Y Ahí estaba, agarrando firmemente el lavatorio con sus manos. Ese día, en el baño que estaba en el patio, surgía un grito de orgullo y dolor, de solo ocho años de edad, marcado por la huella de la separación...
Después de volver al ayer,
sintió, como cerraba,
su corazón, amenaza externa
que le hacia perder la razón
Ojos firmes, cristalizados,
duros y adultos,
sin mostrar dolor.
Frío cuero resonaba en la piel,
mientras decía, ¡Llora, Llora!,
venas marcadas en sus brazos,
el cerco sé hacia mas duro,
mente blanca ahora,
pensando en no sufrir mas,
crecía el orgullo,
fuego eterno de su alma.
Mientras el Padre, gritaba y gritaba – “Llora, hijo mío, expulsa todo ese pesar con tus lagrimas... ¡Llora mierda, no guardes las lagrimas en tu interior, no es bueno que un niño de tu edad se vuelva duro, Llora..!” – El cinturón generaba marcas en su piel, sus piernas, en ese entonces, blancas como la leche, estaban ahora adornadas con fuertes líneas rojas y moradas...
Una gota, deslizo por la piel,
tímida y distante,
calmo los ánimos, de ese cuero,
vil tatuador de emociones,
Sonrisa dura y fría,
el orgullo crecía,
y la maldad surgió
invadiendo en un futuro
los sueños de otro
tejedor de ilusión
Ahora el niño creció, fuerte se volvió, juro nunca repetir lo que su padre le propinaba, pero el fantasma siempre lo acompaño, el cuero en su mano, volvió a revivir los atisbos de dolor al pasado, lagrima que tímidamente se deslizo por su destrozada piel...
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