¿Qué es lo que me hace saber tan poco de mi propia naturaleza? Los veo ahí sobre su tierra ignorantes nuestra verdadera materia. A veces, mi querido y veneradísimo enemigo, me siento sólo en mis propios dominios rodeado de los infortunados, a meditar, pero pienso y me entretengo con lo que puedo, me entrego a mi curiosidad y al delirio aletargante, como lo hacen ellos. Mientras reinvento los sofocantes y temidos pasajes de mi interior encuentro mucho de vos en mi onírica personalidad, mi estimado contendiente, encarnado en mi vil ser. Algunas veces me libero de toda razón aprisionante y me dedico enteramente a divagar lo que sería de todo lo que ellos construyen si ellos siquiera se imaginaran. Qué sería del tiempo, de las sociedades, de las guerras del desastre si vos fueras el sur odiado y yo el norte anhelado ¿Qué sería de nuestros inventores si se supieran nuestros creadores? ¿por qué pelearían entonces?
Quizá mi naturaleza irreal me haga inconsciente de mi propio destino, quizá la claementia por la que ruegan los juzgados me sirva para purificar mi ser de tales reparos, o quizá sólo sea un hecho efímero en los portales de la tierra medieval, que se retuerce con la oscuridad que hunde los pensamientos. A veces los pienso, sin imaginarnos, sin esperar de nosotros las respuestas que no pueden darse a ellos mismos y descubro en mi pura ruindad los vestigios de la más pura inocencia y a veces consciencia. A veces me dedico al sueño de los gigantes para comprender qué sería del teatro sin el director, qué sería de la obra sin los actores, qué sería de los actores sin su público, qué sería de ellos sin nosotros, qué sería de nosotros sin ellos.
Si supieran que su salvador y su temido carcelero son sólo quimeras, vanos intentos por llenar el vacío de la ignorancia, incompetentes intentos por capturar la vastedad del universo en lo más ínfimo de las comprensiones y miserias humanas. Si alguien diera por escuchar y comprender, y no creer, y si alguien se molestara en repensar, si alguien alguna vez se hubiera olvidado de nosotros...
Me muestro quizá en estas líneas más escéptico que los mismos agnósticos, y a veces lamento ser los personajes de esta obra maestra de nuestros escultores, la Vis, el artificio del sueño o la mueca de la muerte y la vida, o una articulación literaria de a la que nuestras naturalezas se ven indefectiblemente ligadas.
Y si la pobre obra que he de producir no pudiera colmar las expectativas de ellos, los seres que nos han creado; ¿descubrirán finalmente que somos simples sueños y que no permanecemos reales sin sus humanas falencias? Por hoy agradezco esa incertidumbre que me llena de existencia, aunque a veces la he llegado a odiar, hoy espero que ellos, nuestros pintores, sigan tan ignorantes, caprichosos, pedantes y soberbios como hoy lo son, porque su incoherencia, su crueldad, su idiotez, su intención o su negación me nutren de fantasía, de ira, de aquello que se constituye y se destruye en toda mi extensión, o mejor dicho, Nuestra extensión.
Si supieran, ellos que al final, somos lo mismo separados por el fino cristal absolutamente transparente que delimita aquello que peca de espantosa e inaceptablemente real de eso ingenuamente imaginario. |