(Seducción)
Vagaba sin rumbo, admiraba las paredes blancas manchadas de rostros que no quería ver, esperaba algo que no llegaba.
Caminé hasta una esquina, me senté en la ventana y vi a la figura más interesante del día. Un hombre de ojos pardos, cabello enmarañado y actitud llamativa. Se paró, se acercó y me comenzó a mirar de cerca. Nos miramos, y para mis cortos años intuí que algo peor se acercaba. Y claro que así fue cuando de pronto sus manos envolvieron las mías, sus palabras en alguna lengua me obligaban a llorar de espanto, cuando su intento de beso se apoderó de mis labios. Sus dedos desataron mi trenza, sus piernas temblaban sin razón aparente y yo solo conseguía gemir de pánico. Aún en la ventana, con los ruidos del mundo llenándole el cerebro, comenzó a llorar. En algún instante me perdí de cómo había llegado a esto, llegué a pensar que lo estaba viendo en una película o con otra muchacha en vez de mí. Tan profunda fue la convicción del momento y tan adecuado lo que paso después que nunca esclarecí que ocurrió. Pero algo paso, algo en esa tarde y en ese rincón, que me congeló hasta la última gota de aliento. Me buscaron enfermeras, médicos y otros tantos, me escondí de los brazos de éste, sentí presión en todo mi cuerpo y caí lentamente desmayada...
Quizás fue mi emoción, quizás fue su fuerza, quizás un miedo profundo a lo que se sabe equívoco, quizás la visión de algo que no quería ni debía ver; como fuese termine con un doctor junto a mi que suspiraba. Al verme despierta se alegró, trató de explicarme que había sido todo lo anterior. Explico que el hombre era un paciente que tenía la manía de enamorar mujeres y matarlas con un abrazo fatal, llenándolas de besos y poemas en lenguas muertas, entre otras cosas que era mejor que no oyese. Como planteó las cosas quedo todo dicho de forma tal que no supe si fue a mí, a otra, a todas o a nadie.
Nunca supe realmente en que terminó ese instante, sólo el doctor me advirtió mantener la distancia... Desde ese día que cuando vagaba y sentía que me llamaba con los ojos, corría hasta la mujer más cercana y comenzaba a oír lo que fuese. Gracias a él que descubrí grandes mujeres, grandes historias y mi propio apodo...
(Cuentos de Miel)
Así conocí a la más divertida joven del mundo, un poco rellenita, pero dulce como ella sola. Alguna vez estuvo casada, según me dijo, y que su marido murió en plena luna de miel. Ella se obsesiono con ese término y se hizo adicta al producto de las abejas. Según me contó, al ver que no ponía objeciones a oírla, su enfermedad era de nombre fijación obsesiva.
Ella durante muchos años, antes que se diesen cuenta, solo comía esto para así poder recordar a su difunto amante y que se le pego la dulzura de esto. Me dio una clase sobre los tipos de mieles, de abejas, de sabores e incluso me dijo que yo misma le recordaba a la miel. Nunca nadie la había querido oír con tanta paciencia, admiración y ojos brillosos su historia. Habló más rato y empezó a filosofar en voz alta.
“Tú no eres como todas, tú me haces pensar en lo dulce de la miel, pero seria una blasfemia llamarte miel y como no dices tu nombre no se como llamarte. Tú eres aquí mi primera amiga, entre hace 3 meses y nadie me quiere, pese a yo quererlos a todos. Cómo decirle a una niña como tu, a ver a que te pareces…. No tienes cara de gato, ni de pastel, no eres como abeja ni te ríes como tal. A ver tú eres blanca, muy blanca, dulce por oírme, pequeña según esa enfermera y tus ojitos como un diamante…ya se… tú, ¡tú eres Azúcar!”
Desde entonces que soy azúcar, según todos en el lugar, porque ven que respondo ante ese nombre y no el mío. Lo divertido de esta mujer, que paradojalmente se llama Miel, es que me trata como a una hija. Quizás asumió que lo era, pues me peina, manda a comprarme cosas y lo peor de todo es que me acuesta con cariño cada vez que me duermo fuera de mi cama.
Por mucho tiempo me cuido de las bestias que asechaban en todo el sitio, incluyendo en su lista de malvados a “doctores y enfermeras que solo envenenaban el alma para que no viésemos nuestros deseos.” Me cuidó con tal esmero que hasta inventaba cuentos, que creía servían, para hacerme dormir. Lo triste es que ella nunca supo que yo padecía de insomnio. De entre tantas historias, las que más me marcaron eran las mismas que ella decía sus favoritas y las repetía cada vez que podía.
(Un océano en la Luna)
Un padre entró a la habitación de su hija, al verla pintando una luna con ojos llenos de lágrimas le dijo:
-Sabes pequeña hoy leí en el diario que encontraron agua en la luna, un océano dentro de su cráter más escondido…En el cráter más grande, el único que se puede ver completo.
-Entonces ahí perdí mi océano…
La niña habló con tal misticismo que el padre se intrigó. Esa dulce solemnidad, llena de la más inocente sinceridad, la hizo ver aún más dulce.
-¿Qué dices mi niña?
-Nada, un secreto…No puedes saberlo.
La pequeña niña siguió entonces con su labor. El padre mientras formulaba como continuar aquella conversación, se dedico a mirarla. Sus rizos tomados en una pequeña cola, sus manos tiernas pintando y ese vestido lila, que él mismo había comprado para su cumpleaños. De repente la suave risita de sus intensos labios lo hizo preguntar:
-Vamos dime, que cosa… ¿tú sabes por que esta ahí?
Pomposa entonces se levanto, lo miró a los ojos, con sus intensas perlas negras, y le dijo:
-Si, lo que pasa es que anoche tenía mucha penita. Comencé a contener las lágrimas después de verme golpeada por la vida, hasta que la luna se apiado de mí. Me invitó a llorar escondida entre sus cráteres, para así poder vaciar mis océanos y evitar los problemas que estas lágrimas suelen traer. Yo se cuanto odias verme llorando y como te ponen. Yo le dije que no, porque olvidaría su sitio… y para mi es tan importante saber donde guardo las cosas…tu sabes que si no después olvido que existieron.
-Entonces ¿qué?
Preguntó el padre intrigado por la reacción de una niña tan pequeña. Ésta no dejo de sonreír y sin parpadear le explicó el resto de su historia.
- Me dijo que entrase a donde siempre lo viese… así que ahí quedo…pero parece que ya no es mío… parece que los astronautas lo sacaran de allí. Ella nunca debió llevarme hasta allá, pero me daba más penita llorar aquí.
-Ay mi niñita, esos sueños tuyos…
Suspiro su padre, con un gran alivio. Esos dibujos, esa madures era solo producto de su naciente imaginación. Era producto de su inocencia y no algún trauma más grave. No era entonces su culpa de eso, solo penas de niño pequeño. La niña ante aquella respuesta se enfureció, con la voz exasperada y sus manitos en la cintura dijo.
-¿Cómo que sueño, no dices que encontraron un océano allá?
-Si pero un océano que no esta hecho de lágrimas…
-¿De qué está hecho entonces?
- De besos que te envié al verte llorando tan lejos…
Entonces el padre la tomó y acariciando su cabello le dijo “No vuelvas a irte tan lejos, porque si no mis besos no llegarán. Para otra vez, mejor llora en el jardín junto al palto, el siempre guardará tus secretos y te besara si yo no puedo…No vuelvas a llorar por la vida, por ella ríe mejor.”
La niña sonrió y nacido de toda su ternura dijo un te quiero mientras se acurrucaba en los brazos de su padre.
-Nunca crezcas mi niña, nunca olvides esta tremenda dulzura. Nunca.
-Nunca digas nunca, un día te arrepentirás de haberlo dicho.
Después de eso se soltó, se hundió en su labor de hacerle un océano de besos.
Y la otra clásica era:
(Hoy ella se creía flor)
Y hoy ella se creía flor, jugaba en el jardín a adornar el pasto. Crecía lentamente, conforme el día transcurría. Sonreía al sol y al jardinero, a su padre y a los enemigos de la vida.
Era luz, era día, era noche, era bella, simplemente, era ella.
El amor brotaba de cada poro, ese amor por la perfecta vida; la armonía jugaba entre su apariencia y la conciencia. Estaba sumergida en la brisa, en el tiempo.
Una anciana cruzo la calle, al verla tan contenta decorando la belleza, con ansias de preguntarle el porque de tan radiante sonrisa…
-Y porque no buena mujer, porque no si soy la mujer mas bella?
-Y quien te dijo que lo eras ¿?
-El sol, la luna, el pasto y UD, al cruzar solo para ver mejor mi semblante….
-Intuyes mucho, pero ¿por que matas a otras como tú?
La vieja se refería a las flores que decoraban el cabello azuloso de la muchacha, las hojas que armaban ese collar y por las frutas que se escondían en sus bolsillos…
La muchacha sin cambiar su modo comento…
- y por que no, si la vida las puso ahí para mi, para que yo las admire desde afuera y las sienta desde adentro?
- y por que no hacer eso mientras ellas viven contigo?
- -Quien sabe porque, a mi me gusta así….
- Muere tu entonces, para yo tenerte y admirarte desde adentro…
Diciendo eso la mujer se le acerco, cual depredador, mientras que la joven se ataba al suelo. Sin poder moverse el pánico la beso y la vieja creyó que comprendía la angustia de cada cosa que arranco de su mundo
-Da miedo, no pequeña?
-Si, pero mi miedo no era por la muerte, era por adornar a alguien tan sucio que no logra comprender…
-Comprender que?
-UD se cree sabia, porque los años se lo han dicho así, pero yo lo soy porque la misma tierra me ha obligado a serlo.
-Y que debo comprender ninfa urbana?
-Que las cosas son así y ningún consejo podrá cambiarla, solo el tiempo….y ni siquiera eso…UD no entiende que la pureza de los actos que hago, como jamás entenderé la amargura de los suyos.
La vieja ofuscada, pero revitalizada comprendió algo que solo ella supo, se retiro digna hasta su esquina. Ella vivía en un jardín marchito, rodeado de cemento y con adornos de cristal. Se quedó ensimismada mientras su entorno rejuvenecía hasta volverse jazmín. En ese instante la joven riendo dijo:
-Entonces hoy es hora de cortarla, UD ya no es propia de su realidad, venga a mi mundo.
Nunca supe si esas historias eran de su autoría, contadas para ella en alguna infancia mas madura o si tan solo eran cuentos robados sin conciencia de por ahí. De todas formas miel acompaño mis noches hasta que se fue un día simplemente. Quede nuevamente sola, pero esta vez con su imagen mantenida en mi apodo…Azúcar.
(Sonrisa y su olvidada figura.)
Mis ojos se pasean por las cabezas presentes puede encontrar la mayor fauna posible, todas las muecas, facciones y quizás el mundo en un solo cuarto. Ahora que no tenia a Miel, debía hallar una nueva amiga, alguien que me cuidara de la bestia al que temía tanto.
Buscando entre esta jungla de humanos, esperaba hallar a alguien que no padeciera nada peligroso y que supiera cuidarme, porque hacía mucho que yo misma había olvidado como hacerlo. Entre cara y cara descubría mundos, universos, planetas y quizás enfermedades. Quería a alguien, pero no iba a buscarlo, no iba a forzar a mis labios a despegarse en búsqueda de algo. Así llego ella como un rayo.
Es una joven de unos 23 años, bonita, que juguetea de enfermo en enfermo intentando ayudarlos. Sonriente y diligente se pasea por cada rincón haciendo brillar incluso los ojos muertos. Llega hasta mí, me habla y giro la cabeza, toca mis manos y las retiro de su alcance. “Así que niña malhumorada, quieres estar sola, bueno ya, sonríeme primero y te dejo en paz”. Como no tenia ánimos, ni pretendía armar berrinches, la mire y no moví mi boca, pero mis ojos sonrieron del modo más honesto para mi estado. Así estuvimos muchos días, me pregunte mil veces por qué estaba acá y sobre todo… que demonios tenia con eso de las sonrisas… Nunca la vi sin sonreír, cosa linda, pero que no concordaba con su sanidad mental ni con el lugar.
De todas formas se volvió mi nueva protectora, sin que ella lo supiera. Se sentaba mucho rato tratando de hacerme mover la boca, hasta que comencé a pensar que era una estudiante de enfermería.
Me agobiaba el hecho que ella me obligase a hablar, aunque fuese con ternura. Es por esto que decidí escribirle una nota, una nota de reclamo y petición.
Querida extraña de la sonrisa
No voy a hablar, pero quiero saber quien es, que tiene y por que insiste en buscarme…La verdad es que no quiero hablar, pero si podemos ser amigas del silencio. Y que tienes con eso de las sonrisas, no quiero ni puedo sonreír.
Ese día llegó a mi poder una carta simple y en respuesta a la mía.
Azúcar malhumorada:
Soy Ana, tengo insomnio y problemas que no quiero comentar, pero si podemos ser amigas del silencio si me prometes sonreír. Que tengo con la sonrisa, nada solo las admiro. Además que me gustan porque es la carta de presentación al mundo. Sonríe niña y el mundo te sonreirá.
Me aburrió tan rápido su actitud, como a ella le fascino la mía. Comencé a investigar, en silencio y sin sonrisas, su actitud y su semblante. Al cabo de un tiempo me percate que no podía no sonreír y no podía dormir nunca. Es por esto que decidí librarme de ella siendo perfectamente insoportable. Algo había en su persona que empezó a repelerme, quizás el hecho que trataba de cambiarme o quizás solo que ella era, al final, una persona mas detestable que yo. A los enfermos los trataba con cariño por sentir un desprecio y creerse mejor; a los doctores, por ser sus iguales, los trataba con odio y recelo.
Con el paso del tiempo al ver que no era enferma, sino solo testaruda, decidió golpearme con su actitud cruel. Me hacia mofas, zancadillas e incluso hurtaba este cuaderno. Ese día, únicamente ese día, decidí hablar, más que hablar gritar. Fue un aullido gutural que la asustó de tal modo que no volvió a hablarme. Desde ahí la veo cada día jugando con oligofrénicos y depresivos, mientras ella pasa insomne sus días odiando a todo lo que es igual y mejor a ella.
Aprovechándome yo de mi insomnio, comencé a investigar lo que hacia en sus noches. Vi que se sentaba a llorar en los baños, vomitaba y decía algo que no quise oír. El olor se volvió tan fuerte que me provoco la peor de las jaquecas. Camine hasta mi habitación y me hundí entre las sábanas.
(El soldado)
Oía el rugido del sueño en las bocas de cada quien, solo anhelaba un instante de paz cuando oír gritos y llantos. No era raro, no aquí, pero este contenía palabras. Lloraba como niño y repetía “señor, no señor”. No pude acudir a ver que pasaba por el dolor, la cabeza se me partía y sentía miedo de estos lugares. Era la primera noche sola, absolutamente sola, la enferma y enfermera que me cuidaban estaban lejos, mi cama en otra casa y el dios del sueño demasiado remoto. No pude dormirme más. Tenia pena por él, dolor y no iba a pedir ayuda. No es mi estilo y para no decir más veces no, decidí escribir un rato estas palabras. El hombre sigue gritando, como un eco en mi cabeza retorcida, el soldado (porque grito algo de guerras) golpea el suelo y mi animo decae hasta los subterráneos del lugar.
pronto, cuando de el tiempo continuara. |