Como todos los días, se sentó en el sillón frente a su pared favorita, la que tenía una mancha en forma de sol. Mil veces quiso hablarle, pero temió que la pared no le contestara nada.
Como un acto de valentía venció su temor, y le preguntó en qué estaba pensando. La pared le contestó que pensaba en lo que había escuchado decir a la última persona que entró allí... hacía tanto tiempo...!
El hombre, que estaba tan emocionado como lleno de asombro se atrevió a formular un segunda pregunta: ¿ Quién eres?
Y la pared le dijo que podía ser lo que él quisiera que fuera.
- Acaso una mujer? -
-Si tú quieres, un hombre, un perro, ó una flor.-
-Las flores no hablan, -respondió. Quiero que seas una mujer.
Y siguieron hablando todas las veces que él se sentaba frente a su pared favorita. Ella se emocionaba cada vez que él llegaba, y hacía lucir aún más su mancha en forma de sol. Hasta que él le preguntó qué aspecto tenía, cómo era. Y tras un breve silencio, ella sin responderle, simplemente se salió de la pared, se arrojó en sus brazos y se sintió la mujer más afortunada del mundo.
Desde entonces viven juntos, envueltos en su soledad, en esa casa inmensa y silenciosa, con el piso oscuro y el techo alto, de ventanas rotas y recuerdos perdidos; la misma que ahora tiene una mancha en forma de mujer...
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