I
En la aurora se mecen los colgantes helechos,
cuando al pasar,
los roza con sus pensamientos.
II
En el cálido amanecer del tiempo,
en ese instante de hambre y fuego,
misterioso y escondido para el hombre,
ahí, ahí yo la he visto.
III
En el atardecer sin fin de un momento eterno,
allí en donde la alegría será perfecta sonrisa,
yo la he visto, ¡y la he amado!
IV
Más ahora, la noche oscurece hasta las estrellas,
porque apoyada mi cabeza en la almohada
una idea desgarra mis memorias,
¡la he visto!, ¡la he amado!, ¡la he sentido!
pero mi alma se hiela, ¡Oh, Dios mio!,
¡aún no la he tocado!
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