Desde los Andes……
Hoy y desde hace algún tiempo, me he levantado con la sensación de inseguridad, de temor de dejar los muros que representan mi hogar y que de alguna manera me hacen sentir confortada.
Afuera las cosa no van bien, afuera tengo la impresión que mi país se va cayendo a pedacitos, transformándose en un caos, sin pies ni cabeza, en el que los rumores corren sin ton ni son, socavando los cimientos del respeto, de la tolerancia, del beneficio de la duda. Todos, unos más que otros, se han constituido en jueces y emiten sentencias descabelladas y supuestamente redentoras.
Afuera, sentados en el trono del poder, protestando por las calles, cuchicheando en los mercados, burlándose entre copas o simplemente mal pasando las horas, se repiten las mismas historias grises, dibujando culpables con nombres y apellidos, entronizando salvadores o irguiéndose en ellos. Mientras que la misma desconfianza que me invade, se apodera de muchas almas y otras en cambio, se sienten más fuertes, pues creen que al acusar sin piedad, al ignorar la tolerancia y el respeto, se hace JUSTICIA, valor inmaculado del que están muy lejos de entender su enorme significado.
El amor y reverencia a Dios, ese ser que nos bendice con salud, con alegría, con la dignidad del trabajo, parece cada vez más pequeño en nuestros corazones... y frente a él los dioses terrenales se levantan llenos de gloria, para falsear verdades, prometiendo el cielo y la tierra, cuando por el contrario, su semilla fraudulenta de bienestar, cosechará llanto en vez de soles de esperanza.
Aún con nuestra quejas y desaliento, estamos aquí, con los pies y el corazón en nuestra amada tierra, empecinados en marchar para atrás, dispersos y encontrados, en franco camino hacia el fracaso, ciegos de odio, sordos a la razón, embrujados por todos los males del planeta y cual corderos, camino al matadero, cual piedras de río, arrastradas por la fuerza de la corriente, abandonamos nuestra vida y la de los demás a la fortuita suerte de sus adorables majestades…la inquina y la revancha.
A pesar de mis miedos, me he acercado al día, he descubierto mi piel para sentir el frío que me cala, he respirado profundo, como queriendo nutrirme de esperanza y he abierto los ojos, para contemplar las calles, los muros altos, la gente fresca y joven que cargando su mochilla de ilusiones se dirige a la escuela y entonces me renace la alegría de estar viva y con lo ojos al cielo, recuerdo todo lo que Dios, le ha dado a mi patria, montañas enormes y morenas (emblema de fuerza). Ríos vigorosos, como la sangre que nos corre por las venas, hombres y mujeres forjados a hierro, pues nada nos ha sido fácil y una vez más, me nace el orgullo, la alegría de ser boliviana y con ese talante recién estrenado, camino hacia mi rutina.
La serena algarabía con la que intenté pintar mis horas, se desvanece en breve tiempo, pues las letras e imágenes muertas de un periódico hacen temblar mis buenos pensamientos, el odio destilado al más puro y fino manifiesto; las promesas redentoras cada vez más siniestras, hombres despojados de valor, la infame sonrisa de quienes se proclaman así mismos como el pueblo, responden sin saberlo a mi pregunta, esa, que perdida en mi mundo interior, buscaba la razón de mis miedos….y aunque he develado su causa, continúo buscando en mi fe, en mi espíritu ciudadano, las razones que me permitan continuar y quizás por ello y a modo de conjuro, les confieso a ustedes al confesarme a mí misma, que tengo miedo, no a esos espíritus y fantasmas que acompañaban mis pesadilla de niña, miedo, miedo a lo real y palpable…miedo a las palabras que invaden los oídos, sembrando sospechas y cosechando odios, miedo al poder oscuro y totalitario con el que se disfraza de blanco la democracia, para engañar a los incautos, para acallar a los que tienen algo que decir, para impedir que la palabra se escriba, que las voces se escuchen y que la verdad reluzca. Miedo a las artimañas con las que se tejen los enfrentamientos y las acciones simuladas con las que se destejen los entuertos. Miedo, amigos, miedo de ver mellar dignidades, borrar nuestra historia, para escribir una nueva del color y sabor de quienes impongan los acontecimientos. Muchos miedos, para vivir en un solo corazón o para guardarlos apilados unos detrás de otros. Por ello, prefiero ventilarlos y compartirlos con ustedes, que son parte de mi mundo y de la realidad que nos toca vivir.
Martha Eugenia Campuzano Ibernegaray : Meci
Sucre, primavera del 2007
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