Mi ventana me da a conocer el universo exterior, una sociedad gastada y agotada, reflejo de una importante falta de ideas e iniciativas. Ancianos, adultos, jóvenes y hasta inocentes niños son parte de un mundo estático y a ratos, monótono. Sabemos bien que nuestra economía y política pueden progresar y desarrollarse con amplitud y mejor aún, con toda libertad, pero una sombra a la que tememos y esquivamos a diario nos asusta.
Hemos transformado nuestras vidas en simples líneas con metas y objetivos: nacemos, estudiamos, trabajamos, dejamos descendencia y luego somos ahogados por la muerte. Mas, dentro de este esquema la espiritualidad, y no me refiero a la religión, no existe y la ocultamos sin saber que puede ser un verdadero tesoro. Las preguntas dentro de nosotros mismos han desaparecido, cegando nuestros ojos ante la posibilidad de palpar conocimientos abstractos. Esta falencia en el espíritu de las personas me lleva a pensar que hemos dejado parte de nuestra humanidad por logros que no deberían satisfacernos, ya que el apetito debe ser saciado por uno de los más bellos placeres de la humanidad:el conocimiento, lo que no nos limita únicamente al ámbito de la razón. Creemos que el camino debe ser el progreso económico, tecnológico y político, entre otros de menor importancia, mas estamos cerrando puertas a partes de nuestro conocimiento que hasta el momento son insospechadas.
Por otro lado, la sociedad y más aún la juventud necesita un cambio, y debe ser radical aunque progresivo. La educación debe permitir la liberación de estos caminos, pero no de la noche a la mañana, sino paulatinamente; de lo contrario, la juventud, sobre todo, no entendería y el caos podría reinarnos. Nuestra naturaleza humana nos obliga a pensar las razones de nuestra existencia, y no podemos seguir evadiendo esta pregunta, a la que miramos con respeto y de forma distante y lejana. Sabemos que utilizamos menos de un cuarto de nuestra capacidad cerebral, pero creo que en aumentar esta capacidad no esta en aprender más de las ciencias, tanto científicas como humanistas, sino más bien en la búsqueda constante de respuestas en uno mismo, permitiéndonos dudar de nuestro alrededor, lo que finalmente nos llevara a una mezcla sabrosa y hermosa del saber, pudiéndonos, tal vez, adquirir la capacidad de entender nuestra existencia, mas no entender razones sino el porqué. Tal vez sin palabras ni explicaciones coherentes podremos comprender, para eso debemos abrir y adquirir capacidades que no imaginamos, pero a las cuales se nos tiene permitido el acceso.
Para poder pensar en un mundo mejor, no debemos cambiar el sistema ni la sociedad, sino nosotros mismos, las personas. Somos seres incansables, que solo la muerte nos detiene, pero no debemos caer en lo que se nos regala o da fácilmente en nuestras manos. Debemos luchar, cada uno, en su cabeza, para darle espacio a una espiritualidad apartada y dejada de lado a la que debemos rastrear y acoger con la mayor de las fuerzas.
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