Un día más… ¿Cuántos van? ¿cientos? ¿miles? La cuenta se me pierde como la pared mientras escribo. No sé qué día es, no sé qué hora es. El dolor de la piel fue extremo, pero no se parece ni tantito a esta espera, a esta locura de estar sin ti.
Sin embargo, cada momento (cada sacrificio) es aceptado y realizado para contribuir a tu reconstrucción, a tu regreso. Como el águila real, que se aísla y rompe su pico en pedazos hasta sangrar, para obtener uno más grande y poderoso. Tú, mi amor, como guardián del trueno, como “boanerge” podrás con tu espada vencer a cualquier demonio o dragón que se te enfrente.
Yo aquí estaré, tejiendo sueños de estrellas cada noche, usando todas las que sean necesarias, licuándolas y haciendo polvo para poner en cada rincón de nuestra casa, para que la llenes con tu luz, para que tus manos me vuelvan a tocar el rostro y tus brazos a rodearme.
Que Dios te cure el corazón, que sólo a base de heridas se hace fuerte, pero que sane, porque cada cicatriz lo hará humilde para multiplicar el amor. Yo mientras me quedo aquí, a la espera, para poder estar contigo una vez más, o dieciocho millones de veces más…
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