Sabía que no eras libre, que estabas atada en cuerpo y alma a aquel hombre, pero el deseo de tener tu amor y disfrutarlo fue más fuerte que la realidad, y a partir de ese día fuiste mi objetivo a alcanzar.
Lejos estabas de comprender que toda la amabilidad con que te trataba obedecía solo al deseo de que fueras mía, el hecho de trabajar juntos de alguna manera simplificó mi accionar, las horas que compartíamos en ese estudio de diseño gráfico, entre bocetos y preparar los avisos que nos encargaban los clientes fueron las que me alentaron en mi plan de conquista,
Te veías muy enamorada de tu marido, la felicidad se reflejaba en tu rostro, eso me incitaba a tratar de conquistarte, sabiendo lo difícil que sería.
Para el día de la secretaria, que algo así eras, te envié un ramo de rosas con una dedicatoria cursi pero real, "Estas rosas son para la mujer más hermosa", me miraste extrañada y algo confundida, ay, dijiste, no debería aceptarlas pero son tan hermosas que las acepto y te agradezco el gesto.
Al día siguiente al llegar me diste un beso, cosa que nunca habías hecho antes, y el día transcurrió con normalidad.
Una mañana mientras estábamos trabajando, al señalarte un detalle tomé tu mano con suavidad y la apreté un poco, la suavidad de tu piel me transportó y mis pensamientos bullían en mi mente, y al no sentir rechazo la mantuve entre las mías todo el tiempo posible.
De ahí en más las cosas se precipitaron y ocasión que se presentaba la aprovechaba para tocarte, para sentirte, para imaginar el éxtasis, para decirte alguna palabra al oído, como un secreto, y vos sonriente y juguetona te prestabas a ese, hasta ahora inocente juego.
Esa tarde al salir, sabiendo que tu marido estaba de viaje sin más te invité a tomar algo, y para mi sorpresa aceptaste de buen grado, subimos a mi automóvil y fuimos a una confitería, pediste un te con masas, un café doble yo, y casi sin darnos cuenta estábamos juntitos, con mi brazo en tu hombro hablando de cosas pueriles, yo estaba extasiado mirando tu cara sonriente y feliz, salimos y ya en el auto, sin más acerqué mi cara a la tuya y te besé, y me besaste y el amor o no se como llamarlo surgió de pronto y fueron caricias, besos, apretar nuestros cuerpos para que se fundieran en uno deseando que ese momento sublime nunca acabara, y la pasión duro toda una noche donde el fuego quemaba y el placer se adueñó del tiempo que a la postre resulto efímero.
Pero todo acaba en la vida, y no hubo otro día, y no hubo más besos.
Tu carta de renuncia llegó temprano, decías en ella que había surgido un viaje urgente con tu marido, que no se arrepentía de lo que había sucedido entre nosotros pero que no era posible continuarlo, que ese viaje repentino la había hecho pensar y que prefería seguir a su marido como correspondía y que no quería hacerme daño pero que las cosas eran así.
Una sensación amarga inundó mi ser, no quería aceptar esta situación, pero lo irremediable también se acepta, y tan solo quedo el recuerdo de algo que pudo ser y no fue.
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