mientras nosotros veíamos en qué lugar de todos podíamos acampar. Karina, Rocío, Gisela y Nicolás fuero conmigo para explorar el rea de acampado y decidir donde nos quedaríamos.

Primero los llevé a la parte de arriba del monte, en donde había árboles muy juntos, pero había también una sombra que nos daba el espacio perfecto para meter la tienda bajo las ramas de los árboles que parecían estar plantados en círculo, pero la idea fue desechada, porque en caso de lluvia podría caernos un rayo, además, no dejaba pasar la luz del sol y por lo tanto no estaríamos calientitos a lo cual yo respondí que no habría problema y las chavas me pegaron; el único en estar de acuerdo con la idea fué Nicolás, pero también se lo sonaron.

En seguida fuimos a una parte al norte de donde estaba Martín, en donde había arcilla y algunos árboles, pero el terreno era muy húmedo y lodoso, por lo tanto la tienda ni nosotros podríamos mantenernos de pie allí, por lo que decidimos ir a otra parte.

Los llevé a una parte más abajo, y, cuando la vieron, todos aceptaron quedarse allí sin más ni más porque en ese sitio nos quedaba cerca un ojo de agua y por lo tanto, el río también. Había árboles frondosos para protegernos de la lluvia y del sol, había también un claro entre los árboles de más de diez metros de diámetro, el pasto era el más verde a nuestra vista y según nosotros, el cielo se veía mejor.

Fuimos por Martín y por nuestras cosas. Martín estaba ya totalmente "echado" sobre las mochilas y casi casi lo fuimos a despertar. Una vez en el lugar escogido, Nicolás bajó la tienda de campaña y amontonamos las mochilas en otro lugar. Les pedimos a las muchachas que fueran por algunas piedras grandes y por algo de madera, advirtiéndoles que movieran primero todo para verificar si no había algún animal debajo de las piedras de ahí. Mientras nosotros estaríamos levantando el campamento como jamás lo hubiesen imaginado, pero Nicolás y yo le dijimos en voz baja a Karina que estaríamos alentando al moreno para que fuesen felices.

Cuando nos quedamos solos comenzamos a delimitar el terreno de acampado con unos palos y haciendo unas zanjas alrededor de la tienda por si lloviese, el agua sería desviada, y haciendo algún tejido por aquello de los perros y otros animales de cuatro patas. Platicamos mientras levantábamos el campamento que iba a durar una semana.

- Martín - dije con voz sensual -.
- ¿Qué quieres? - me contestó de igual manera -.
- ¿Per qué no le llegas a Karina? - le dije en tono serio -.
- Ay, no - respondió - es que me da un no se qué que qué se yo y me pongo muy nervioso y sudo y... Además, de hacerlo aquí pensaría que quiero otra cosa -.
- ¿Y poco no? - le insinué -.
- Oh, ¿ya ves? - me respondió - No. Pero... ¿y si se enoja ella? - Ya ves como es -.
- Mira - le dije - te voy a decir la verdad -.
- ¿Qué chismean? - se acercó Nicolás -.
- Ah, pues aquí no'mas - respondió Martín -.
- Bueno, bueno, ya ¿no? - les dije a los dos - mira: la neta es que estuvimos platicando con Karina cuando se fueron por
los boletos y.. -.
- ¿Boletos?, ¿Qué boletos?, ¿De qué hablan?, ¿Quién fué por los boletos?, - preguntó Nicolás -.
- ¿Cómo que quién, babas? - le dije -.
- Pues nosotros dos, tonto - le dijo Martín -.
- Bueno - interrumpí - Cuando se fueron, Karina nos dijo unas cosas y yo le pregunté que qué onda contigo, si sí o si no o que onda - lo abracé - y ella respondió que le encantaría, pero como eres tan tímido y necio, pues... ¡ah!, pero además me dijo que por eso ella había venido: para ver si ya por fin te le aventabas, pero por lo que estoy viendo, todavía ni prendes el cerillo para la estufa ¿no? -.
- ¿A poco sí? - dijo Martín incrédulo -.
- ¡Claro que sí! - le respondí -.
- Ay, el Martín aún no cree que sea galán - dijo Nicolás -.
- Pero... es que no sé cómo - nos dijo Martín -.
- Pues mira - le dije - es muy fácil: los vamos a mandar por leña para la fogata y para la cocina, allí le empiezas a hablar y de repente le sacas la plática sobre lo que quieres con ella y... ¡no lo pienses!, sólo hazlo. Al fin no puede pasar de que te bese o te abrace o te diga que "no" o te diga que "sí", ¿o no? -.
- Pues sí ¿verdad? - dijo casi convencido -.
- ¿Ya ves? - dijo Nicolás - es muy fácil y sencillo - lo agarró y lo bajó -.
- Oooh, no empieces ¿sí? - le reclamó Martín -.
- Bueno - interrumpí - ¿Lo vas a hacer o no? -.
- ¿Es pregunta capciosa? - me respondió -.
- Ay, no me... digas eso, ¿sí?, por favor - le dije -.
- Sí - respondió seguro y decidido -.
- Pero primero hay que levantar la tienda - dijo Nicolás - si no, ¿en dónde...? - le dimos la razón -.
- Por primera vez tiene razón el flaco - me dijo Martín -.

A mismo tiempo que nosotros trabajábamos y platicábamos, las muchachas hacían lo mismo que nosotros.

- ¿Karina? - preguntó Gisela - ¿Qué piensas de Martín? -
- ¿Por qué? - respondió - ¿Hay algo que quieras saber? -.
- No, lo que pasa es que lo veo muy raro cuando está junto a ti - le dijo - ¿Qué crees acerca de eso, eh? - preguntó, pero en eso se acordó de nuestra plática en la estación de autobuses - ¡Ah! - exclamó - ya me acordé, pero... ¿Qué crees que están haciendo ahora?-.
- ¿Tú crees que lo están aconsejando Nico y Graham? - se acercó Rocío -.
- ¡Claro que sí! - les dijo Karina emocionada - sea lo que sea, yo me pasar todo el día y la noche hasta que se me declare porque ya no aguanto más el poder besar esos pachoncitos labios y acariciar esa pancita y esos dos cachetitos. Además quiero saber si de verdad Martín es de chocolate - sonrió -.
- Ay, si - dijo Gisela - mi flaquito no tendrá de donde me pueda agarrar, pero si tiene muchos pelos - hizo un ademán de agarrarlos con los dedos - además hacen cosquillas. Eso es algo que creo que jamás podrás hacer con tu "pachoncito" querida Kari -.
- Eso que ni qué - dijo Karina- el problema es si nuestros niños salen peludos... ¿Cómo se lo explico a Martín? -.
- Pues mientras no salgan peludos por culpa de Nico, creo que ya pensaríamos en algo todas. Además se me hace que primero le quitaríamos a Nicolás todas esas ganas de hacerlo -.
- Además del instrumento que usó para eso - le dijo Karina -.
- Ay, si, par de presumidas - dijo Rocío - Pues dirán lo que quieran, y aunque mi Dragón no está‚ peludo ni pachoncito, canta y toca bien padre. Espero que esta noche nos traigan serenata a todas -.
- Sí - respondió Gisela - cuando está con mi flaquito y se ponen a cantar, me gusta mucho como se oyen. No me atrevería a quitártelo, Chío, además de que no se dejaría -.
- ¿Tú crees? - dijo Rocío - Tú no estás de mal ver, Gis, y serías la tentación perfecta para los hombres como ellos -.
- No, no te preocupes - le respondió - lo sé porque ya lo he intentado, claro, antes de encontrarme a mi flaquito -.
- Cuando el Dragón ama, lo hace bien - dijo Rocío suspirando hacia el cielo -.
- Ja, ja - rió Karina - ya dejen de hablar, par de locas que tenemos un trabajo que hacer y entre más rápido terminemos, más rápido estaremos junto a nuestros..."hombres" -.

Así dijo Karina y las tres volvieron a la tarea que se les encomendó: recogían piedras y las llevaban al campamento, al igual que la leña que recogían en el camino hasta que les dijimos que ya eran suficientes.

El campamento ya estaba montado; era una tienda azul y verde para 8 personas, colocamos allí las mochilas y les pedimos que no se metieran con zapatos a la casa.

Estábamos haciendo un tejido para cercar un rea, por aquello de los perros y otros animales; ya llevábamos la mitad del cercado cuando ellas regresaron de su tarea, así que les pedimos que sacaran la comida y prepararan todo para poder comer mientras les construíamos una cocina y prendíamos el fuego.

Todos nos fuimos a lavar pues no íbamos a comer mugrosos y con las manos cochinas. Muy salvajes, muy salvajes, pero limpios en nuestros hábitos alimenticios.

Comimos como a las 4:30pm, porque el tiempo vuela cuando uno se divierte. Las chavas comenzaron a cocinar mientras nosotros sacábamos las trastes y nos íbamos a lavar al río

Apenas íbamos en el plato fuerte cuando comenzó nuestra plática de aquel soleado día en compañía de nosotros mismos.

- Hmm, sabroso - dije - ¿De quién es esta sazón? - pregunté a todas -.
- Mío, querido - dijo Rocío al tiempo en que se acostaba en mis piernas - ¿Te gustó? - me miró -.
- Hombre, claro - dije con acento español - faltaba más, ¿o no chicos? -.
- ¡Por supuesto! - dijeron todos con acento español -.
- Y bien - dijo Karina - ¿Qué les falta? -.
- Sólo la puerta - respondió Nicolás - Necesitamos maderos grandes y gruesos -.
- Tengo una idea - dije - Nicolás y yo vamos por esos maderos y Rocío y Gisela van a lavar los trastes -.
- ¿Y nosotros? - dijo Martín - también estamos aquí ¿no? -.
- Sí - dijo Karina - ¿Qué vamos a hacer? -.
- Que tal si van por leña para la fogata en la noche - dije y miré a Martín para ver si entendía que los íbamos a dejar solos para que llevara a cabo el plan y sacara todo lo que traía escondido - Ya gastamos mucha en a cocina y además sería conveniente tener m s para no ir a buscar en la noche -.
- Sí - dijo Nicolás - necesitaremos mucha, tanta como puedan traer - miró a Martín para ver si entendía - y si quieren, cuando terminen Rocío y Gisela, los pueden ayudar -.
- Ah, no manito, con cocinar y lavar los trastes ya tengo suficiente por hoy - dijo Rocío -.
- Pues entonces vámonos, Chío, antes de que se les ocurran otras barbaridades a estos machos para nosotras - dijo Gisela y se la llevó de la mano -.
- Pues entonces vamos nosotros también, flaco, antes de nos ganen estas niñas - le dije -.
- Sí, pérate tantito mientras me pongo mis botas mata-víboras para andar en el bosque -.
- Que bueno que me lo recordaste. Pero te apuras porque aquí estorbamos un poco - le dije en voz baja -.
- Si ¿verdad? - me miró Nicolás - Apurémonos -.
- Bueno, que pa'luego es tarde - dije yo -.

Así, después de lavarnos, fuimos a cumplir nuestras tareas. Rocío y Gisela se quedaron en el río; Nicolás y yo nos fuimos río abajo a buscar la madera; Martín y Karina fueron a donde ellas habían ido a recoger piedras porque según allí había mucha leña; además, Martín y Karina se llevaron un hacha al igual que Nicolás y yo, por aquello de que la leña se hiciera la difícil.

Como a las 7:30 p.m. ya andábamos todos con lámparas, Martín y Nicolás estaban terminando el tejido y yo le daba los últimos toques a la puerta y a veces partía leña.

A las 9:00pm, todos estábamos ya cenando; nuestro cansancio se vio recompensado con una exquisita cena, una estancia agradable y una buena charla mientras llevábamos a nuestros paladares bizcochos, chocolate y un pastel en frío que habíamos hecho con algunas frutas que traíamos.

Una vez terminada la cena, Rocío y yo fuimos a lavar los trastes; Gisela y Nicolás fueron a cambiarse a la tienda; y Martín y Karina se quedaron solos una vez más.

- Martín - dijo Karina - ¿Qué vas a hacer al rato en la fogata? -.
- No sé - respondió - tal vez nada -.
- ¿Y si tu y yo...? Bueno, ya sabes... - dijo Karina insegura -.
- ¿Saber qué? - respondió Martín -.
- Ay, nada, olvídalo - y se volteó como indignada -.

En esos momentos, Rocío y yo regresábamos del río, abrazados y muy contentos, teníamos el cabello y la ropa algo mojados por jugar con el agua; con nuestras risas nos advirtieron y comenzaron a acomodar las piedras para la fogata tratando de disimular lo que había pasado hace unos momentos.

Nicolás salió con su mameluco diciendo que cada quién tiene su forma de dormir y Gisela aún se estaba cambiando junto con Karina y Rocío, cuando salieron, Martín y yo nos fuimos a cambiar.

Cuando todos estábamos listos, prendimos la fogata y saqué la guitarra, comenzamos a cantar por un buen rato. Al cabo de un rato de quemar leña, bombones y cantar a Nicolás se le ocurrió la idea de la noche

- Ya estuvo bueno ¿no? - dijo Nicolás - Empecemos a contar... historias de terror - dijo con voz tétrica -.
- Me vas a cuidar bien ¿verdad Martín? - le susurró Karina - porque voy a asustarme mucho - dijo como niña chiquita -.

Martín iba a decir una palabrota, pero se fue corriendo hacia el río. Karina se quedó sola y nos miró a todos con nuestra cara de asombro, pero reaccionamos y le dijimos que fuera y lo alcanzara. Ninguno de los dos llevó lámpara alguna para ver en la noche.

Texto agregado el 07-11-2007, y leído por 79 visitantes. (0 votos)


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