Mi elfo,
hoy,
se soplaba el pelo.
Supongo que sabes cómo:
Cuando te molesta un poco el flequillo,
y tienes las manos ocupadas,
y algunas puntas cuelgan
-apenas llegan a tus ojos,
pero no quieres que te estorben,
y menos que te hagan derramar
alguna lágrima-
y no quieres que te vean llorar.
Y si el mar se desborda,
que parezca que es la marea,
que sube,
o que baja,
-qué más da,
si eso lo ordena la Luna-
que se mueve...
Y tus labios,
con un sencillo gesto,
aparentemente casual,
elevan el aura de Eolo,
lo modifican,
lo reconducen,
y aquellos pelillos rebeldes,
que amenazaban una inundación de tristeza,
que empañaban esos ojos claros,
retornan a su púdico orden,
vuelven a dibujar una raya central,
-fuera el desorden-
y tu límpida mirada,
verde mar,
reaparece,
brillante aún.
Bajo esas largas pestañas,
que sólo bajaste un instante,
para reorientar tus pupilas.
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